***Advertencia: Datos Importantes De La Película Son Revelados***
Reitero la advertencia… Si no han visto la película, les invito a que dejen de leer el artículo en este momento, para no estropear su experiencia de interactuar con la obra al verla, analizarla, interpretarla y hacer como yo hice después: tratar de recordar cada escena a la que no le encontré explicación antes de llegar al desenlace y buscarle su analogía o simbolismo. Y es que «Mother!» no es una película sencilla de ver, y si uno se deja guiar por el trailer, puede llegar a pensar cualquier cosa, menos lo que en realidad resulta ser. Pero supongo que cuando sabes que Darren Aronofsky («Black Swan») es quien está dirigiendo, te imaginas que cualquier cosa puede pasar.
Sin lugar a dudas, ver «Mother!» es toda una experiencia y no es de las más placenteras. Su primer acto es bastante lento, con planos y escenas largas cuya focalización interna está centrada en el personaje de Jennifer Lawrence («The Hunger Games») —cuyo nombre nunca escuchamos—, acompañada de su esposo escritor de poesía, interpretado por Javier Bardem («No Country For Old Men») —cuyo nombre también desconocemos—, quienes viven en una casa inmensa, en reparación, en el medio de un bosque. Hay poco diálogo al inicio y acciones muy poco relevantes, tanto así que uno se empieza a incomodar. Luego llega el detonante con la entrada de un tercer personaje, masculino (Ed Harris), que desestabiliza la relación de la pareja… Este personaje trae consigo a su mujer (Michelle Pfeiffer), que resulta ser imprudente, incomodando a la dueña de la casa. Desde entonces, todo es un caos inexplicable, que oscila entre el suspenso, una trama psicológica casi enfermiza e incluso situaciones que rayan en lo cómico. Comienzan a sumarse personajes extraños, todos sin nombre, que parecen no contribuir a una línea de acción clara. Solo sabemos que la protagonista es la dueña de la casa, y su objetivo es echar a los invasores de su casa y poder estar en paz sola con su esposo. En algún punto del segundo acto, ella queda embaraza y ahí es que todo se va a la mierda (disculpen mi francés, pero si vieron la película lo entenderán). Comienzan a suceder cosas insólitas, que seguro les dejaron con la boca abierta preguntándose «¿Qué es esto que estoy viendo?», y consideran levantarse de la sala e irse… Tal vez se fueron sin ver el final… Estoy seguro que muchos lo hicieron, pero luego no pudieron comprender la analogía de Aronofsky, que también fue el escritor de la película.
Al final, cuando la casa explota, incendiada por la dueña, la vemos a ella moribunda, en brazos de su esposo totalmente sano. Ahí pensamos: «él es el demonio y esa casa era el infierno» —y me recordó mucho a «El Ángel Exterminador» (1962) de Luis Buñuel, cuya trama se desarrolló dentro de una casa en la cual la gente se despedía pero nunca se iba—, pero luego lo escuchamos decir que la quiere llevar a ella al inicio, empezar de nuevo y ahí entendemos: Bardem interpreta a Dios y Lawrence a la Madre Tierra. Harris es Adán, Pfeiffer es una mezcla (en mi opinión) de Eva con Lilith (que en la tradición judía fue la primera mujer en la Tierra, enviada al infierno por revelarsele a Dios, y luego fue que se creó a Eva). De ahí que cuando la pareja de intrusos quiebra el cristal que con tanto recelo guardaba el escritor (que este extrae al final del vientre de su esposa), en realidad simboliza cuando Adán y Eva muerden la manzana del árbol de la vida (el pecado original), y acto seguido se revelan y son expulsados del paraíso, palabra que textualmente usa la dueña de la casa para describir su propósito de reconstruir su hogar. Los hijos de la pareja de intrusos, que llegan inesperadamente peleando un testamento, eran Caín y Abel (de ahí que uno mata al otro por celos del amor de sus padres) y el bebé que tiene la dueña de la casa, pues… a estas alturas ya sabemos que era Jesús.
