Última Temporada De «House Of Cards»: Un Final Esperado, Pero Agridulce


Escrito Por: Enrique Kirchman

***Advertencia: Datos Importantes De La Serie Son Revelados***

Desde que inició la serie «House Of Cards» en 2013, el simple hecho de tener a la extraordinaria pareja de talentos Kevin Spacey («Se7en») y Robin Wright («Forrest Gump») como los personajes protagónicos Frank y Claire Underwood, le dio un valor incalculable a esta trama tan original que abordaba el tras bambalinas de la escena política de Estados Unidos. Luego, cuando uno la empieza a ver se percata de la complicidad que tiene Frank con el espectador, dejando en evidencia el dispositivo audiovisual, cual ficción de Woody Allen en «The Purple Rose Of Cairo», en la que los personajes del filme le hablaban al público sentado en las butacas… ¡Genial! El espectador es parte de la historia, es el cómplice silencioso del malévolo protagonista, un personaje omnisciente, y ese juego nos hace reflexionar que tal vez esa pasividad como confidentes de un personaje ficticio es la misma que tenemos como alcahuetas de las atrocidades que cometen los políticos de nuestras respectivas naciones, a diestras y siniestras y a sabiendas por todos, sin ninguna reacción ni intención de hacer justicia.

«House Of Cards» nos mostró un mundo complejo que no es exclusivo de Washington D.C., sino de los gobiernos en todas partes, donde se maneja un secretismo y un intercambio de propuestas, contrapropuestas, sobornos y chantajes que sobrepasan el nivel de comprensión del ciudadano común que solo se entera de un disfrazado y construido resultado.

Frank Underwood es probablemente uno de los protagonistas seriales más odiados de la televisión, pero como «buenos (morbosos) seres humanos» que somos, nos sentíamos atraídos por su modo maquiavélico de proceder, eliminando cuanto obstáculo bloqueara su camino para alcanzar el éxito, sin reparar en nada ni nadie. Queríamos que descubrieran a Frank, gozábamos cuando lo veíamos en una encrucijada, nos alegramos cuando le dispararon, queríamos verlo sufrir… Pero disfrutábamos verlo hacer sufrir a otros también. Sin embargo, al final de la quinta temporada, cuando su esposa Claire mira a la cámara y dice «ahora es mi turno«, aumentó nuestro fanatismo. ¡Una mujer pondrá a Frank en su lugar! Y quién más que su igualmente despiadada esposa para hacerlo.

Lastimosamente, antes del estreno y rodaje de la sexta temporada, sucedió el escándalo de Kevin Spacey, a quien se le acusó de haber acosado sexualmente al actor Anthony Rapp («Star Trek: Discovery») décadas atrás. Las acusaciones ocasionaron que Netflix despidiera a Spacey (a quien se indemnizó con $40 millones) y se resolvió que la sexta temporada sería la última de la serie, liderada esta vez por Robin Wright. ¡El morbo aumentó! ¿Cómo iba «House Of Cards» a continuar su historia sin su protagonista? Y no solo eso… ¡Es que Kevin Spacey era espectacular en el papel! Pero Robin Wright no se quedaba atrás, su participación siempre mantuvo el nivel y sentimos que el final estaba en buenas manos.

Bueno, ya me vi los ocho episodios que componen esta temporada (sí, son solo ocho, no 13 como en las otras) y debo admitir que me mantuvo intrigado, hasta aterrado con lo frívola y corrupta que puede llegar a ser Claire Hale (viuda de Underwood), pero también creo que la trama se desvió y tomó un curso narrativo y hasta de género distinto. Claire le vino a dar ese toque feminista a la historia. De hecho, los roles de liderazgo estaban encarnados en mujeres: Annette Shepherd (interpretada por Diane Lane), Jane Davis (por Patricia Clarkson) y Catherine Durant (por Jayne Atkinson); incluso Claire formó un gabinete integrado solo por mujeres. Era evidente que la temporada final sería de mujeres al poder. Los hombres quedaron rezagados. Hasta el implacable Doug Stamper (interpretado por Michael Kelly) ahora se encontraba entre la espada y la pared. Todos estos cambios radicales en el liderazgo narrativo de la serie me parecieron atinados y geniales, pero por más entretenido que pudo haber sido, le restó veracidad a la historia que veníamos viendo desde hace cinco temporadas. En otras palabras, la temporada final de «House Of Cards» se convirtió en una mezcla entre «Dynasty» y «Game Of Thrones» con un tono de confabulación al estilo de la interminable novela «Days Of Our Lives».

Tres asesinatos de personas claves en el episodio seis, luego un gran elipsis que nos deja con una presidenta de Estados Unidos embarazada de su difunto esposo, para terminar con una explicación algo apresurada y vaga sobre la muerte de Frank Underwood, me parecieron momentos forzados. Sí hubo giros impactantes, pero al reducir la temporada de 13 a ocho episodios, se notó un empeño en finalizar algo que no sabían cómo terminar. Se notó la falta de Kevin Spacey. Me hubiese gustado ver a Frank morir, me hubiese gustado ver a Claire triunfar, como evidentemente pasó, pero me hubiese gustado ver una justificación, hechos válidos y no una conversación entre Claire y Doug, que termina con la muerte de este y con la mirada cómplice de aquella hacia la cámara. Mi reacción fue ¡WTF! cuando me percaté (porque en realidad no tenía idea) que ese era el último episodio. ¡Fatal!

Sí es cierto que la serie tuvo muchos aciertos. Las añadiduras de Greg Kinnear y Diane Lane fueron excelentes. La actuación de Robin Wright es para premiarla, porque sinceramente nos aterró su ambición y sed de poder. Me gustó cómo Claire se dirigía a los espectadores cómplices, con el mismo sarcasmo y tono irónico que solía usar Frank. Pero lo que afectó esta temporada es el haberse alejado de la intriga política para caer en una vulgar historia de intriga criminal, con envenenamientos, intentos de homicidio, puñaladas, balazos, muertos en camionetas para chantajear, conspiraciones asesinas, posibles ataques nucleares y otra serie de eventos que cambiaron el rumbo de conflicto intelectual con el que empezó la serie. ¡Ojo! Recuerdo perfectamente lo que sucedió con Zoe, Russo, Rachel y Leann… pero estos murieron a lo largo de cinco temporadas (65 episodios), mientras que Catherine Durant, Jane Davis, Tom Hammershmidt y Doug Stamper murieron en el transcurso de tres episodios. ¡Demasiado forzado y apresurado!

Hubo un aceleramiento en el desenlace. Incredulidad en las acciones. Mucho énfasis en la intriga y el suspenso con los juegos del gato y el ratón entre Claire y los Shepherd, además de historias sueltas, que más que quedar impunes, quedaron sin explicación, sin un cierre que el espectador, que ha sido cómplice de todas las fechorías de los Underwood, merecía tener.

 

 

 

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