El ser humano, desde que nace, empieza a ser moldeado según la sociedad. Durante su infancia, desde bebé hasta que se empieza a hacer adolescente, la familia (la primera institución social) lo mantiene dentro de ciertos parámetros. La madre o el padre le enseñan lo «bueno» y lo «malo» para protegerlo y prepararlo en la vida. El bebé, inocente, ve una cucaracha o un pedazo de dulce en el suelo y su instinto será tomarlo y metérselo a la boca, sin pensar en bacterias, microbios, virus, ni ninguna de esas cosas a las que los adultos prestamos más atención. Entonces, le toca al padre o a la madre enseñarle al niño que lo que se cae al suelo no se come, que los insectos son asquerosos, que los enchufes de electricidad son peligrosos, que mojarse con la lluvia enferma y que si no te cepillas los dientes después de cada comida, te saldrán caries y se te caerán los dientes. Sin embargo, la familia también mantiene al niño dentro de ciertos límites que, de acuerdo a la sociedad, son mal vistos. No pasa por algo prohibido o insalubre, sino por cuestiones morales, tabúes y normas sin fundamentos: los niños deben gustar de las niñas y viceversa, a cierta edad debes casarte y tener hijos, las niñas deben jugar con muñecas, los niños deben jugar con juguetes bélicos, debes ir a la iglesia todos los domingos, la belleza está en las mujeres delgadas y los chicos atléticos, etc.
Estos mismos conceptos que nacen en el seno familiar son tomados por los colegios y extendidos en la educación de todo niño y adolescente. A parte de hacernos personas pensantes, las escuelas tiene como deber educarnos, prepararnos para la vida en sociedad, para hacer que continúe funcionando el motor que lleva adelante a toda nación. Si el maestro ve una falla en el niño, su deber es corregirla y alertar a sus padres.
Todos los niños pasan por un momento de admiración profunda por sus maestros. Los idolatramos. Es una de esas primeras figuras de autoridad (a parte de los padres) que tienen mucho conocimiento y eso nos atrae. Cuando nos los encontramos fuera del contexto educativo (en un centro comercial, en un restaurante, etc) nos inquietamos por ir a saludarlos y por que nuestros padres los conozcan. Son nuestros segundos héroes. Sin embargo, nos olvidamos que los maestros son personas comunes, con problemas al igual que el resto de la humanidad y que muchos cumple con un trabajo, más que con una vocación. ¿Qué pasa si el maestro no practica lo que enseña?
La película «Half Nelson» (2006), dirigida y coescrita por Ryan Fleck («It’s Kind Of A Funny Story») y protagonizada por Ryan Gosling («The Notebook») -quien recibió su primera nominación al Oscar en 2007 como Mejor Actor por esta película-, habla precisamente de esa paradoja educativa. El profesor de secundaria Dan Dunne enseña la clase de historia y es también el entrenador del equipo femenino de baloncesto del colegio. Dan vive en un barrio de clase media baja, rodeado de delincuentes y drogadictos. Él es un adicto a la cocaína y ahora más desde que se enteró que su exnovia se va a casar. Al inicio de la historia, una de su estudiantes de nombre Drey (Shareeka Epps) lo encuentra drogado en el baño de las mujeres del colegio, luego de un partido de baloncesto. Desde entonces, ambos empiezan una amistad. Dan se preocupa por ella y viceversa.
Sin embargo, cuando Dan se da cuenta de que Drey tiene una amistad con un capo del barrio de nombre Frank (Anthony Mackie), intenta quebrantar esa amistad, porque no considera que es buena influencia para Drey, pero vive en la paradoja de qué tan buena influencia es él mismo para ella. Dan es un chico más. La directora del colegio le llama la atención porque no se atiene al temario de su clase y le exige que empiece a enseñarle a los muchachos sobre derechos civiles, sin embargo él se toma su tiempo para hablar de historia en general. Inclusive, la directora le llama la atención, como si fuera un estudiante más, por comer chicle dentro del salón. Él puede necesitar tanto o más la salvación de Drey, que ella de él. Y efectivamente así sucede. El profesor trata de enseñar a sus estudiantes cómo ser libres, sin embargo, él se encuentra preso de sus propias depresiones, de sus inseguridades y de las drogas. Estos nos lleva a pensar, no solo en los profesores y maestros, sino también en nuestros padres, nuestras parejas, nuestros amigos. Todas esas personas que en algún punto creen tener la solución para los problemas de los demás, excepto para los propios. «Usa preservativos si vas a tener relaciones«, le dice el padre a su hijo, sin embargo, el padre tiene tres hijos por fuera de su matrimonio. Es la misma situación en que se encuentra Dan con Drey. «Alejáte de Frank, no es buena influencia«, sin embargo él compra sus drogas a Frank. ¡Hipocresía!
En una escena, Dan está con dos chicas fuera de un club y les menciona que es profesor. En ese momento, entre alcohol y drogas, Dan expresa su inquietud «¿Qué se supone que debo enseñarles? Si puedes ayudar a un estudiante… Si puedes cambiar a una persona...» Una de las chicas lo interrumpe y agrega «...puedes cambiar a todos.» Dan ríe y replica «No, ese no es el punto. Primero debes cambiar uno«. ¿A qué se refiere Dan? «Half Nelson» hace referencia a lo que me refería al inicio de este artículo: las limitaciones que adquirimos de parte de la sociedad a medida que vamos creciendo. Esas limitaciones o parámetros que nos mantienen dentro del sistema, dejando todo lo demás como prohibido e inaceptable. «¿Qué nos evita ser libres?» pregunta Dan en su clase. Los estudiantes responden «Las prisiones», «la gente blanca» (ya que es una escuela de gente afroamericana) y «la escuela». El director Ryan Fleck hace una referencia clara y directa al sistema en que vivimos. Somos parte de una máquina. Las prisiones son la forma física de limitar la libertad, sin embargo, las escuelas, la familia, la gente blanca, que puede ser interpretado como la élite o la burguesía de la sociedad, nos limitan psicológica y socialmente.
Todo lo que vamos adquiriendo de nuestro entorno lo ponemos en práctica hasta que nos toca enseñárselo a alguien más para poder mantener el denominado «orden social». Dan dice claramente a sus estudiantes que todos somos partes de esa máquina controladora de la sociedad, nos oponemos a ella a veces, pero seguimos formando parte de ella. La pregunta que todos nos debemos hacer es ¿cómo nos salimos de la máquina? ¿Cómo podemos cambiar a esa sola persona que haga la diferencia?
El hecho de que Dan sea profesor de historia no es casual. Entre sus clases menciona personalidades como Harvey Milk y su ascenso como el primer homosexual declarado que ocupa un cargo público en Estados Unidos y cómo fue asesinado por intentar cambiar el sistema. Mencionan cómo Estados Unidos fue parte del golpe de estado que se le hizo a Salvador Allende en Chile, lo que acabó en su suicidio. Además, entre las imágenes que decoran el salón de clases vemos a Nelson Mandela. Todas estas referencias hablan de personas que propusieron un cambio, una rebelión en contra del sistema, pero que fueron acalladas. ¿Será que ese es el destino de quien ostenta ser diferente?
La película «Half Nelson» habla de un tema tan mundano como la adicción a las drogas, sin embargo, cuenta con lecturas más profundas que hablan de un problema global mucho mayor: La prisión social y mental en la que vivimos.
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Escrito por: Enrique Kirchman