En la categoría de documental, el Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF) 2014 presentó la película «Burt’s Buzz», dirigida por Jody Shapiro («Green Porn»), quien se incorporó al final de la exhibición para contestar preguntas del público en la sala. Shapiro comentó que mientras trabajaba en otro proyecto con el fotógrafo y apicultor Burt Shavitz, fue que surgió la idea de hacer este documental, ya que su vida le pareció fascinante e interesante. Burt, cuyo nombre real es Ingram Berg Shavitz —que en 1957 se lo cambió deliberadamente a Burt, sin hacerlo legalmente— es el cofundador de la marca Burt’s Bees, que son productos naturales hechos de cera de abejas, y que creó junto a Roxanne Quimby.
El documental inicia presentando la llegada de Shavitz al aeropuerto de Taiwan, como parte de sus viajes de mercadeo de la marca, en la cual inmediatamente quedamos atónitos por el nivel de popularidad que tiene, siendo tratado como una celebridad del rock. Luego, hay un flashback de 6 meses antes de su llegada a Taiwan, para ubicar a Shavitz en su entorno hogareño, natural y cotidiano, mostrándonos ese contraste entre lo que lo define como ser humano y en lo que ha llegado a convertirse. Se puede describir como un hombre sencillo de 76 años de edad, desordenado, que vive una vida simple, en una modesta casa que no tiene ningún tipo de lujo, de hecho, no tiene siquiera los servicios básicos como electricidad ni calefacción. Así es, aunque fundó una empresa, hoy en día multimillonaria, Shavitz lleva una vida campestre, humilde, sin excesos. ¿Por qué? Por un lado, porque no le da importancia a lo material, sino a su calidad de vida, y por otro, porque fue obligado a renunciar a su fortuna, por su socia y una vez pareja, Roxanne Quimby. Burt, quien había iniciado su negocio vendiendo miel de abeja a orillas de la carretera en su camión, iba manejando cuando se topó con una chica que le pidió un aventón. La chica tenía dos hijos pequeños, había sido abandonada por su marido, vivía en una pequeña cabaña y trabajaba en una cafetería; ella era Roxanne. Ambos entablaron amistad y cuando Burt le contó lo que hacía, la ambiciosa Roxanne tuvo la idea de hacer algo con la cera de las abejas y empezaron a hacer velas, y luego otros productos de uso personal. Ambos fueron aprendiendo acerca del negocio y dándole una identidad —se mantuvo el nombre Burt’s Bees que ya Burt le había dado a sus tarros de miel que eventualmente le vendía al mercado del pueblo, además de que su rostro fue utilizado como logo de los productos que posteriormente hizo con Roxanne—, hasta que después de varios años se convirtió en una empresa que vendía $3 millones al año (en 1993). Fue ahí cuando Roxanne decidió mudarse de Maine y Carolina del Norte, abrieron nuevas tiendas y Burt se encargaba de administrarlas. Sin embargo, esa vida de oficina, de negociante, no era lo que Burt quería para su vida ni lo que había imaginado. Él hubiera podido seguir con su pequeño negocio de miel a orillas de la carretera, lo cual le brindaba más que suficiente para subsistir. De hecho dijo que «hay que saber diferenciar entre lo que queremos y lo que necesitamos. Ahí está la clave…» Ese era su pensamiento, a diferencia de Roxanne, quien quería más y más. Para ese entonces, Burt tenía 62 años y Roxanne notaba el desinterés de él, por lo que le recomendó que se retirara y ella se haría cargo del negocio. Sin embargo, la intención de ella era quedarse con todo y se agarró de un romance que tuvo Burt con una joven dependiente de una de sus tiendas, para amenazarlo de que lo demandaría por acoso sexual, al menos que firmara un contrato en el cual le cedía una propiedad (donde vive actualmente) de 50 acres y algo de dinero que no llegaba ni a un cuarto de millón, para que renunciara a la compañía y le cediera su parte de las acciones a ella. Burt no pudo consultar con nadie y firmó. Muchos años después, en 2003, Roxanne vendió el 80% de la compañía en $173 millones, y cuando Burt reclamó —de acuerdo a un artículo de The Daily Beast— Roxanne accedió a darle apenas unos $4 millones más. Sin embargo, en 2006, la empresa fue vendida en su totalidad (incluyendo el 20% que retenía Roxanne) a la empresa Clorox en $925 millones, de los cuales no le tocó absolutamente nada a Burt.
Sin duda alguna, el gran atractivo del documental es su fabuloso personaje. Burt Shavitz es fascinante. Es un solitario, casi ermitaño, que se define como un inadaptado desde muy joven, definiendo un buen día «cuando no viene nadie a casa«. Le gusta estar solo, pero irónicamente su trabajo le exige estar rodeado de personas fanáticas de sus productos cada cierto tiempo. Y es que cuando la empresa fue adquirida por Clorox, Shavitz logró un acuerdo con Burt’s Bees para continuar siendo el embajador de la marca y promocionar el producto, haciendo apariciones públicas en eventos y giras, renovando su contrato cada año. A pesar de su personalidad aislada, Burt tiene un increíble sentido del humor, es excéntrico, un hippie fotógrafo de la actualidad, con una filosofía de vida envidiable, basada en aspectos más armónicos con la tierra y la naturaleza, viviendo en su modesta casa con su perra Pasha a quien adora, y con quien habla por Skype cuando está de viaje. A pesar de haber sido timado por Roxanne, no le duele el dinero que perdió, sino que valoraba mucho a Roxanne como persona. El documental «Burt’s Buzz», en sí, no tiene grandes hallazgos audiovisuales, pero definitivamente está hecho sobre las bases de una historia interesante y un personaje divertido con el que empatizamos inmediatamente, siendo atractiva la idea de conocer la historia detrás de un logo y de una marca, que muchos no conocen. ¡Recomendada!
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Escrito Por: Enrique Kirchman