Nunca he sido del tipo de persona devota a la religión, sin embargo, recuerdo que dentro de las cosas que aprendí en la materia de religión de mi escuela estaba la Parábola del Buen Samaritano (Lucas 10: 25 – 37). Su historia trataba de un hombre que iba camino a Jericó desde Jerusalén, cuando fue asaltado, robado y abandonado casi muerto. Un sacerdote lo vio y lo ignoró, lo mismo hizo un levita, hasta que un samaritano lo recogió y le encontró posada hasta que pudiera recuperarse. Esta parábola es aplicable de múltiples maneras dentro de cualquier sociedad en cualquier época. Su enseñanza es básicamente ayudar al prójimo sin distinción de ningún tipo. Pero, ¿qué sucede cuando el prójimo no quiere ser ayudado? O, peor aún, ¿qué hace el «buen samaritano» cuando tiene que enfrentarse al sistema corrupto de la sociedad para salvar a alguien que no quiere ser salvado?
El director argentino Pablo Trapero nos lleva a esta misma reflexión en su más reciente película «Elefante Blanco» (2012). Trapero es conocido en el mundo del cine por abordar el problema social desde distintas perspectivas, como lo hizo con el obrero en «Mundo Grúa» (1999) o con la prisionera en «Leonera» (2008), entre otras producciones. En este caso, «Elefante Blanco» nos adentra en las peligrosas villas argentinas (comparable con las favelas brasileñas), donde el pandillerismo, las drogas y los crímenes están a la orden del día. Inspirada en hechos reales, la historia cuenta las gestiones que hace el sacerdote Julián y su amigo Nicolás, junto a la trabajadora social Luciana, para terminar de construir un hospital dentro de la villa, además de un comedor para 300 personas y viviendas.
Foto: El Elefante Blanco, un Instituto de la Tuberculosis que pretendía ser el hospital más grande de América Latina. Localizado en Lugano, Villa 15, Buenos Aires, Argentina.
En la historia real, el hospital, ahora conocido como Elefante Blanco, fue un proyecto que se inció en 1923 a través de una colecta social y un subsidio aprobado por el Congreso de la Nación en Argentina bajo la iniciativa del senador socialista Alfredo Palacios en el barrio de Lugano, específicamente en la Villa 15 (hoy conocida como la Ciudad Oculta). Las obras no empezaron hasta 1938, pero fueron abandonadas. Posteriormente, se retomó la obra durante los dos períodos presidenciales de Juan Domingo Perón (1947 a 1955) y se volvieron abandonar luego de que Perón fuera derrocado. Este hospital, que sería un Instituto de la Tuberculosis, y el cual pretendía ser el hospital más grande de Latinoamérica, quedó en ‘stand by’ y no se volvió a retomar. Actualmente es propiedad de Las Madres de Plaza de Mayo, pero desde el segundo piso hacia arriba está totalmente clausurado.
Volviendo a la historia de la película, los sacerdotes Julián y Nicolás tienen como compromiso terminar dichas obras y salvar de la drogadicción a la mayor cantidad de jóvenes del área adictos al ‘paco‘ -lo más barato en el eslabón de las drogas en Argentina- y sacarlos de la villa hacia un tipo de reformatorio que llaman La Granja. Los problemas que enfrentan Julián y Nicolás provienen desde distintas áreas. Por un lado, estos chicos pandilleros y drogadictos crecieron en un ambiente que han adoptado como su hábitat y único modo de vida aprendido. No conocen otra cosa, por lo que resulta difícil llegar a un consenso con ellos para alejarlos de ese mundo que, aunque muy peligroso, representa su zona de confort y seguridad. Tenemos el caso de Monito, un joven delincuente y drogadicto a quienes ambos sacerdotes y Luciana le han dedicado tiempo para convencerlo de salir de la miseria que representa la villa. Sin embargo, aunque presentó mejoría, Monito termina escapándose de La Granja y volviendo a la villa, asesinando a un policía (lo cual le traerá futuras repercusiones). Por otro lado, está el tema de la sociedad en general, las instituciones gubernamentales y las religiosas. Mientras que el hospital vuelve a ser subsidiado por el gobierno, los obreros que trabajan en la construcción no reciben su salario, las surtidoras de materiales no reciben el pago correspondiente por parte del gobierno, por lo que los obreros se ven en la necesidad de parar la obra. Cuando Julián y Luciana interceden ante el obispado, éstos, por no involucrarse en asuntos políticos, no van más allá para lograr que el gobierno haga los pagos correspondientes y conseguir que la obra continúe. ¿Contra qué o quiénes están luchando estos tres personajes (Julián, Nicolás y Luciana)? Todo parece ir en su contra. ¿Cuánto más pueden soportar antes de abandonar ellos mismos sus ganas por salvar un lugar que no está interesado en ser salvado ni por ellos ni por la sociedad? Por si fuera poco, la policía llega al lugar en una redada hasta capturar a uno de los grandes mafiosos de la villa, razón por la cual Monito escapa de La Granja y vuelve a la villa para culpar a Julián de la captura de su líder. Es ahí cuando Monito asesina a un guardia y ahora toda la policía está enfocada en encontrar a Monito para matarlo en venganza.
