{Crítica} «Historias Del Canal»: Gran Producción Con Historias Sin Profundidad


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El pasado 9 de octubre se estrenó en Panamá el largometraje «Historias Del Canal», la segunda película de producción panameña estrenada en 2014 y que cuenta con la participación de cinco directores que se encargaron de dirigir cinco historias distintas, relacionadas con el Canal de Panamá, cuyos segmentos llevan como título el año en que sucedió el acontecimiento (ficticio): ‘1913’ fue dirigido por Carolina Borrero, ‘1950’ por Pinky Mon, ‘1964’ por Luis Franco Brantley, ‘1977’ por Abner Benaim («Invasión») y ‘2013’ por Pituka Ortega-Heilbron («Los Puños De Una Nación»). A su vez, el guion de las cinco historias estuvo a cargo de los escritores Alejandro Fadel, Martín Mauregui y Manuel Rodríguez. La película, sin duda alguna, sugiere una gran producción (de unos $2.5 millones de presupuesto), y se nota en la ambientación de sus locaciones, la utilería de acción y de movimiento que utilizaron (como los autos de época), las animaciones y la gran cantidad de actores y extras convocados, entre otros detalles de la puesta en escena. Se destaca, sobretodo, la dirección de fotografía del argentino Marcelo Camorino (de la galardonada película argentina «Nueve Reinas», 2000), con la utilización de varios planos artísticos y otros bastante dramáticos, que sin duda le dan nivel al largometraje. Sin embargo, para estar involucrados cinco directores del país y tres guionistas, la película sufre de serios problemas narrativos que van desde conflictos débiles, hasta historias superficiales con personajes mal caracterizados, guiños ridículos y diálogos poco naturales. Y, por si fuera poco, un intento de querer generar un sentimiento nacionalista, en mi opinión, sin fundamento.

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1. El Problema De Las Historias.

Contar una historia en un cortometraje no es trabajo fácil. El guionista debe procurar darle al espectador toda la información requerida para que conozca el status quo de su protagonista, su objetivo, su conflicto y antagonista, y las barreras y complicaciones a las que se tiene que enfrentar para cumplir ese objetivo. Además, debe procurar que, en poco tiempo, los espectadores puedan empatizar con el personaje, para poder generar emociones y reacciones, sino no tenemos una buena historia. Veamos cada uno de ellas por separado.

