{Crítica} «Salsipuedes»: ¡Buena Fotografía Y Gran Talento Infantil! Aunque Algunas Fallas En El Guion


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 En el marco del Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF), los directores Ricardo Aguilar Navarro (de Panamá) y Manolito Rodríguez (de Cuba) estrenaron la película panameña «Salsipuedes», un drama, que con solo el título, generó gran expectativa en el espectador local. Protagonizada por Elmis Castillo, con las actuaciones adicionales de Lucho Gotti, Maritza Vernaza, Jaime Newball, Daniel Gómez Nate y la talentosa actriz cubana Alina Rodríguez («Conducta»), para quien la película fue dedicada debido a su fallecimiento en julio del año pasado, «Salsipuedes» se suma a la lista de filmografías panameñas que buscan demostrar que en Panamá hay historias que contar, y sobre todo, quien las cuente.

«Salsipuedes» viene con un aire distinto a lo que hemos visto hasta ahora en producción local, alejándose de la inclinación por lo histórico y la rebusca del pasado, como lo hizo «Invasión», «Historias del Canal» y «Caja 25», para optar por algo más mundano y contemporáneo, delimitando sus locaciones naturales a las áreas del Casco Antiguo y alrededores, desde donde se puede percibir, a través de la fotografía cada vez más característica de Carlos Arango de Montis (quien fue director de fotografía del documental «The Act Of Killing», nominado al Oscar), el contraste social del país en la actualidad, sumiendo al espectador en un ambiente de pobreza, delincuencia y supervivencia, mientras que a lo lejos se perciben los rascacielos tan predominantes del paisaje citadino.

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Mediante una osada estructura narrativa de flashback escrita por Manolito Rodríguez, «Salsipuedes» relata dos historias en paralelo: la del presente, que nos muestra al protagonista Andrés, adulto y recién llegado de Washington, donde pasó la mayor parte de su niñez y adolescencia, intentando adaptarse a lo que fue su pasada vida, con sus amigos, familia y antiguo amor, mientras que enfrenta la ausencia de su abuelo mentor y la falta de conexión con su padre criminal. A la vez, tenemos la historia del pasado, que nos muestra a un Andrés niño y su vida de barrio antes de ser enviado a Estados Unidos por su madre. De esta opción narrativa del guion, destaca principalmente la acertada elección de los actores infantiles, quienes demostraron un talento nato que en mi opinión debe ser reforzado y explotado profesionalmente para ir asegurando en Panamá una generación actoral de calidad. La verdad es que los tres personajes principales infantiles logran despertar distintas emociones en el espectador, quien empatiza con ellos rápidamente y agradece cada vez que aparecen en pantalla, algo que no ocurre cuando aparece Andrés adulto en la historia del presente… El personaje de Elmis Castillo (Andrés) fracasa en generar empatía debido a una mala caracterización del personaje que deriva en una pobre interpretación; no quiere decir que Castillo sea mal actor, simplemente que no supo construir el personaje por la falta de información desde el guion; ya que demostró que tiene talento en la escena en que le reclama a su madre que le haya mentido (casi al final), alcanzando su momento dramático más alto en la historia. Su historia es la principal, sin embargo, es la más lenta y carece de puntos de inflexión o de giros muy marcados. La vida de Andrés adulto no es interesante, por un lado, porque no está claro cuál es el objetivo. Sabemos que quiere encontrar a su padre y que eso motiva la acción pero, ¿por qué lo quiere encontrar? El padre está lejos de ser un rol a seguir, por lo que representa la resolución de nada más que un capricho y un conflicto interno del protagonista, que termina intercediendo en la trama y ralentizando el ritmo escénico. Debido a que la trama oscila entre un conflicto interno y externo ambiguo, no está claro quién es el antagonista (¿el medio que lo rodea o él mismo?), por lo que los intentos por encontrar a su padre no se ven como intenciones muy marcadas de alcanzar su objetivo (Andrés solo va de persona en persona preguntando dónde está su padre, sin realmente esforzarse demasiado).

Por otro lado, la subtrama o línea de relación dedicada a la parte romántica no fue completamente desarrollada, sino sugerida con unas cuantas escenas enternecedoras que no terminan por envolvernos. El protagonista no se esfuerza por nada, y eso es lo que lo hace tan lineal y aburrido. Adicionalmente, imponen un suspenso con la secreta relación de los padres de Andrés, que este descubre con gran sorpresa ya que la madre pregonaba su odio hacia el padre, entonces queda sin sustentarse el por qué una madre separaría a su hijo de su padre, si aún lo ama… Algunos dirían que para protegerlo de que no heredara la actitud delincuente de su padre, pero me sigue pareciendo irónico o paradójico amar a una persona que consideras tóxica para tu hijo… Creo que ese aspecto crucial de la película, que no estuvo mal, debió haber sido mejor abordado narrativamente y tal vez hubiera tenido un mejor efecto.

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Volviendo a las escenas de flashback, estas pretendían contar una historia en paralelo, pero carecen de estructura. En lugar de contar otra historia, lo que hacen es justificar situaciones del presente con recuerdos del pasado, como por ejemplo, explicando la relación amorosa de Andrés, su idolatría hacia su padre boxeador y su relación con el abuelo. En otras palabras, en la historia del pasado, en la que Andrés niño sigue siendo el personaje principal, no hay un conflicto ni objetivo, solo se presenta como apoyo a la historia del presente, porque incluso, las transiciones del pasado al presente y viceversa, no se hacen a través de puntos de inflexión importantes de la trama, como exige este tipo de estructura narrativa, sino que se hacen indiscriminadamente, y como resultado se pierde el ritmo de la acción.

Vista de forma global, «Salsipuedes» es una obra cinematográfica bien intencionada, con una propuesta dramática interesante, pero con algunas fallas narrativas. Fotográficamente es atractiva, sobre todo con composiciones armoniosas, que aprovechan las fachadas de los escenarios naturales, a través de la cual, como mencioné anteriormente, se pueden apreciar las analogías sociales. Una de las escenas que visual y narrativamente me gustaron fue la de la danza de los congos; un agregado cultural distinto, aunque explicado muy obviamente en voz off, pero con vistosidad y originalidad, que aborda otra parte de la cultura panameña que hasta ahora no había tenido tanto protagonismo en cine.

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Seguimos avanzando en el cine panameño y eso es lo que importa. Ricardo Aguilar Navarro y Manolito Rodríguez hacen una propuesta que sin duda quedará en los anales del cine panameño como una obra que se atreve a explorar otros géneros en el cine local, a través de la cual hay una denuncia de diferencias sociales, como también, la constante crítica a la prepotencia y abuso de autoridad que generalmente manifiesta la Policía Nacional… Pero sobre todo nos quedamos con una idea amarga, que puede o no ser real, me refiero a la resolución del personaje de Andrés, que a pesar de haber vivido la mayor parte de su vida fuera del barrio humilde en que nació y alejado de su padre delincuente, regresa para caer en un inevitable círculo vicioso, y termina asesinando a alguien (para salvar a su padre de sus fechorías), y de cierta forma, perteneciendo a ese mundo del que su madre siempre quiso mantenerlo alejado. La película termina con Andrés saliendo de la cárcel y su madre esperándolo afuera, una escena presentada de una forma casi que cotidiana y normal para madre e hijo, como premonición de que el destino lo llevará de vuelta a ese preciso momento, cual deja vu. De aquí se desprende también la idea de la importancia de la familia como primera institución social de todo ser humano; independientemente de la educación que recibió Andrés en Estados Unidos, su familia es su pilar más fuerte, y si este pilar está resquebrajado, difícilmente los estudios afuera repararán eso que por deber le corresponde a la familia y que no se puede dejar a la suerte de las instituciones educativas.

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Trailer:

Escrito Por: Enrique Kirchman

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