En medio de la redada, Monito sale herido y es rescatado por Julián y Nicolás. Ambos deciden sacar a Monito de la villa y llevarlo a un hospital para evitar que la policía lo capture. Sin embargo, la policía detiene a los sacerdotes para revisar su auto. Los policías están anuentes que Monito es uno de los protegidos del padre Julián, quien intenta ocultarlo. El policía obliga a ambos sacerdotes a salir del auto, pero en ese momento Monito también sale para escapar, el policía lo ve y va a dispararle cuando Nicolás se interpone para protegerlo y sale herido. Luego el policía se acerca a Monito y le vuelve a disparar hasta matarlo cuando éste intenta huir nuevamente. En ese momento, Julián, quien está cerca de su auto, saca un arma que le pertenecía a Monito y dispara contra el policía, quien logra herir de muerte a Julián. ¿Qué nos dice el clímax de la película? Trapero utiliza personajes bastante opuestos entre sí en esta escena para explicar algo muy sencillo: tenemos a dos sacerdotes que representan la moral o el bien, a un policía que representa la ‘ley’ o la ‘justicia’ y a un delincuente que representa lo malo. Sin embargo, vemos que los papeles se voltean en un momento y todos terminan siendo parte de un mismo sistema social fallido y corrupto. El policía busca asesinar a un menor en venganza (no está cumpliendo la ley), el delincuente busca huir de sus responsabilidades (seguirá siendo delincuente) y los sacerdotes protegen al delincuente: Nicolás lo cubre y Julián dispara al policía (ambos se convierte en delincuentes). En otras palabras, para combatir un sistema corrupto, hay que adoptar su misma filosofía de corrupción.
El problema de las villas en Argentina es un problema universal. La gran mayoría (por no decir todos) de los países del mundo mantienen un sector de marginados y criminales que enfrentan las mismas situaciones de miseria, pandillas, crímenes y drogadicción. ¿A quién podemos culpar? Creo que buscar la respuesta sería como hacerse la eterna pregunta de ¿Quién fue primero, la gallina o el huevo? Estos adolescentes de las villas, como dije anteriormente, nacen y crecen en un ambiente que adoptan como su modus vivendi. Muchos no tienen acceso a una educación. Gran parte de la sociedad se comporta como el sacerdote de la Parábola del Buen Samaritano y opta por mirar hacia otro lado e ignorar la situación, gran parte del gobierno se comporta como el levita y hace lo mismo. Unos pocos adoptan al personaje del Buen Samaritano, pero en nuestra realidad, con el tiempo, muchos se cansan de pelear por una causa sin remedio. Muchos pensarán «que se maten entre ellos allá dentro«… ¿Está mal pensar así? ¿Se resulta tan descabellado dejar a ese grupo marginado regirse bajo sus propias leyes y hundirse solos en su miseria mientras no atenten contra el desarrollo de la ciudad en el exterior de esas villas? ¿Cómo combatimos el individualismo y el egoísmo propio del ser humano que piensa que mientras no los afecte directamente, el problema no importa? ¿Cómo combatimos un sistema que está creado para funcionar bajo corrupción? ¿Cómo hacer que la gente pretenda ayudar sin recibir absolutamente nada a cambio? La historia y la actualidad nos han enseñado que ese pensar ha sido, es y seguirá siendo UTÓPICO (por no decir IMPOSIBLE).
«Elefante Blanco» cuenta con la participación del reconocido actor argentino Ricardo Darín («El Secreto De Sus Ojos») como Julián, el actor belga Jérémie Renier («Le Pacte De Loups» y «In Bruges») como Nicolás y la actriz argentina Martina Gusmán («Carancho») como Luciana. La película obtuvo una nominación como Un Certain Regard en el Festival de Cannes 2012.
Trailer:
Escrito Por: Enrique Kirchman