{Crítica} «The Conjuring: The Devil Made Me Do It»: El Diablo Me Obligó A Verla


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Escrito Por: Enrique Kirchman

***Advertencia: Datos importantes de la película son revelados***

Con todos los sucesos que hemos estado viviendo en el último año y medio, producto de la pandemia, el género del terror y el suspenso parecen ser los más adecuados para alimentar el morbo audiovisual de las personas y la franquicia de los esposos Warren parece cumplir con esos gustos populares. The Conjuring (2013) y The Conjuring 2 (2016) mantuvieron un nivel de horror que hicieron revivir el género en una época en la que difícilmente había un acierto en ese tipo de historias. De hecho, Revista Pantallas evaluó las pasadas versiones con 8 y 7 pantallitas de rating, respectivamente, satisfaciendo nuestras exigencias narrativas.

El éxito de esta saga fue su punch line de «basado en la vida real«, que nos aterraron y dejaron inmersos en estas historias a las que creemos que podríamos estar expuestos. Si a eso le sumamos las actuaciones siempre apreciables de Vera Farmiga y Patrick Wilson, como la pareja protagónica de Lorraine y Ed Warren, y la dirección de James Wan (de películas como Saw e Insidious), se podría decir que teníamos asegurado un éxito de la taquilla y la crítica.

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Sin embargo, su tercera entrega, The Conjuring: The Devil Made Me Do It, la cual estrenó recientemente, perdió radicalmente el impacto del género y la originalidad de la historia, aún cuando mantiene a los mismos actores principales. Puede ser la falta de dirección de Wan, quien fue reemplazado por Michael Chaves (The Curse of La Llorona), o la falta de la estructura narrativa de Chad y Carey Hayes, quienes fueron reemplazados por David Leslie Johnson-McGoldrick (guionista de películas como Orphan, Red Riding Hood & Aquaman), pero lo cierto es que la narrativa, la estética y el tono general de la película decayeron súbitamente. De ahí que mi única conclusión es que «el diablo me obligó a verla«, porque es tan decepcionante, que solo podría ser obra del maligno que yo me sintiera atraído por verla.

En esta nueva película, la trama explora la historia real de Arne Cheyenne Johnson, un chico que asesinó a su casero y alegó, por primera vez en la historia de los tribunales estadounidenses, que lo había hecho como consecuencia de una posesión demoníaca. El caso fue avalado por los esposos Warren, quienes relacionaron las acciones de Johnson con su exposición durante un exorcismo realizado al pequeño David Glatzel de ocho años. La ficción nos muestra aquello que nunca se pudo corroborar en la realidad, ya que en el juicio real no se admitió la defensa de posesión demoníaca, sin embargo, Johnson solo cumplió 5 años de cárcel por homicidio culposo, alegando, finalmente, defensa propia.

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Lo que hacen los guionistas es agarrar esta difícilmente creíble historia de la vida real y hacerla aún más inverosímil, con exageraciones que caen en el absurdo a tales proporciones que por un momento me sentí que estaba viendo una película de los Cazafantasmas. El tono de la película no generaba ese sentimiento de inseguridad y temor que sí causaron las dos primeras películas. Por el contrario, esta tenía una mezcla de una película de terror ochentera, muy en el límite de lo clase B, con situaciones muy recreadas al estilo Hollywood. Como por ejemplo: La rebuscada figura antagónica de la hija ocultista del exsacerdote Kastner, quien fue criada con mucha exposición a lo oculto y termina haciéndole una maldición satánica a los Glatzel y posteriormente a Arne Johnson, sin ningún motivo aparente. ¿Cómo se justifica la motivación de esta persona por hacer el mal? ¿Solo porque sí? Resulta que no solo tenía pactos demoníacos, sino que ella misma era una especie de demonio que cambiaba de cuerpo y podía desplazarse mágicamente de un espacio a otro. ¡Hollywood en su máxima expresión! En otra escena vemos el cadáver de un hombre obeso que en dos ocasiones intenta atacar a los Warren, como si se tratara de una película de zombies, dejándonos narrativamente fuera de base y tirando abajo todo el misterio que nos generaba la parte de «basada en la vida real«.

El caso de Arne Johnson puede que nunca se haya comprobado si fue cierto que actuó bajo posesión demoníaca o por una reacción violenta natural del ser humano, pero hubiesen podido haber formas más dramáticas y convincentes de abordar la historia sin caer en los clichés del terror. Y no digo que no recurran a ficcionar la historia real, pero podrían haberla ficcionado sin tanta fantasía innecesaria.

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A pesar de que Chaves le hace un homenaje al clásico The Exorcist (1973) con el plano de la llegada del padre Gordon a la casa de los Glatzel —que imita la llegada del padre Merrin a casa de Regan en el icónico filme del terror—, esta tercera película de los Warren está lejos de convertirse en una cinta memorable ni mucho menos en un clásico. Las actuaciones secundarias fueron muy débiles en calidad. Incluso, Vera Farmiga, de quien personalmente soy fan, entregó una actuación muy sosa, basada en llantos y lamentos durante gran parte de la trama.

La banda sonora con canciones de Blondie y de Elvis Presley, como sucedió en algunas escenas, parecía no estar acorde con el género y nos alejaba de la posibilidad de compenetrarnos con el suspenso de la historia. Y, tal vez, lo más vergonzoso fue ese mensaje bastante empalagoso y cursi del final, que no parece tener nada que ver con nada. Me refiero al segundo punto de giro de la historia, cuando la antagonista le lanza un polvo a Ed Warren en el rostro y lo torna en contra de Lorraine, a quien ataca con un mazo. Lorraine, aterrada, trata de sacarlo de su trance gritándole que la recuerde y finaliza con una frase, que alternan con flashbacks de cuando ambos tuvieron su primera cita:  «Ella trató de ponerte en mi contra, porque cree que nuestro amor es nuestra debilidad, pero no lo es. No lo es. Es nuestra fortaleza. Ahora, abre los ojos«. Y con esta frase Ed sale del trance y destruye el altar maldito, acabando así con la maldición y posesión (aún inexplicable e injustificable) de Arne Johnson. ¡Otro típico cliché hollywoodense de final feliz!

The Conjuring: The Devil Made Me Do It llega a ser aburrida, de momentos, sin una subtrama interesante y con una historia mal relatada que no le saca el provecho a ese porcentaje que pudo ser real. Definitivamente, olvidable.

Rating: 05

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