Escrito Por: Enrique Kirchman
***Advertencia: Datos Importantes De La Película Son Revelados***
(Si no tolera opiniones contrarias a la suya ni sabe rebatirlas con respeto, es preferible que no continúe leyendo este artículo)
En 1990, la miniserie de dos episodios, «It», se convirtió inmediatamente en una de esas tantas historias de terror de culto que el escritor Stephen King ha logrado posicionar exitosamente. Un diabólico payaso que se alimenta de los miedos de un grupo de niños en un pequeño pueblo es la idea perfecta para desarrollar en el cine. Y eso fue lo que hizo, en 2017, el director Andy Muschietti («Mama»), de la mano de un guion coescrito por Cary Joji Fukunaga («Beast Of No Nation»), Gary Dauberman («Annabelle») y Chase Palmer, al llevar a la gran pantalla la adaptación de esta terrorífica historia con un elenco de jóvenes talentos emergentes, entre los que se encuentran Finn Wolfhard («Stranger Things»), Jack Dylan Grazer («Shazam!»), Jaeden Martell («St. Vincent»), Wyatt Oleff («Guardians Of The Galaxy»), Chosen Jacobs, Sophia Ellis y Bill Skarsgård («Atomic Blonde») como el malévolo payaso Pennywise.
Su primera entrega llenó todas las expectativas. Skarsgård supo mantener el nivel de terror que generaba el actor Tim Curry («The Three Musketeers») en el mismo personaje del payaso y, en cierta forma, gracias a los avances en efectos especiales, visuales y de maquillaje, hasta lo superó. Por otra parte, ¡el relato fue realmente aterrador! Pero no solo por las escenas en las que aparecía Pennywise o las imágenes monstruosas que representaba, sino por la línea de relación acerca de los traumas que vivían estos adolescentes, una realidad que desafortunadamente golpea a la sociedad mundial: el acoso escolar que sufrían casi todos los personajes, especialmente Ben por ser obeso; la violencia intrafamiliar que sufría el bully Henry por parte de su padre; el abuso sexual que sufría Beverly, también por parte de su padre; la sobreprotección que ejercía la madre de Eddie en él, hasta el punto de hacerlo hipocondríaco e inseguro; entre otros factores que al ser relacionados con la realidad, resultan más perturbadores que un payaso endemoniado.
Adicionalmente, los guionistas del remake lograron separar las temporalidades del pasado y presente que se abordaba en ambos episodios de la miniserie —que fue relatada mediante una estructura narrativa de flashback—, dedicando la primera película solamente para la etapa de niñez de los personajes principales, lo cual funcionó perfectamente, generando una mayor empatía del espectador por todos y cada uno de ellos.
Sin embargo, «It Chapter Two» parece no haber continuado con los aciertos de su primera entrega, especialmente en su estructura dramática. No sé si el problema estriba en que esta segunda parte fue escrita solamente por Dauberman, quien tiene en su filmografía grandes desaciertos del terror como «Annabelle» (2014) y «The Nun» (2018), pero, sin lugar a dudas, esta secuela se tornó cansona, larga e, incluso, me decepcionó por el cambio de su tono narrativo, alejándose de lo macabro de la primera película, añadiendo tintes casi que satíricos que nos recordaban en cierta forma a un tipo de comedia de terror del estilo de «Beetlejuice» (1988), tanto por la recreación de los seres monstruosos (que técnicamente estuvieron geniales, pero narrativamente no generaban miedo), como por la caracterización un tanto infantil de las versiones adultas de los personajes principales. Para ejemplificar mejor ese cambio de tono en el género, puedo citar la escena en que el personaje adulto de Eddie (interpretado por James Ransone) es vomitado por uno de los «monstruos» y de repente la escena se torna en cámara lenta y reemplaza el sonido ambiente con música extradiegética del tema «Angel In The Morning» de Juice Newton; un momento que se sale completamente de la línea narrativa y que dura, apenas, unos segundos.
