Al ver hoy el final de la quinta temporada de «Game Of Thrones», me puse a analizar y he llegado a la conclusión de que esta serie es indudablemente un fenómeno revolucionario de la televisión (y de la literatura, por supuesto). Pero, ¿por qué lo considero así? No lo mido por su masiva audiencia, ni por lo rápido que se convierte en tendencia de Twitter con cada episodio (especialmente los finales), sino porque se podría decir que es una de esas pocas series que maltrata emocionalmente al espectador, y este sigue ahí, fiel, a pesar de que diga lo contrario en las redes sociales.
El creador de este fantasioso mundo de dragones, caminantes blancos y la eterna lucha de poderes, George R. R. Martin, ha logrado desarrollar una relación masoquista entre los televidentes y la serie, envolviéndolos en su trama, cautivándolos con sus personajes, generando la más estrecha de las conexiones con sus personajes protagónicos, para luego arrebatárselos de la manera más cruel e inesperada. ¡Gritamos! ¡Maldecimos! ¡Juramos no volver en la próxima temporada! Pero… ¡Regresamos por más! «Game Of Thrones» es nuestra droga, la adicción cuyo mayor trauma (y toco madera) vendrá cuando la serie llegue a su final definitivo. Pero por el momento, ni pensemos en ese desafortunado día.
Martin y los productores de la serie, David Benioff y D. B. Weiss, realmente dan un paso muy riesgoso con cada final de temporada. En la primera nos hicieron empatizar con un fiel y bondadoso Ned Stark, para luego decapitarlo. Lograron despojar la actitud machista de Khal Drogo y convencernos de que era el ideal para Daenerys, para luego matarlo con lo que parecía una herida superficial. Dos de los protagonistas líderes de la serie salían de la historia, pero magistralmente el escritor se tomó toda la segunda temporada para brindarnos nuevos líderes a quienes seguir. De ahí que además de los usuales Tyrion Lannister y Daenerys, empezamos a apegarnos a Robb y Catelyn Stark, a quienes masacran en el infame episodio nueve de la tercera temporada: ‘The Rains Of Castamere’. Nos dieron un pequeño susto cuando Ygritte casi mata a flechazos a Jon Snow, pero este logró sobrevivir. Así que se convierte en nuestro nuevo héroe. Como no he leído los libros, en mi cabeza Snow y Khaleesi podían fácilmente ser la pareja líder de los Siete Reinos al final de la historia, como un verdadero happy ending, sin embargo, ahora nos arrebatan a Snow en este final de temporada con un sorpresivo episodio 10, titulado ‘Mother’s Mercy’, en el que no nos esperábamos una muerte tan impactante, ya que nos confiamos que el episodio nueve era el emocionalmente perturbador, con la cruel muerte de la princesa Shireen Baratheon quemada en una hoguera y con la magistral entrada de Drogon para salvar a Khaleesi en Meereen.
Parece que son las temporadas impares las que son de temer para los televidentes, porque la segunda fue meramente tranquila, y la cuarta fue más que todo de venganza y retribución. Y eso que no estamos contando muertes secundarias que también nos afectaron, tales como las de Syrio Forel, Oberyn Martell, Talisa Maegyr, Barristan Selmy, entre otros. Indudablemente, el espectador sufre más con esta serie de lo que obtiene satisfacciones. Nuestros pocos momentos de gloria han sido:
- Cuando Khal Drogo derramó oro derretido en la cabeza de Viserys Targaryen, hasta matarlo.
- Cuando Joffrey muere envenenado gracias al complot entre Lord Baelish y Olenna Tyrell.
- Cuando Tyrion Lannister ahorca a su examante Shae y asesina a flechazos a su padre Tywin Lannister.