  • ‘1913’: Esta fue, tal vez, una de las historias que más me gustó. Todos ubicamos inmediatamente a Clarice Thompson como la protagonista. La chica que está enamorada de uno de los trabajadores del Canal y que aspira a casarse con él. Esta historia tiene su estructura bien marcada, sus puntos de giro, su objetivo y sus complicaciones, pero lo que no nos convence es el antagonista. Uno de los jefes gringos de la construcción se ensaña contra ella, sin razón, aparentemente por racismo, y esto deriva en un problema mayor cuando el prometido de Clarice la defiende del gringo y lo empuja. Ahora el gringo quiere matar el prometido de Clarice y deben huir. Me parece que no hay bases o un desarrollo apropiado de la introducción de estos personajes, que definiera su status quo y que el espectador pueda creerse el hecho de que eso esté sucediendo. Tal vez hubiera sido más creíble si viéramos al gringo cometer actos racistas contra otros trabajadores del Canal, antes de ensañarse con Clarice, pero de entrada le cae mal ella sin razón aparente. Faltó una explicación sustentada. Parece que solo se puso al antagonista ahí para poder contar la historia de amor. Aún así, esta cumplió en mayor medida con una estructura narrativa entendible.
  • ‘1950’: Esta es otra de las que más me gustó. De hecho fue mi favorita. El protagonista es el pequeño zonian llamado Jake, cuyo padre acaba de morir y ahora debe vivir con una depresiva, alcohólica y negligente madre. Jake quiere conocer el exterior de la zona, quiere conocer Panamá. Ese parece ser su objetivo y la antagonista es su madre que le dice que deben de mudarse a Estados Unidos, ya que sin su padre, no tienen razón para seguir en Panamá. Al final, su madre no hace mucho para contradecir la voluntad de su hijo. No es buena antagonista, ya que simplemente dijo que se iban y luego siguió ahogándose en el alcohol, descuidando a su hijo, quien consigue escaparse para conocer Panamá. Pero al final, lo que Jake quería, que era quedarse en Panamá, no lo consigue, porque igual se lo llevan a Estados Unidos. En otras palabras, había un objetivo y un conflicto, pero no había un antagonista fuerte que en realidad definiera los puntos de giro de la historia. Todo se mantuvo plano, para que al final, ni siquiera el protagonista lograra su objetivo.
  • ‘1964’: Esta fue una de las historias más absurdas y ridículas de la película. El haber tomado un evento tan importante e interesante como los hechos del 9 de enero de 1964, y reducirlo a una tonta historia de amor, que al final, terminó siendo de odio y nacionalismo, me pareció de mal gusto. Tantos ángulos que se pudieron elegir, y se optó por el peor. El protagonista es José, cuyo objetivo parece ser conquistar a una gringa llamada Lucy. A pesar de que al principio la muchacha simula resistencia, y de que un día lo toman preso por estar en la zona sin autorización, José no tiene ninguna oposición para conseguir su objetivo. Conquista a Lucy sin problema. Lo único que los divide es una ideología nacionalista y territorial, que efectivamente termina por cambiar los sentimientos de José, de amor a odio. Y así termina la historia, con los enfrentamientos del 9 de enero, nuevamente sin puntos de giro fuertes y perceptibles. Combinan el objetivo amoroso con uno más dramático y no terminan por desarrollar ninguno. Al final, este protagonista tampoco consigue su objetivo (si es que alguna vez tuvo alguno).
  • ‘1977’: Aquí se repite nuevamente el problema de la falta de un antagonista. Silverio consigue un trabajo como chofer de unos gringos involucrados con los tratados del Canal. Poco tiempo después nos damos cuenta que Silverio, quien se hacía el tonto, resultó ser un espía amateur trabajando para un comando panameño, aparentemente bajo la comandancia del General Torrijos. El objetivo de Silverio es grabar las conversaciones de los gringos y entregársela a su comandante. Efectivamente, Silverio lo hace y las entrega (con información errónea). Nuevamente, toman una época crucial de la historia panameña y la recrean con una cómica historieta de un aspirante a espía que pone a su hija a traducir temas políticos controversiales para luego entregarle cualquier traducción a su comandante. ¿No había una historia más seria, interesante y dramática que contar de tan importante fecha de la firma de los tratados Torrijos-Carter? Esto me pareció una burla, para una película que intenta ser un homenaje de los 100 años del Canal.
  • ‘2013’: Esta es la peor de todas las historias. Me parece que es la que no tiene ni pies ni cabeza. El peor error fue haber querido ligar la historia de 1913 con esta, a través del personaje de Clarice Jones, representándola como bisnieta de Clarice Thompson (la que no se pudo casar con su prometido en 1913). Esta historia se basó más que todo en un conflicto interno (que no sirve para contar historias en cine), y que carecía de objetivos, antagonista y puntos de giro. Pésimo cierre para este largometraje, que recurrió al sentimentalismo del final, haciendo un homenaje a los miles que murieron en las construcción del canal, para cubrir sus fallas en el guion.

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2. El Nacionalismo Forzado.

Yo nunca he sido del tipo de ciudadano nacionalista. En mi opinión, ese sentimiento patriótico (en Panamá especialmente) es realmente falso. Los panameños que se hacen llamar nacionalistas se jactan de sus supuestas tradiciones y de que defienden su territorio, mas no se dan cuenta que son víctimas de la aculturación que por más de 100 años ha gobernado nuestros gustos, tendencias y modo de vida. ¿Cómo podemos hablar de nacionalismo, si nuestra moneda es el dólar? Dejémosle ese sentimiento a los venezolanos chavistas o a los cubanos comunistas, por mencionar algunos ejemplos, que sí han soportado calamidades por defender sus ideales en contra del imperialismo estadounidense. ¿Pero nosotros? Estamos tan influenciados que hasta tuvimos una materia escolar de Relaciones de Panamá con Estados Unidos… Ese término no aplica. En «Historias Del Canal», esa intención de querer llegarle al panameño por el lado patriótico se vio muy forzada. No está mal querer guiar la trama por ese lado, lo que está mal es que hayan utilizado historias tan superficiales y poco trascendentales para generar ese sentimiento, siendo que pudieron extraer muchísimas historias mil veces más interesantes y con mayor impacto de los años que decidieron representar. Ese nacionalismo forzado (y falso) se aprecia, sobretodo, en el modo negativo en que representan a los norteamericanos: el jefe de la construcción que era racista e intentó matar al prometido de Clarice, la madre alcohólica que descuidó a su pequeño hijo zonian, la gringa Lucy que se burló de las ideologías de un patriótico José o el gringo que entrevistó en inglés al chofer Silverio y se burlaba de él en su cara por no entender el idioma. Hay un evidente interés por parte de los realizadores de generar un rechazo en el espectador en contra de los Estados Unidos. Hay un interés por querer despertar ese patriotismo y sentir orgullo por el país y por un Canal (que al final, ellos construyeron). Pretenden generar ese sentimiento nacionalista a través de sucesos tan mundanos (hayan o no ocurrido de esa forma en la realidad), sin abordar situaciones mucho más controversiales y políticas. ¿Queremos nacionalismo? ¿Por qué no abordaron historias en las que se proyectara la forma en que el panameño ha perdido su identidad personal y cultural, adoptando la de Estados Unidos? ¿Por qué no se refirieron a los cientos de familias adineradas que solían irse un fin de semana a Miami para comprar ropa? Utilizaron las situaciones más light para representar un sentimiento tan fuerte y a la vez tan delicado en un país cosmopolita como el nuestro, habiendo tantas otras situaciones que despertarían con fervor el alma patriótica de cualquiera que haya vivido o escuchado de aquellas épocas.