Para dejar este punto de mi crítica más claro, no hay nada de malo que dentro de una película de terror hayan personajes que le agreguen un tono relajante a la tensión de la trama. De hecho, la primera película de 2017 tenía ese tono a través de personajes como el de Eddie (interpretado por Jack Dylan Grazer) y Richie (interpretado por Finn Wolfhard); el problema estriba cuando los códigos del género trascienden a los personajes hacia el relato en sí: los efectos especiales, la banda sonora (como en el caso de la canción citada en el párrafo anterior) y la puesta en escena en general. Otro ejemplo de esto fue la cena (en la secuencia inicial) de todos los personajes adultos en el restaurante chino. En esta escena se hacer verosímil la reacción un tanto indiferente de los personajes en cuanto a su reencuentro, debido a la justificación sobrenatural que hay dentro de la historia de que al no vivir en el pueblo esto había provocado que hubiesen olvidado los sucesos de hace 27 años. Es por esta razón que al principio parecía un simple reencuentro de amigos, lejos de ser una reunión para acabar con un ser diabólico. Sin embargo, cuando les traen las galletas de la fortuna (tal como sucede en la versión de los 90) todo se torna tan infantil, desde las reacciones hasta los diálogos y las apariciones, que no produce desconcierto en el espectador, sino risa provocada por lo absurdo de la escena. Esa misma reacción nos provoca cuando la versión adulta de Henry escapa del psiquiátrico atraído por una alucinación de su difunto amigo Hockstetter en plan zombie, a quien vemos manejando el auto en el que escapa para matar a los chicos. Cuando vemos a Hockstetter muerto hablándole a Henry es inevitable reírse, y eso nos aleja del terror en el que deberíamos estar sumidos como espectadores.
En general, «It» es una historia que, si le restamos las escenas un tanto surreales, nos quedaríamos con una trama realmente aterradora. De hecho, «It Chapter Two» inicia con la muerte de un chico homosexual (interpretado por el magistral actor y director canadiense Xavier Dolan), producto de un crimen de odio por un grupo de delincuentes homofóbicos. Esta escena inicial es desconcertante, desesperante e impactante. Con esa introducción nos hacemos la idea de que veremos un tipo de terror dramático (si es que existe este híbrido de género) en el que se abordan temas sociales a través del género fantástico del terror. Luego nos presentan el suicidio de Stanley (interpretado por Andy Bean), que acrecienta ese drama, sin dejar de lado el hecho de que abordan nuevamente el tema de la violencia de género, como es el caso de Beverly (interpretada por Jessica Chastain), cuyo marido abusa físicamente de ella, tal cual lo hacía su padre. Sin embargo, poco a poco, la historia se va tornando en otra cosa.
Uno de los elementos que no ayudó en lo absoluto fue la caracterización de los personajes adultos. Mientras que los personajes infantiles son realmente geniales, sus versiones adultas, aunque con un gran parecido físico, se vieron muy forzadas en tratar de copiar las mismas personalidades de su infancia, como si no hubiesen madurado. Bill sigue tartamudeando, Eddie sigue siendo nervioso e inseguro y con traumas maternales; parece que el único que realmente cambió con su desarrollo, física y mentalmente, fue el personaje de Ben (interpretado Jay Ryan).
Por otro lado, el segundo acto fue muy largo, con escenas innecesarias y demasiado extensas, de las cuales se podía prescindir sin afectar la trama ni la subtrama. Un ejemplo fue el rol de la versión adulta del bully Henry, quien pensábamos que sería un instrumento recurrente de las acciones antagónicas de Pennywise, mas no fue así. Henry solo atentó contra dos de los personajes principales y finalmente murió, sin aportar absolutamente nada a la trama. Un desperdicio del personaje.
Mientras que algunos de los efectos de monstruos —como la anciana que visitó Beverly en casa y luego se transformó en una especie de silampa, o la estatua de Paul Bunyan que cobró vida para tratar de asesinar a Richie, o la araña con cabeza de Stanley— fueron muy bien logradas a nivel efectos especiales, estas no generaban esa incomodidad que sí generó la escena debajo de las gradas (mi favorita) en la que una niña persigue una luciérnaga hasta toparse con Pennywise. Ese diálogo entre él y la niña, el aprovecharse de las inseguridades de la pequeña para atraerla literalmente hasta sus fauces fue espectacular. Eso fue, precisamente, lo que nos atrajo de la primera película, al recordar cuando el hermano de Bill fue atraído por Pennywise en una extensa pero incómoda conversación a través de la alcantarilla. Ese elemento macabro no fue constante en esta secuela.
En fin, es un poco molesto ver un trailer que te anuncia un tipo de historia que al final termina siendo algo completamente distinto a lo que vemos en la gran pantalla. Se aprecian las referencias cinematográficas de la época, como la frase «here’s Johnny» que pronuncia una de las alucinaciones de Beverly mientras está encerrada en un inodoro, aludiendo al clásico del terror «The Shinning»; la frase «yippee ki-yay, motherfucker» que dice Richie cuando se enfrenta a Pennywise, aludiendo a la famosa frase de Bruce Willis en «Die Hard»; o la marquesina del cine que tiene en estreno «A Nightmare On Elm Street 5: The Dream Child» de 1989, lo cual también nos sitúa en el tiempo de la diégesis. Incluso, apreciamos también el cameo del escritor Stephen King, como el dependiente de una tienda. Pero esos pequeños aciertos y los antes mencionados no logran satisfacer mi expectativa de lo que pudo ser una de las mejores películas de terror del año.
Trailer: