{Crítica} «Kimura»: Con Una Dirección De Fotografía Impecable


Escrito Por: Enrique Kirchman

***Advertencia: Datos Importantes De La Película Son Revelados***

Para los que no conocen las secciones de Revista Pantallas, en la sección de ‘Butaca: Flashback‘ suelo hacer análisis críticos de películas que no son del año actual, y en este caso le dedico el artículo a la película panameña «Kimura», la cual no había tenido la oportunidad de ver anteriormente, pero ahora que está en Netflix, me senté, finalmente, una noche a verla y puedo decir que encontré muchísimos aspectos a destacar positivamente.

Primeramente, y creo que lo más obvio, es el gran trabajo de dirección de fotografía que realizó Jeico Castro Ferrari (quien también funge como uno de los productores). Y digo «gran trabajo» porque parece que la fotografía en general es el significante estrella del relato. Por un lado, tenemos unos movimientos de cámara bastante suaves y sutiles, que no se aceleran ni siquiera en las escenas de las peleas, por lo que se mantiene ese tono dramático y pausado durante toda la película. Los planos están dispuestos de manera ordenada, sin saltos evidentes, hilando visualmente la historia con una perfecta respuesta de causa y efecto entre toma y toma. Se distinguen las panorámicas y planos generales de la ciudad, con esas grandes tomas aéreas, para ubicar al espectador en el espacio y, por qué no, para mostrar un poco de la radiografía citadina; pero cuando nos remitimos a los personajes, predominan los planos medios y primeros planos, con composiciones muy bien acompañadas por la dirección de arte.

Foto: Thamara Tejada y Nick Romano.

Pero lo que más aprecié de su fotografía fue el trabajo de iluminación. Esa calidez de la colorimetría que predomina en el relato, con un excelente manejo del claroscuro, luces muy puntuales, que acrecientan el drama y esa sensación de estar en un ambiente que no es del todo seguro: en el bar El Pugilista o en la jaula donde ocurren las peleas. La iluminación potencia las texturas de la imagen y las hace casi palpables, lo cual nos compenetra en el espacio. ¡Bravo para el DF!

«Kimura» es una apuesta narrativa distinta a lo que hemos visto hasta ahora en el cine local. No solo a nivel estético, sino también narrativo. El protagonista, Armando, regresa después de mucho tiempo a su barrio y debe encarar a un viejo amor, a su hermano y a un capo con quien tenía una deuda. Hay un conflicto externo que lleva la trama hacia delante, a través del objetivo de ganar la pelea para recaudar dinero y saldar las deudas de Diana en el bar El Pugilista. Al menos eso es lo que se entiende con el detonante. Pero el trabajo del director se centra más en el conflicto interno de Armando, su sentimiento de culpa, sus demonios, por lo que la trama se hace más densa y lenta de momentos, lo cual no necesariamente es negativo, pero ese bajo ritmo narrativo y los puntos de giro débiles pueden hacer que el espectador pierda el interés.

Foto: Robin Durán.

La historia de «Kimura» me recordó mucho a la película «Warrior» (2011), un excelente drama familiar y deportivo, protagonizado por Joel Edgerton («The Gift») y Tom Hardy («The Dark Knight Rises»). De hecho, en esencia es bastante similar. Son dos hermanos, que al igual que Armando y Alejandro, tienen un conflicto que termina resolviéndose en el ring. La diferencia en «Kimura» es que aparentemente Armando no alcanza su objetivo… Si era ganar y ayudar a saldar las deudas de El Pugilista, al final el que ganó fue Alejandro, y si se salvó El Pugilista y la academia de entrenamiento, no fue por Armando, sino por su hermano, porque todo indica que Armando murió. Entonces, eso representa una falla en una regla principal de guion: el protagonista no puede morir hasta al menos ver cumplido su objetivo.

Sin embargo, otro aspecto destacable de la película son sus actuaciones. Nick Romano (como Armando Carrera) y Thamara Tejada (como Diana Villalaz) le aportaron naturalidad a sus interpretaciones, desde sus diálogos hasta sus gestos, se podía sentir esa tensión sexual entre ambos, a la vez que se percibía un cariño genuino. El villano, Manfredo Ferreira, interpretado por Jorge Perugorría fue otro gran acierto de la historia, porque para el espectador es fácil sentir el desprecio por este personaje cuya caracterización, siempre con dos amantes y rodeado de matones, deja entrever sus malas intenciones… y es convincente. Al que sigo sin darle mayor crédito es a Robin Durán (como Alejandro Carrera), cuyas reacciones se perciben muy ensayadas y robóticas, con poca naturalidad al hablar, aunque aplaudo sus escenas de combate.

Foto: Jorge Perugorría.

No hay duda de que «Kimura» es un buen aporte a nuestra filmografía nacional. Aunque tiene, en mi opinión, algunas fallas en la estructura narrativa —o al menos ciertos aspectos a los que yo le hubiera dado mayor fuerza para en realidad lanzar al protagonista al límite—, destaca por su estética visual y el profesionalismo de su fotografía y dirección de arte, algo que muchas veces se hace al azar en la producción local, sin encontrar la subordinación de estos códigos estilísticos con el relato, y en este caso, el director Aldo Rey Valderrama logra congeniar esos códigos con la puesta en escena.

Rating

Trailer: 

 

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