Al hablar de adicciones, las personas lo relacionan rápidamente con drogas y alcohol; sin embargo, todo en la vida puede ser considerado una adicción si lo llevamos a un nivel excesivo y descontrolado. ¿Cuándo nos damos cuenta que padecemos una adicción? La respuesta es sencilla. Cuando el objeto de nuestra adicción nubla nuestro juicio, nos crea un desbalance y se interpone en nuestra rutina diaria. En otras palabras, si somos incapaces de cumplir con nuestras funciones, obligaciones y responsabilidades diarias producto de un acto o sustancia en particular, sin la cual no podemos continuar, seguramente somos adictos a eso.
Tomemos el cigarrillo, por ejemplo. Un fumador, se da cuenta de su nivel de adicción, cuando al estar trabajando, necesita tomar unos minutos de sus horas laborales para ir a la sala de fumadores o salir de la oficina para fumarse un cigarro. Esta adicción es básicamente normal y aceptada por la sociedad. Diferente sería, si un empleado toma su descanso y sale a tomarse un trago en horas laborales. Por más que el alcohol es una droga aceptada y legal en la sociedad, su capacidad de nublar nuestro juicio la hace impermisible para desempeñar funciones laborales. El cigarrillo suplanta una ansiedad, el alcohol nos saca de la ansiedad y nos ubica en otra dimensión anímica que puede comprometer nuestro comportamiento. Lo mismo sucedería si interrumpimos nuestras labores para fumar marihuana o inhalar cocaína, lo cual sí es ilegal.
Hay otras adicciones que, aunque muchas veces no las vemos como tal, su ausencia diaria puede crearnos un desbalance, por lo que las necesitamos. Tal es el caso del consumo de la cafeína en productos como la Coca Cola o un taza de café. Pero, ¿qué sucede cuando nuestra adicción no está enfocada a una sustancia, sino a un acto? ¿Qué sucede si somos adictos al sexo? ¿Cómo nos damos cuenta?
El escritor y director Steve McQueen nos introduce en la vida de un andrómano (un hombre adicto al sexo. Similar a lo que sería una mujer ninfómana) y nos muestra cómo su adicción puede impedir el cumplimiento efectivo de sus funciones diarias en la película «Shame» (2011).
En esta película, nuestro protagonista Brandon es un hombre con una carrera exitosa, una buena posición laboral, totalmente independiente que vive en un buen apartamento en la ciudad de Nueva York. Desde el inicio de la película nos encontramos con una toma cenital de Brandon desnudo acostado en su cama. Luego nos intercalan imágenes de una noche de sexo, de su coqueteo con una mujer en el tren y de una mujer que constante e intensamente le deja mensajes en su grabadora. No demoramos en darnos cuenta que Brandon tiene un problema.
Siempre he dicho que el pensamiento del ser humano gira entorno a dos cosas: dinero y sexo. Todo el día estamos constantemente pensando en cosas que al final se reducen a sexo o dinero. ¿Qué voy a comer hoy? No tengo ropa. Tengo que comprar las medicinas. Quiero un celular. ¿Cuánto costará ese televisor? No tengo gasolina. No he pagado mis tarjetas de crédito… ¡¡¡DINERO!!! Qué linda chica. Qué tetas tan grandes. Me encantan sus ojos. Ese pantalón le queda bien. ¿Cómo se llamará ese chico? Será que le doy mi teléfono. Se ve que hace ejercicios. Tengo que hacer dieta. Será que le gusto. Me miró. Te invito un trago. Vamos a otro lado… ¡¡¡SEXO!!!
En el caso de Brandon, la situación asciende a un problema cuando fantasear o pensar no basta para continuar el día. Siempre estamos mirando a otra persona. Si son del mismo sexo (al menos que sea homosexual) nos comparamos con los otros, con su físico, con su estilo, con su ropa. Si es del sexo contrario, estamos viendo si es fea, linda, buena, alta, flaca, gorda y de ahí nos imaginamos otras cosas. Ya sea uno u otro, todo se reduce a pensamientos sexuales. Para Brandon era difícil continuar sin liberar su tensión sexual. Tenía relaciones sexuales con una chica y horas después se masturbaba en la ducha. Hasta ahí no suena tan descabellado. Lo descabellado es cuando estás en el trabajo y tienes que interrumpir tus labores para ir a masturbarte al baño de la oficina (como el fumador que va a la sala de fumadores) porque acabas de ver pasar a una chica que está muy buena. Lo que es peor y más vergonzoso es que el equipo de IT (o de tecnología) de la empresa se haya llevado la computadora de su oficina, porque descubrieron que tenía un virus producto de la cantidad de pornografía que veía en horas laborales.
La vida de Brandon se complica, cuando la mujer que tanto lo llamaba y cuyas llamadas no contestaba, se aparece de sorpresa en su casa. La mujer era Sissy, su hermana, quien al aparecerse lo desestabiliza totalmente. Brandon, acostumbrado a disponer de su vida a su manera como un hombre soltero y andrómano, ahora tenía un impedimento para poder seguir llamando a prostitutas a su casa o tener cibersexo. La invasión de su hermana en su espacio privado, quien se queda a dormir ahí porque no tiene dónde ir, lo lleva a discutir y pelear constantemente con ella. Este comportamiento de aislamiento de su familia es otro síntoma (y consecuencia) de su adicción. No quiere que nadie se interponga entre él y su desenfrenada vida sexual. No quiere que nadie lo juzgue.
Al verse acorralado, una noche después de discutir con su hermana, Brandon sale a trotar y termina en un bar, donde descaradamente coquetea con una chica en la barra, cuyo novio estaba a poco metros detrás jugando billar. Esa situación termina en una golpiza para Brandon. Sin éxito de conquistar a esa chica, Brandon intenta ingresar a una discoteca en la cual los seguridad le impiden la entrada. Desesperado por tener sexo, Brandon, quien se caracterizaba por tener a cuanta mujer le apetecía, recurrió a un antro de homosexuales. A ese nivel llega su adicción.
Esa noche, no regresó a casa, sino que pasó del antro gay a la casa de dos prostitutas, ignorando las llamadas constantes de su hermana. Cuando regresa a casa, tiene un mal presentimiento. Efectivamente, su hermana se había cortado las venas en el baño de su apartamento. La película termina con Brandon en el subterráneo, donde se encuentra a una mujer casada que había visto anteriormente, pero con la que no pudo tener nada. La mujer se le insinúa y la pantalla se va a negro cuando Brandon la mira fijamente, indeciso si ir tras ella.
Protagonizada por Michael Fassbender («X-Men: First Class»), con las actuaciones de Carey Mulligan («An Education»), ambos actores que nos entregaron una de sus más impactantes actuaciones. «Shame» es una película con alto contenido sexual. Escenas explícitas, hasta cierto punto incómodas y perturbantes. Tratan un tema con el que pocos se sentirán cómodos y plantea una situación que muchas veces no consideramos en nuestras propias vidas.
Trailer:
Escrito por: Enrique Kirchman