Lo que hace Aronofsky es resumirnos de una forma muy audaz la historia de la humanidad, desde su metafórico génesis, con referencias bíblicas: un hombre poeta que no encuentra inspiración, refiriéndose a Dios antes de la creación del hombre y la mujer, mientras que la dueña de la casa va reconstruyéndola, levantándola de lo que una vez fue cenizas; tal cual la representación que se hace de cómo fue creada la Tierra. De ahí viene la historia de Eva, Adán, Caín y Abel, cuyos personajes demuestran inmediatamente devoción por el personaje de Bardem. Y se avanza luego al nacimiento de Jesús, venerado por la multitud que luego termina matándolo y comiéndoselo, lo cual hace referencia a la Eucaristía (recibiendo el cuerpo y la sangre de Cristo).
Hay un hacinamiento en la Tierra, sobrepoblación, guerras y odio. En medio de todo el caos, un personaje usa la palabra goyim, plural de goy, que en hebreo significa <<nación>>, refiriéndose a naciones de pueblos no judíos; por lo que esta palabra ya da una pista del significado de la trama. Luego se ve la casa sucia y destruida, en referencia a la contaminación; el comportamiento errático y depravado de la gente; extremo fanatismo. Todo comienza a agobiar a la madre naturaleza hasta que estalla, prendiendo fuego a un líquido inflamable (petróleo o gasolina) en el sótano, cuya simbología puede ser el infierno o simplemente el núcleo del planeta, cuyo estallido significaría la destrucción total.
Lo interesante es que Aronofsky separa los actos de la Madre Tierra de los de Dios. En el momento en que ella se da cuenta que matan a su hijo, ella hace temblar la casa y mata a varios de los veneradores, simbolizando tal vez los desastres naturales y aquellos actos que escapan del control de la humanidad. La conclusión a la que se puede llegar es que estos actos son independientes de Dios, son reacciones propias de la Tierra que se defiende, a pesar de la existencia de Dios, quien aparentemente no tiene nada que ver con los huracanes, terremotos y tsunamis que hemos visto recientemente. Lo que se extrae es que Dios es puro amor (contrario al Dios inclemente que Aronofsky mostró en «Noah»), a quien solo le resta pedir clemencia y saber perdonar y dar otra oportunidad. De ahí que después del estallido, decide empezar de nuevo.
No sé si la película al final cae en un mensaje cursi de tener compasión y sentir amor por el prójimo. Tal vez sí. Lo que sí sé es que la manera de contarlo de Aronofsky fue muy astuta, aunque no deja de ser riesgosa desde el punto de vista de mantener el interés del espectador; vuelvo y repito en que estoy seguro de que muchos abandonaron la película a la mitad. Yo lo consideré, pero no porque considerara que estuviera mala, sino porque me estaba afectando psicológicamente, era perturbadora y desesperante, sobre todo porque no entendía de qué iba. Pero ahí está el verdadero experimento del director, hacer que la humanidad sea testigo de su propio comportamiento autodestructivo, errático, injustificado y muchas veces incomprensible, tal cual los primeros dos actos de la película. Lo cierto es que es reconfortante llegar al final y empezar a hacer las conjeturas e interpretaciones cuando entendemos todo. Es una experiencia post-visualización. Tampoco es que el mensaje al final está muy encriptado, de hecho es bastante obvio. Ahí es que podemos entonces decidir si nos gustó o no «Mother!», y decirlo con propiedad.
No sé si la película entre en las categorías más importantes de las próximas premiaciones, pero creo que en la que sí deben sin duda darle reconocimiento es en la de Mejor Fotografía, porque tuvo unos planos secuencias, una estética y técnica fotográficas bastante impresionantes, con movimientos y composiciones muy acordes al tono dramático, acentuando ese desquicio que de momentos producía.
Visualmente fuerte, una obra que no es para todo el mundo, pero cuyo nivel artístico es innegable.
Trailer:
Escrito Por: Enrique Kirchman
Película de mierdad donde hay que bancarse que un director sionista les llame goyin o sea ganado sucio a los no judioa o sea oagas para que un judio te llame ganado en la cara en sima de ver semejante pelotudes
Me gustaMe gusta