Desde que vi «The Royal Tenenbaums» (2001) me convertí en un fiel admirador de las películas de Wes Anderson. Indudablemente, lo que más destaca en todas sus películas es la dirección de arte y la fotografía, pero cuando vemos detenidamente cada una de sus obras, nos damos cuenta que todo funciona perfectamente como un engranaje junto a su espectacular historia, manteniendo una estética juguetona, vintage, de humor refinado, con diálogos elocuentes y delicados, casi como un libro que cobra vida, contando cada una de sus partes divididas en capítulos. Son comedias intelectuales para adultos, con tenues tintes sensuales que nos resultan atractivos. Lo mismo confirmé cuando vi «Moonrise Kingdom» (2012), otras de mis favoritas de los apenas ocho largometrajes del director.
Sin embargo, a pesar de que «The Grand Budapest Hotel» prometía ser una divertida comedia, no llenó mis expectativas en cuanto a guion y relato, aunque sí logró deslumbrarme con su estricta simetría fotográfica, su hermosa paleta de colores en el decorado y una dirección de arte en general digna de Anderson. De hecho, de las nueve nominaciones que recibió en los Oscar 2015, «The Grand Budapest Hotel» ganó exactamente en aquellas que merecía: Mejor Diseño de Producción, Mejor Maquillaje y Peinado, Mejor Vestuario y, por supuesto, Mejor Partitura Musical para Alexandre Desplat, siendo este último un aspecto realmente importante en las películas de Anderson, ya que su selección musical siempre va de acuerdo a la ambigua temporalidad de sus ambientes y personajes, así como de la tonalidad del género que trata.
Pero, ¿qué fue lo que no me terminó de gustar de la historia? Creo que en comparación con las anteriores producciones mencionadas, esta no me pareció tan intelectualmente cómica. La premisa gira alrededor de Monsieur Gustave, el administrador del Grand Budapest, quien sostiene una amorío con la dueña del hotel, una anciana multimillonaria que muere repentinamente y le deja en herencia una valiosa pintura y el hotel. Esto escandaliza a la familia, principalmente al codicioso hijo Dmitri, quien acusa a Monsieur Gustave de asesinar a su madre y le monta una persecución con un asesino llamado Jopling, además de provocar la cacería de la policía. En resumidas cuentas, la película trata de las peripecias que atraviesa Gustave junto a su fiel botones Zero hasta aclarar el malentendido.
La historia parece entretenida, sin embargo, en mi opinión, se salió un poco del estilo de Anderson. Por ejemplo, si bien el director siempre había abordado la sexualidad desde un enfoque común pero con matices platónicos o de amores prohibidos —en «The Royal Tenenbaums», cuando Margot (interpretada por Gwyneth Paltrow) se enamora de su hermano Richie (Luke Wilson) o en «Moonrise Kingdom», cuando el pequeño y aventurero Sam (Jared Gilman) se escapa con su amante y joven Suzy (Kara Hayward)—, en esta última película me parece que sobrepasa las insinuaciones que manejaban en sus anteriores filmes (sugiriendo un posible incesto y un prematuro escape sexual respectivamente), para ser mucho más explícito y hasta cierto punto vulgar y grotesco, mostrando el acto sexual en sí de las andanzas del casanova de ancianas Monsieur Gustave, quien tenía una fascinación por la gerontofilia (o sexo con ancianos). La película mostró desnudos e imágenes fuertes, como el cuadro que mostraba a dos mujeres exhibiendo sus genitales, el cual Monsieur Gustave y Zero colocaron en la pared donde estaba la valiosa pintura que había heredado. Incluso, el lenguaje utilizado en el diálogo de los personajes fue mucho más soez, usando frecuentemente palabras como «fuck«, «bitch» y «shit«, que aunque son muy normales en filmes hollywoodenses, en las de Anderson no solía aparecer palabras tan mundanas y populares.
Otro aspecto muy presente en esta película y que está ausente en sus anteriores es la violencia. Esta película presentó el uso frecuenta de actos violentos, asesinatos, sangre y muerte, como los dedos que le fueron cercenados al abogado Kovacs, las frecuentes escenas de golpes en la cara, o los policías que son asesinados por el reo que intenta escapar de la cárcel. Este tipo de escenas no suelen ser usuales en sus películas.
¿Significa que Wes Anderson está mutando de lo sutil a lo explícito? Esperemos que haya sido un descuido en esta película solamente, ya que por el tipo de estética visual y de género que maneja, resulta más apropiado el manejo sutil que le daba al tratamiento de estos aspectos sexuales y violentos, que recurrir a lo vulgar y obvio para causar risas. Definitivamente que algunos aspectos típicos de sus películas no cambian, como el uso de la voz en off, la estructura de la película por capítulos, los personajes excéntricos, los encuadres perfectos que son como obras de arte cuadro por cuadro, la paleta de colores donde dominan dos o tres colores (en este caso los rosados y morados), los particulares movimientos de cámara en paneos sobre el eje muy puntuales y precisos, entre otras características. Pero insisto en que hubo un cambio muy radical en su historia, lo cual no disgusta, pero tampoco termina de gustar, principalmente para quiene seguimos su carrera de cerca.
«The Grand Budapest Hotel» cuenta con un gran elenco, muchos de ellos musas de Anderson, entre los que se encuentran Ralph Fiennes («Skyfall»), F. Murray Abraham («Homeland»), Adrien Brody («King Kong»), Willem Dafoe («Spider-Man»), Jude Law («Side Effects»), Edward Norton («Birdman»), Tilda Swinton («We Need To Talk About Kevin»), Saoirse Ronan («The Lovely Bones»), Owen Wilson («Marley & Me») y Tony Revolori («Umrika»).
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Escrito Por: Enrique Kirchman