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3. Autoburla y Estereotipos.

Nuevamente, los realizadores panameños eligen contar una parte de nuestra historia recurriendo a lo cómico, sin darse cuenta que esa comicidad es una autoproyección de nuestra falta de identidad y nuestra carencia de interés por nuestro pasado. «Historias Del Canal» cae en los mismos errores cometidos por otras grandes producciones hollywoodenses a la hora de representar el espacio latinoamericano. En el corto de ‘1950’, representan a un grupo de pequeños niños zonians que disciernen sobre sus derechos sobre el territorio panameño como ciudadanos de la Zona del Canal (un diálogo bastante irreal para unos niños gringos); mientras que al representar a los niños panameños, los proyectan como niños de clase baja, callejeros, maleantes, que se arriesgan a entrar a una zona restringida para robar mangos. ¿Notan la diferencia? En el corto de ‘1964’ se repite la misma situación cuando representan a un grupo de adolescentes gringos, discutiendo temas muy elocuentemente, mientras exponen a José y sus amigos como unos payasos ignorantes, que no pueden retener ni dos palabras en inglés de memoria. En la historia de ‘1977’ sucede lo mismo a través del personaje de Silverio, que es representado como un ignorante, «juega vivo» de clase humilde. La película recurre a la autoburla, que es efectiva porque el espectador se rió con los niños panameños tumbando mango y con los adolescentes que no sabían decir nada en inglés y con Silverio haciéndose pasar por un espía inexperto. Tiene un efecto comercial, pero la ideología que transmite a los panameños va en detrimento de nuestra identidad.

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4. Las Actuaciones.

Debido a las grandes fallas del guion en cuanto a estructura y a los diálogos poco naturales y poco dinámicos, era de esperarse que las actuaciones no serían las mejores. Personajes como el jefe de la construcción de 1913 y el comando al que Silverio le rendía cuentas, eran deplorables. Actuaciones que se pasaban de lo expresionista y teatral para caer en lo amateur. Sin embargo, actrices como Lakisha May (que interpretó a Clarice Jones/Clarice Thompson) le sumaron nivel a la película, con interpretaciones bastante dramáticas. Aunque debo decir que mis favoritos fueron Charlie Goldstein (que interpretó al pequeño zonian Jake en ‘1950’) y Luis Manuel Barrios (que interpretó a Silverio en ‘1977’), ya que se podía percibir naturalidad en su forma de hablar y en sus expresiones corporales, además de que fueron los que más empatían llegaron a generar en el espectador, debido a que se profundizó más en sus historias y caracterizaciones.

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5. Errores Garrafales. 

Además de lo ya señalado, el filme cometió algunos  errores realmente imperdonables. Uno de ellos fue el guiño ridículo que hicieron al representar en el corto ‘1977’ al General Omar Torrijos hablándole a Silverio en la parte de atrás del auto. Me pareció una aparición burlesca en una escena que solo pretendía generar risas y no respeto a semejante personalidad de la historia panameña. Otro error fue la forma en que se expresaban los jóvenes en la historia de 1964. Yo no seré de la época, pero dudo mucho que en aquel entonces, unos estudiantes del Instituto Nacional (que era una escuela respetable de la época) mencionaran el panameñismo «awebao» cada dos palabras cuando hablaban, cual «yeyesitos«. Creo que las muletillas de aquel entonces debieron ser otras, y más en unos jóvenes que no eran de clase alta. Y, finalmente, lo más ridículo fue la mención que hacen de la familia Tagarópulos (fundadores de Supermercados El Rey, patrocinadores de la película), como los que le dieron la oportunidad a la madre del personaje Clarice para trabajar, etc, exponiéndolos como héroes panameños, cuando el único fin de su mención es porque patrocinaron parte de la película. ¡Lamentable error!

