Tercera Temporada De «Glow»: Explora La Identidad De Sus Personajes En Un Relato Sin Grandes Giros


Escrito Por: Enrique Kirchman

***Advertencia: Datos Importantes De La Serie Son Revelados***

El dramedy serial «Glow» es uno de mis favoritos de Netflix, no solo por abordar un programa ícono de los años 80, sino también por la adaptación tan original que han hecho, dándole un trasfondo narrativo a estas luchadoras. Las dos primeras temporadas fueron excelentes, pero de forma objetiva debo admitir que esta tercera cayó en un letargo dramático sin mayores momentos álgidos en la trama. ¿La razón? Tal vez, porque los guionistas dejaron un poco de lado la línea de acción principal —la lucha de estas mujeres y sus productores por coronarse como un programa exitoso de entretenimiento— para explorar la línea de relación o las distintas subtramas que se desprenden de la mezcla entre sus personajes.

Narrativamente, es enriquecedor explorar las subtramas de una historia para darle volumen y dimensión a sus personajes dando a conocer sus temores, psicología, debilidades y emociones en general, además de otros factores de su biografía que servirán para empujar la trama principal. Sin embargo, ahondar plenamente en la subtrama y descuidar la trama principal puede derivar en una pérdida de interés de parte del espectador, quien puede encontrarse con una estructura narrativa sin puntos de giro muy marcados que en realidad generen tensión, sorpresa o algún cambio considerable en la historia. Y eso fue lo que sucedió en esta tercera temporada. Fue tan plana, que incluso su episodio final parecía inconcluso, sin darle un cierre real al drama de estos 10 nuevos episodios. En otras palabras, la forma en que finalizaron, no nos genera ganas de ver qué sucede en la cuarta temporada, y eso es un gran error.

Aún así, no se puede negar que la serie exploró temas sociales importantes con los que fácilmente el público puede empatizar. De hecho se enfocaron completamente en el tema de la IDENTIDAD, explorada de distintas maneras.

Por un lado, la búsqueda de identidad personal, representada a través de Sheila The She-Wolf, quien luego de un autoanálisis y de una epifanía, decide quemar su chaleco y peluca de loba para explorar otras facetas de actriz y de su personalidad. Una metáfora de la oruga que se convierte en mariposa que alude a quienes salen de su zona de confort y de aquello que los mantiene anclados a una vida de conformismo y monotonía, para explorar nuevos emprendimientos y abrirse a las oportunidades.

Por otro lado, se alude a la identidad cultural a través de la efímera discrepancia entre Melanie y Jenny. Aquella se refiere a la celebración del pésaj y las secuelas del sufrimiento que vivieron sus abuelos durante el holocausto nazi, mientras que Jenny difiere con la representación estereotipada de los asiáticos, refiriéndose al personaje que le toca encarnar como luchadora, a la vez que habla de los estragos que pasó junto con su familia en campos de concentración para chinos.

Y por último se habla de la identidad y orientación sexual, que queda claramente expresada a través de Arthie y Bash. En el caso de Arthie, ella lleva una relación amorosa con su compañera Yolanda, pero le cuesta llamar las cosas por su nombre (ni siquiera puede decir la palabra «lesbiana»), sino que prefiere eludirlo al decir que no desea etiquetas. Eventualmente, termina aceptando su orientación, aunque tal vez un poco forzada por la actitud de Yolanda, quien la rechaza hasta que aquella no decida proclamarse como heterosexual o lesbiana; una situación que en mi opinión es muy delicada como para expresarla de manera forzada. Caso contrario de Bash, quien por temor a la discriminación y la heteronormatividad de la sociedad, reprime su sexualidad a tal punto de haberse casado con Rhonda. Incluso hace un trío con ella y un gigoló, admite que le ha gustado tener relaciones con otro hombre, pero decide seguir adelante con formar una familia con Rhonda, ignorando lo sucedido; algo que seguro explotará (y debería) en posteriores temporadas.

En resumidas cuentas, todas estas subtramas enfocadas en la identidad —además de otras como el hecho de que Cherry no quiera sacrificar su éxito profesional para ser madre o que Debbie tenga que esforzarse cada vez más para triunfar en un negocio comandado por hombres— preparan a varios de nuestros personajes favoritos para enfrentar nuevos retos en el futuro, pero insisto en que no supieron mantener el interés con momentos emocionantes y emotivos que nos apegaran más a nuestros personajes estrellas, como Ruth, cuya subtrama fue la más débil y cliché. Esperemos que la cuarta temporada venga con más fuerza.

Adicionalmente, fue grato ver a la espectacular Geena Davis como una vedette veterana, aunque yo le hubiese otorgado un papel más dramático a su participación.

 

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