Escrito Por: Enrique Kirchman
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La serie original «Fantasy Island», que estuvo vigente durante siete temporadas, desde 1977 hasta 1984 —que no se debe confundir con su segunda versión menos popular que solo duró dos temporadas, de 1998 a 1999—, es sin duda uno de esos clásicos de la televisión, cuyos episodios nos los topamos cada tanto rellenando algún espacio de la programación latinoamericana o como los usuales re-runs de la televisión por cable. El actor mexicano Ricardo Montalbán y el francés Hervé Villechaize se convirtieron en íconos de la pantalla chica al interpretar, respectivamente, al cándido señor Roarke, anfitrión de la isla, y a su sidekick Tattoo con su inmortal expresión «¡El avión!«. La trama giraba en torno a una isla paradisiaca cuyos visitantes podían hacer realidad cualquiera de sus fantasías que, por lo general, no terminaban tal cual lo esperaban.
Este año, Jeff Wadlow —el director de «Kick-Ass 2» y de la película de terror «Truth Or Dare»— llevó a la gran pantalla la adaptación de esta serie en una película homónima en la que Michael Peña («Ant-Man») asume el rol del señor Roarke, con las actuaciones adicionales de Maggie Q («Designated Survivor») y Lucy Hale («Pretty Little Liars»), entre otros actores y actrices menos conocidos. Esta nueva versión cinematográfica utilizó la premisa original, pero con una historia y relato demasiado mediocres que no satisfacen a los conocedores de la serie setentera ni a las nuevas generaciones que pudieron haber cautivado.

Sin lugar a dudas, Columbia Pictures y Blumhouse Productions pretendían una franquicia, y lo hubiesen podido lograr si evitasen caer en lo burdo y superficial. Lo primero que está mal con la película «Fantasy Island» es esa mezcla de géneros que imposibilitan que el espectador experimente los momentos fuertes de la historia en base a los códigos que se manejan según el género. Por un lado, quieren darle ese tono misterioso a medias que se ve abruptamente interrumpido con situaciones ridículas que pretendían ser cómicas, como aquellas escenas de los hermanos Weaver (interpretados por Ryan Hansen y Jimmy O. Yang) que eran realmente fastidiosos de ver. Por otro lado, nos introducen al drama de Gwen Olsen (Maggie Q) con su esposo y su hija imaginaria, y los mezclan, a su vez, con el terror de la fantasía de Melanie que busca venganza contra Sloanne, quien le solía hacer bullying en el colegio. Es difícil, a nivel emocional, compenetrarse con una historia que tiene tantos tonos narrativos distintos.
Si nos enfocamos en las actuaciones, nos encontramos con interpretaciones demasiado exageradas, caracterizaciones un tanto caricaturizadas, con las que el espectador difícilmente se identifica. Vuelvo y ejemplifico con los personajes de los hermanos Weaver que parecía que hubiesen salido de la ridícula comedia «Dude, Where Is My Car?». Luego tenemos el personaje cliché y sobreactuado de Melanie (Lucy Hale) e, incluso, la mala caracterización del señor Roarke que nos entregó Michael Peña. O sea, yo soy un gran admirador del trabajo de Peña, desde «Crash», «Babel», «End Of Watch» hasta «Ant-Man», pero esta actuación es merecedora del premio Razzie al Peor Actor del Año. No solo no le hace honor a Montalbán, sino que además se vio muy flojo a nivel actoral, casi que sin motivación ni realismo. El drama de este hombre cuya difunta esposa revive una y otra vez, siempre que se mantenga liderando la isla, no se vio reflejado en su personaje, no fue siquiera debidamente explorado.
En cuanto a la estructura dramática e historia, me pareció un fallo haber revelado el secreto de la isla y de dónde emana su capacidad de reproducir fantasías a sus visitantes, aparte de que el secreto me pareció demasiado tonto e infantil para una película que pretendía ser aterradora en cierta forma. En otras palabras, «Fantasy Island» pudo haber explorado un tono más siniestro y dramático, mucho más profundo y hasta demoníaco, sin caer necesariamente en el horror. El mejor género a recurrir hubiese sido el suspenso. Uno de los puntos que tiene a su favor la premisa de esta historia y de la serie es que se adentra en los deseos más profundos de los personajes, entonces, se presta para caracterizar a sus múltiples protagonistas desde un punto de vista más psicológico, con el objetivo de escapar (o no) de la isla. Sin embargo, decidieron irse por algo mucho más fácil, superficial, trillado y aburrido; porque ni siquiera es entretenida.
Por si fuera poco, en el segundo punto de giro se descubre el supuesto trasfondo de lo que sucedía con las fantasías, con una antagonista cuya motivación de querer hacerle daño a los personajes era realmente absurda: porque su pretendiente con el que tuvo si acaso dos citas murió accidentalmente en un incendio donde estos invitados a la isla no hicieron nada para rescatarlo. ¿Dos citas y te volviste psycho? ¡Inverosímil! Y para rematar, la revelación del personaje Tattoo al final fue un insulto a la memoria de su antecesor interpretado por Villechaize.
Muy rebuscada, disparatada, narrativamente confusa. Esta «franquicia» no tiene futuro en el cine.
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Un comentario en “{Crítica} «Fantasy Island»: Hasta Ahora, La Peor Película De 2020”