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Trailer:

Escrito Por: Enrique Kirchman

14 comentarios en “{Crítica} «Historias Del Canal»: Gran Producción Con Historias Sin Profundidad

  1. Vaya finalmente alguien objetivo, en Panama todo el mundo se emociona con malos guiones, malas direcciones y pésimas actuaciones y ya están soñando con el Oscar. Por Dios!

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    1. Gracias por tu comentario, Luis… Estamos iniciando y todavía nos falta un largo camino por recorrer. Argentina tiene un siglo haciendo cine y tienen dos Oscar… No se puede pretender que con un año de cine, nosotros ya podamos aspirar a uno… Saludos! Y gracias por leer Pantallas!!!

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      1. De nada Enrique. Mi comentario anterior no buscaba denigrar el cine que se está haciendo, pero si resaltar la falta de objetividad del público en general y falta de autocritica de los cineastas, que parecen conformarse con poco. No hablemos de presupuestos porque puedes hacer una historia genial de dos personajes en una sola habitación con un gran guión, y excelentes dirección y actuaciones, ejemplos hay muchos y el talento existe en Panamá, falta seguir la receta y no inventar el agua fría.

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    2. si estoy totalmente de acuerdo pero la gente tiene derecho soñar creo que vamos bien ecaminados solo que falta mucho por caminar por soñar la gente logra muchas cosas claro tratar de ser realistas tan bien

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  2. Excelentes comentarios! Definitivamente, cuando mencionas cada cosa, es que yo caigo en cuenta y veo todos los criterios que estás tomando para dar una opinión, pero yo sola no me dí cuenta cuando miraba la película. Me cautivó mucho la historia del niño! Gracias!!

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  3. Reproduzco unas notas que vertí en Facebook, al cual casi todo mi círculo de amistades ha sido indiferente:
    En general, mi voto para «Historias del canal» es 5/10. Para mí los mejores segmentos son el que abre y el que cierra, firmados por Carolina Borrero y Pituka Ortega, que están relacionados. A pesar de que son historias que igual pueden ocurrir en Martinica o Misisipí, me gustan por su factura y porque percibí afecto hacia los personajes. El de Pinky Mon me pareció el peor, no por Pinky, que hizo lo que pudo, sino por una historia de zoneítas con la que no me conecté en absoluto; y por las actuaciones malas, incluyendo los «cameos» nacionales en papeles de zoneítas. El de Lucho Franco tiene su cosita afectiva… yo le hubiera dosificado el planfetismo o hubiese dicho lo mismo de otra manera, pero el talón de Aquiles es el romance bobo entre institutor y gringuita. Es blandengue, sobre todo, cuando se alude al «affair» real que tuvo un negro con una gringa en la Zona del Canal, recogido por Joaquín Beleño en una de sus novelas. El de Abner Benaim compite con el de Pinky al segmento más malo. No solo es ofensivo y racista, sino que desaprovecha un momento histórico clave en la historia del canal (la firma de los tratados Torrijos-Carter, que le pusieron fecha al final del manejor del canal por el ejército USA… al menos, de forma directa, si hay quien insista en que aún lo hace desde el Pentágono). Eso sí, Luis Manuel Barrios está muy bien como un chofer con ínfulas de James Bond, con buen apoyo de José Ángel Murillo como una mezcla de «M», el jefe de Bond, un batallonero y un seguroso. Un guion hecho por un cubano y dos argentinos no arroja buen saldo y, como dijo mi amiga Christina McGrath, «yo sentí muy poco al panameño presente». Todos los panameños tenemos historias personales sobre el canal, pero aparte de cada uno de nosotros, la historia tiene relatos valiosos y de mayor impacto, desde cómo Manuel Amador Guerrero nos vendió por un millón de dólares, a la ampliación que ha provocado un nivel de vida ficticia en el país, que beneficia a un par de bolsillos, pero que le es ajena a la mayoría.

