Escrito Por: Enrique Kirchman
El arte siempre ha estado, ineludiblemente, atado al contexto social, político y cultural que lo rodea, lo seduce y, en muchos casos, que lo amenaza. No hay historia sin arte ni arte sin historia. La historia influye como una musa en el arte, mientras que el arte es el instrumento que documenta a aquella. Se complementan, se necesitan y, desde que el ser humano empezó a experimentar con la imagen en movimiento, el cine adquirió la fuerza de las seis artes tradicionales, potenciando no solo su estética y narrativa, sino también su fuerza ideológica y la capacidad de penetrar y modificar efectivamente el pensamiento del espectador. Lo que para algunos espectadores comunes es una mal llamada fuente de entretenimiento y una indudable distracción, para algunos realizadores puede ser una poderosa herramienta (o arma) revolucionaria capaz de invocar el despertar de las masas, convocar un movimiento sociocultural o dejar al descubierto realidades ocultas producto de aquella descarada violencia simbólica que ejercen unos cuantos en posiciones de poder sobre un pueblo adormecido, confundido y burlado. Ese ha sido, desde siempre, el rol de ese tercer cine latinoamericano, tanto para combatir el imperialismo como para alzarse en contra de sus propios gobiernos corruptos y abusivos. Hoy, esos códigos audiovisuales siguen tan vigentes como hace 40 años, aportando a la identidad cultural y nacional de los pueblos en la región
«No estoy resolviendo nada, solo estoy contribuyendo«, comentó el realizador colombiano, Juan David Padilla Vega, desde Montreal, Canadá, en una entrevista que tuve la oportunidad de realizarle acerca de su última puesta en escena cinematográfica titulada «Reflection #SOSColombia», un cortometraje que mezcla la narrativa y técnica visual intrínseca del cine con el lenguaje interpretativo de la danza, para invitarnos a la reflexión sobre la violenta situación que azota a su natal Colombia. «Tiene que ver con esa misión que tenemos los artistas de vivir conectados con la realidad. Ofrecemos salidas y desconexiones, pero creo que la inspiración de muchos tiene que estar conectada con lo que sucede alrededor (…) Tenemos una misión de documentar la realidad, interpretarla y hablar de ella«, agregó el artista, quien no acostumbra hacer abordajes políticos a través de sus obras, pero se involucró esta vez, «porque creo que es oportuno y urgente«.
Me di cuenta que entre los mensajes urgentes que el pueblo colombiano aclama en este momento, se encuentra el grito SOS frente a la represión desmedida de la policía. Pude darme cuenta de cómo las redes sociales están censurando esos contenidos. Sentí el llamado, desde mi quehacer creativo, a contribuir a ese eco».
De la danza al documental.
«Reflection #SOSColombia» inicia con la imagen de un bosque que se complementa con el sonido de pájaros que muy pronto se desvanece para dar paso a un creciente zumbido que inevitablemente genera una acelere del corazón de quien observa la pieza. Repentinamente, se suman efectos sonoros de disparos y detonaciones, mientras vemos a chicos y chicas correr despavoridos, en sus vestimentas casuales y distintivas, huyendo de figuras opresivas que, en montaje paralelo, aparecen fuera de foco, amenazantes entre matorrales y árboles.
El impacto del cortometraje radica en el protagonismo de que quienes corren desesperadamente son jóvenes, esa generación erróneamente catalogada «de cristal» que, a pesar de tropezarse y caer violentamente, se levantan enérgicos para buscar, tal vez, un refugio, una salida… su supervivencia. Padilla retrata a esa misma generación que, en la cruda realidad, está muriendo en Colombia, masacrada indiscriminadamente, por dejar en segundo plano los riesgos de contagio por el Covid, para unirse en protesta contra la disfrazada reforma tributaria que golpearía aún más a la ya agonizante clase media. La expresión de angustia y dolor que proyectan estos 21 intérpretes de la danza, en su mayoría colombianos —aunque también se sumaron artistas simpatizantes de Estados Unidos, Mexico, Francia, España, Canadá y Brasil—, logra calarse en nuestra mente y corazón, transmitiéndonos su desespero, acrecentado por el característico recurso del ralentizado utilizado por Padilla en varias de sus producciones.