Estos son realmente los pocos grandes momentos de satisfacción que hemos obtenido a lo largo de cinco temporadas. Cierto que hay otros pequeños momentos, como que Lord Baelish lanzara a la hermana de Catelyn Stark, Lysa Arryn, al abismo o cuando Sam mató a uno de los caminantes blancos, pero estos no compensan el estrés psicológico que hemos sufrido con la muerte de los Stark solamente. Lo peor del caso es que justamente cuando podemos sentir satisfacción por el ajusticiamiento a otro personaje, ya es demasiado tarde, porque Martin y los productores han logrado encariñarnos con ellos, o al menos, despojarlos de aquello que los hacía tan villanos. Y hay varios ejemplos:
- Desde la primera temporada odiábamos a Jaime Lannister por el simple hecho de ser el responsable de la parálisis de Bran Stark, pero ahora, desde que Catelyn lo tomó prisionero y se juntó con Brienne Of Tarth, Jamie se ha reivindicado con los televidentes, y ahora hemos desarrollado cierto apego con su personaje. En otras palabras, Jamie es de los buenos, lo que lo hace una potencial víctima (¿será que la misma hermana/amante Cersei lo llega a asesinar?)
- El primer y único amor de Jon Snow, la salvaje Ygritte, también fue otro caso. Primero capturó a Jon y lo mantuvo prisionero, luego se atraen hasta el punto de que hace que Jon renuncie a sus votos de celibato. Sin embargo, luego de que Jon escapa de la aldea de los salvajes para ir al Muro, volvemos a odiarla por tratar de matarlo, pero aún así nos dolió cuando Ygritte murió, porque sabíamos que en el fondo, ambos se amaban.
- Sandor ‘El Perro’ Clegane fue otro personaje que pasó de odiado a querido. Empezó fiel a los Lannister, luego se convirtió en una especie de protector de Sansa, para luego pasar a tomar prisionera a Arya, llegándola a proteger también. Sin embargo, cuando finalmente Brienne quiere liberar a Arya de El Perro, deseamos que no lo mate, porque al final él había desarrollado una buena relación con Arya, aunque esta nunca lo perdonó.
- Ahora tenemos el caso de Cersei. Después de Joffrey, es tal vez uno de los personajes más odiados de la serie, sin embargo en este último episodio la vimos sufrir tanto, y verla avergonzada, adolorida y honestamente arrepentida, que ya seguramente se debe estar formando un «team Cersei«, porque en la sexta temporada seguro vendrá con sangre en los ojos para acabar con el High Sparrow de la secta religiosa.
¿Por qué terminamos empatizando con quienes una vez detestamos? Porque hemos perdido a nuestros iniciales héroes y conocemos tan bien a los villanos, que ante el mínimo acto de bondad, quedamos enganchados con ellos. Nos hemos apegado tanto, sin darnos cuenta, a cada personaje (bueno o malo), que nos es fácil reemplazar a los protagónicos que Martin desecha en cada final de temporada. Estoy más que seguro que alentaremos a Cersei, sencillamente porque por el momento la mitad de los Stark han muerto, por lo que su venganza indirectamente se ha cumplido ya, y ahora hay un poder superior al que estamos empezando a detestar: al High Sparrow de la secta, y creemos que Cersei es la única que puede hacerle la batalla y acabar con él. Y a este no lo detestamos por lo que le hizo a Cersei precisamente, sino por encarcelar a la reina Margaerys Tyrell y a su hermano Loras. La expiación de Cersei fue solo la gota que derramó el vaso, porque aunque la detestamos, nos afectó ver la humillación por la que atravesó.
La sexta temporada tendrá mucho que aclararnos. ¿En realidad murió Jon Snow? ¿Será que Melisandre lo revivirá? ¿Será que el plan de Melisandre fue siempre acabar con Stannis Baratheon, para hacerle paso a Snow como líder? ¿O será que Snow se une a los caminantes blancos, luego de que en el episodio ocho, el rey de los caminantes se le quedó mirando con desafío? Lastimosamente nos toca esperar hasta abril de 2016, y prepararnos para lo que podría ser una de las temporadas más impactantes, cuando regresen con Khaleesi como ¿prisionera? de lo que parecían ser Dothrakis, una Arya ciega, un Jaime con sed de venganza por la muerte de su hija que recién lo había aceptado como padre, un Tyrion Lannister como líder de Meereen y una horda de caminantes blancos en plan de ataque.
¡Que Viva Jon Snow!
Escrito Por: Enrique Kirchman