Escrito Por: Enrique Kirchman
***Advertencia: Datos Importantes De La Película Son Revelados***
Conchita, ese es el apodo de la que fue mi nana durante 20 años, que en aquel tiempo le decíamos «la muchacha que me cuida» o, vulgarmente, «la empleada de mi casa». Oriunda de Santa Catalina, Veraguas, su nombre de pila era Concepción Castillo, cuyo primer nombre ella detestaba. Poco tiempo después, se lo cambió a Katherine Castillo. Ahora es toda una profesional. Estando en mi casa, terminó la escuela nocturna en el Instituto Panamericano (la misma escuela a la que yo asistí durante el día) y luego se formó como licenciada en Español. Ahora es profesora en la Universidad de Panamá. Pero llegó inocentemente a mi casa cuando tenía 17 años (mintió que tenía 18 para que le dieran el trabajo) y se fue a los 37, meses antes de que yo me fuera a estudiar al exterior. Éramos como hermanos. Discutíamos, nos dejábamos de hablar, nos reíamos, echábamos cuentos, nos prestábamos dinero, nos regalábamos para los cumpleaños. ¡Era parte de mi familia! Mi mamá fue madrina de su Confirmación Cristiana, vivimos la Invasión de 1989 juntos, conocimos a su familia y todavía la llamamos los 8 de diciembre para desearle feliz cumpleaños.
El haber visto la película «Roma», del aclamado director mexicano Alfonso Cuarón (ganador de dos premios Oscar por edición y dirección de «Gravity»), me llevó en un viaje al pasado, recordándome lo que fue mi infancia y parte de mi adolescencia, influenciado por mi nana, en esa vida de barrio y aquellos aspectos socioculturales que describen con exactitud a una clase media que ha ido mutando con el pasar de los años, desapareciendo en su ambigüedad cultural y económica.
La historia central es la de la nana Cleo y su cotidianidad trabajando para una casa de familia de clase media en el barrio de Roma en Ciudad de México. Desde el punto de vista narrativo, no hay un aparente objetivo, mas que el de cumplir con su función y servir de pilastra fundamental dentro del seno familiar, porque eso es lo que en realidad llegan a convertirse las nanas para una familia. Su función y desempeño cobran tanta importancia emocional, sentimental y psicológica entre los miembros de un hogar, que su presencia se hace imprescindible para mantener el orden en la familia. En la historia, vemos cómo el matrimonio de la patrona Sofía se desmorona y Cleo sirve de balance y estabilidad tanto para su patrona, como para los cuatro niños. Sin embargo, Cleo no puede formar una familia propia: su novio la deja al saber que está embarazada y luego su bebita nace muerta. De manera muy cruda, Cuarón expone cómo estas mujeres que forman parte de la crianza de muchos chicos, sacrifican muchas veces una familia propia por formar parte, casi que adoptadas, de la familia para la que trabajan. Cleo no tiene un esposo ni hijos, pero tiene el amor de la señora Sofía, la abuela y los cuatro niños que se ocupan de ella, le compran cosas, la sacan a pasear, la invitan a ver televisión con ellos y se preocupan por su bienestar físico y emocional.
«Roma» es un hermoso relato, nostálgico, una literatura cinematográfica que pareciera que hubiese sido extraída del ingenio de Gabriel García Márquez, porque a pesar de estar filmada en blanco y negro, se percibe lo pintoresco de las ambientaciones y de los personajes extras que sirven de decorado para darle un ritmo interno a la imagen: como la banda musical que marcha por la calle frente a la casa de doña Sofía, el afilador de cuchillos o el casamiento a la derecha del plano cuando están comiendo helado en la playa de Veracruz. Todo parece estar perfectamente coreografiado. Como aquellos travellings que acompañan a Cleo cuando atraviesa la ciudad para alcanzar a Toño (el mayor de los niños), pero mientras ella corre apresurada, los personajes alrededor están realizando acciones que le dan cierta métrica rítmica a la escena, como la señora que expulsa el agua empozada en la tolda de su negocio, justo cuando Cleo pasa frente a ella… o también en aquel plano de las azoteas, en que se ven a otras empleadas lavando ropa en un sincronismo de teatro musical.
A propósito de la fotografía, ese es uno de los significantes estrella de la película. ¡Una composición impecable! Los planos son mayormente abiertos —generales o enteros—, con exclusivos primeros planos para Cleo, muy poco utilizados. En cuanto a los movimientos, predominan los paneos, casi que a la misma altura de la protagonista, que la siguen, primordialmente, a ella en planos secuencias dentro de cada espacio, donde solo se perciben cortes (en su mayoría) cuando cambian de ambientes. De hecho, inicia con un plano secuencia en cenital hacia el piso del garaje que luego se va abriendo para ver a Cleo limpiándolo con agua y jabón, la sigue hasta que ingresa a una habitación y luego vuelve a salir para atravesar el patio e ingresar a la casa. El primer corte se produce cuando pasa del exterior al interior de la casa. El travelling lateral es otro recurso fotográfico recurrente, utilizado en exteriores, como cuando recorre la ciudad por la acera o en aquella escena alarmante cuando Cleo, sin saber nadar, se adentra al mar para salvar a la pequeña Sofi que se estaba ahogando. Esa fotografía calmada, lenta y suave está acompañada de una edición con estilo similar, donde las transiciones son paulatinas, no hay brusquedad en los cambios entre escena y escena.
Para ubicarnos en el tiempo y en el espacio, Cuarón nos da pistas, mostrando planos detalle de la placa del Ford Galaxy, que dice claramente México 70 o el afiche del Mundial de Fútbol de México 70 que está en la habitación o la cartelera del cine que tiene en estreno la película «La Hermana Trinquete» de 1970 con Silvia Pinal. Más avanzada la historia, se hace alusión a la Masacre de Corpus Christi o ‘El Halconazo’, que tuvo lugar el 10 de junio de 1971 en Ciudad de México, cuando el grupo paramilitar Los Halcones arremetió contra unos estudiantes durante una protesta. Todos estos elementos se presentan como detalles subordinados al relato que enriquecen la trama, sin caer en obviedades ni redundancias.
Protagonizada por Yalitza Aparicio, «Roma» es sin lugar a dudas una hermosa pieza del séptimo arte que captura los rasgos de la clase media y de lo que muchas familias atraviesan dentro de su núcleo, del cual forma parte esencial la figura de las nanas o empleadas domésticas, que tienen un trato muy distinto al de las sirvientas o nanas de la alta sociedad, donde la división entre patrones y empleados es más marcada y menos inclusiva. Es inevitable derramar una lágrima y sentir empatía por Cleo, un personaje natural y enternecedor con el que resulta fácil identificarse y que, en cierta forma, genera una curiosidad antropológica y sociológica de cómo estas chicas se hacen cargo de los quehaceres de la casa y de criar a los niños de un hogar, desarrollando, incluso, un particular instinto maternal.
Recientemente, «Roma» fue galardonada con dos Golden Globes, como Mejor Película Extranjera y Mejor Director para Alfonso Cuarón, quien además fungió como productor, escritor, editor y director de fotografía. En mi opinión, para las próximas nominaciones a los Oscar, la película pudiera estar considerada también como Mejor Película, Mejor Fotografía y Mejor Actriz para Yalitza Aparicio, porque sin duda lo hizo excelente. ¡Se las recomiendo! La pueden ver por Netflix.
Trailer:
Un comentario en “{Crítica} «Roma»: Retrato Nostálgico De Una Clase Media En Peligro De Extinción”