En una de las escenas, uno de los personajes sostiene una pancarta rasgada que hace alusión directa a la reflexión que busca el autor, bajo la frase (en inglés) que reza «El peor enemigo de un gobierno corrupto es un pueblo culto«, que se convirtió en el emblema de la protesta en Colombia. La frase es reforzada con el símbolo de lucha a través de un puño alzado, tres corazones pintados con los colores de la bandera colombiana, con el corazón rojo partido a la mitad, y gotas de sangre que caen desde la parte superior de la pancarta. Sin embargo, la posición de protesta del chico con la pancarta alzada se ve desarticulada por sonidos de disparos que lo hacen doblegarse al igual que al resto de los personajes, como una reacción en cadena, nuevamente amedrentados.
El climax del cortometraje nos llega tal cual como aquel personaje afrodescendiente de camiseta negra que llega en auxilio de su par al final, en respuesta, tal vez, de ese llamado de SOS, animando al pueblo, a los jóvenes, a levantarse y seguir luchando. Es en ese momento cuando los personajes empiezan a caer uno a uno al suelo, aparentemente vencidos por las armas de fuego de los opresores que poco a poco se acercan a ellos. Sin embargo, entre su agonía se recuperan y se reincorporan, erguidos, firmes, dirigiéndole una mirada desafiante a la cámara, dispuestos a seguir peleando, independientemente de cuántas veces arremetan contra ellos.
Sin lugar a dudas, el autor nos conmueve con esta interpretación que oscila entre lo hermoso del arte de la danza —potenciado a través de un montaje que refuerza con la repetición esa sensación de inseguridad y vulnerabilidad— y ese agregado documental que queda más que evidenciado en el epílogo, con aquel audio real de una madre llorando desgarradoramente a su hijo, donde Padilla nos hace nuevamente el énfasis de que las víctimas de la opresión policial no son las generaciones viejas, sino los jóvenes que están en el frente de batalla, velando por su futuro.
Cierro con un toque documental justamente porque no quiero ‘estetizar’ sobre lo marginal, sobre lo trágico. No quiero hacer una apología bella de algo que no lo es. Y es un llamado a la realidad a través de un audio real de hace unas semanas«, afirmó el autor respecto a la secuencia final del cortometraje.
Para aprovechar la pertinencia del tema y que el mensaje llegara cuando más se necesitaba, Padilla produce «Reflection #SOSColombia» en una semana, dedicándole solo dos días a la filmación, que tuvo lugar con los bailarines en los parques Lafontaine y Angrinon, en Montreal, Canadá. El estreno de la obra se llevó a cabo el pasado 16 de mayo a través de su canal de Youtube, Urniator Studio, nombre de su actual casa productora y vitrina digital especializada en la producción de narrativas audiovisuales que celebran lo extraordinario de la diversidad cultural del continente americano.
⇓El cortometraje pueden verlo aquí⇓
Acerca de Juan David Padilla Vega
Estudió Comunicación Audiovisual en Cine & TV en la Universidad de Palermo, en Buenos Aires, Argentina, e hizo una maestría en Gestión y Producción Cultural y Audiovisual en Colombia.
Trabajó 10 años en el Ministerio de Cultura de Colombia como Director Audiovisual, destacándose por la creación del programa de televisión ‘Cultura al Aire‘ y la realización de diversas estrategias de divulgación audiovisual, tales como ‘Rostros de la Cultura de Colombia‘.
Ha creado diversos proyectos multidisciplinarios que conectan el performance, cine, danza, circo, video, fotografía y el patrimonio cultural, tales como:
– ‘Damasco‘: exposición fotográfica sobre el mundo del circo.
– ‘El poder del Yagé Amazónico‘: homenaje a la herencia ancestral de los pueblos indígenas de la región amazónica de Colombia.
– ‘Nostos, #Urniator y Dor‘: sobre la relación del cuerpo y las emociones expuestas en la galería del Teatro Colón (2017) y en la Bienal Internacional de Danza de Cali.