    Y en otro mensaje, escribí:
    En el segmento «1964» de «Historias del canal», en una rara tienda de discos (y digo rara, porque yo iba a tiendas de discos para entonces, tenían otra apariencia y no había ninguna en el Casco Antiguo), hay en la tablilla de una pared, a la venta, un disco de Thelma Houston de 1975, «I’ve Got the Devil in Me», que tiene la particularidad de que tanto instrumentos como su voz fueron grabados al unísono, no como se hace usualmente: la pista primero y luego el/la cantante añade su voz. Al año siguiente Thelma (que es mi cantante afronorteamericana favorita) obtendría un megaéxito y en 1977 un Grammy por la excelente «Don’t Leave Me This Way», un verdadero «himno de discotecas» si los hay, para mi gusto superior a «I Will Survive». Pero, bueno, eso es otra historia… Además, en el mismo segmento, hay hidrantes rojos, que no recuerdo que hubiera en mi barrio en esos años (crecí en el Casco)… y quién sabe qué más. Sé que es difícil hacer filmes de época en una ciudad que destruyen a la menor provocación, donde se borra la memoria, donde todo es visto como «viejo» (hoy intenté comprar un relojito despertador tradicional, con sus tres bracitos, horario, minutero y secundero… ¡qué ilusión!; y que ni se me ocurra buscar un disco de La Lupe en acetato -que está muy valorado hoy día- por ahí), pero, vaya… los LPs tienen la fecha atrás: obviamente este LP de Thelma Houston no es de 1964, de modo que no lo pongas; o cierra el encuadre y deja por fuera el hidrante rojo. Debe haber muchos otros ejemplos, pero esos «gazapos» de la directora de arte argentina del filme, Marcela Bazzano, fueron los que me hicieron gracia. (EST).

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    1. Excelente tu comentario Edgar!!! Y debo decir que excelente ojo para captar esos detalles de la producción… Aunque discrepamos en nuestras historias favoritas de la película, al menos coincidimos casi en todo… De hecho, yo también le di 5/10… Gracias por dejar tu comentario, y por leer Pantallas. Espero que la gente lo vea como críticas constructivas, ya que estamos empezando en el ámbito cinematográfico y el propósito es mejorar, no aceptar cualquier cosa.

      Saludos!!

      Enrique K.

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    1. Gracias por dejar tu comentario y por leer Pantallas Loreyna… Creo que en el caso del personaje de Lakisha May en específico, no requería que fuera panameña, ya que en la historia de 1913, ella no era panameña y en la historia de 2013 la presentaban como que había vivido toda su vida en Nueva York, así que me parece que en el caso particular de ella, se justifica. No sé del resto, la verdad. Saludos!

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  4. Hola Enrique! Estoy totalmente de acuerdo 150% con la critica que haces de la pelicula. En lo personal soy un cinefilo extremo, por lo que gracias a mis vastas birrias cinematograficas y research personal sobre todos los ambitos del cine, he aprendido a ver y valorar mejor las peliculas, aparte de tambien separar lo excelente de lo ridiculo. Cuando yo verti mi plomera sobre este simulacro cinematografico, me miraron como si fuera un sacrilego. Desde lejos se nota que a los pseudo-directores que trabajaron en esto les falta mucho camino por recorrer. Es impresionante que para una fecha tan importante y para todo panameño memorable, se haya utilizado este bodrio como bandera cinematografica de representacion de nuestros 100 años del canal. Creanme que si yo estuviera presente en el screening de esta cosa, hubiese elevado mi voz de protesta. Mas que hacernos ver bien, solo sirve para subrayar lo neofitos que somos cinematograficamente. Lastima, ya que habia tanto espacio y potencial para hacer algo magistral… El problema es que si hubiesen traido un director internacional, las voces de protesta no se harian esperar. Se la ponen en manos a directores panameños y miren lo que sucede… o sea!

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    1. Gracias por tu comentario, Paul, y por leer Pantallas. La verdad es que debemos saber autocriticarnos para aprender de nuestras fallas. Tal vez en unos años, los directores de esta película mirarán atrás y dirán «qué mal dirigí esta película»… No serán los primeros ni los últimos en admitirlo. El problema es que el cine de Panamá está atravesando un problema actualmente, y es que solo se está apoyando el cine de la clase «pudiente»… Yo creo que en Panamá hay potencial, pero lastimosamente no son apoyados de la misma forma… Saludos!

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