Escrito Por: Enrique Kirchman
***Advertencia: Datos Importantes de la Película son Revelados***
En 2018, el actor —y ahora alabado escritor, director y productor— John Krasinski, nos devolvió la fe en el género del terror con la impactante película A Quiet Place que, en mi opinión, se ha posicionado como una de las mejores películas del siglo XXI, al menos en su género. Cuenta una historia sencilla, pero bastante aterradora: un futuro distópico en el que se debe vivir en completo silencio para evitar ser aniquilados por presencias extraterrestres sensibles al sonido. Suena rebuscado, pero funcionó a la perfección.
En las últimas décadas, muy pocas han sido las películas de terror que realmente han sobresalido con historias originales, giros inesperados y personajes atractivos. Salvo contadas excepciones —The Conjuring (2013), The Witch (2015), The Conjuring 2 (2016), It (2017) y Hereditary (2018)—, el género ha venido decepcionando desde hace un buen tiempo con fórmulas repetitivas, clichés y narrativas absurdas que fallan tanto en su estructura como en el desarrollo de sus personajes y la verosimilitud de sus objetivos. Sin embargo, Krasinski nos ha devuelto esa buena combinación del horror asociado al antagonismo extraterrestre, con escenas que incluso nos recuerdan a clásicos como Alien (1979), en el cual, a pesar de que el universo diegético es poco probable respecto a nuestra realidad, está tan bien representado que se hace verosímil para el espectador.
En la primera película, Krasinski nos presentó una historia con poca información previa de sus orígenes, pero suficiente como para poder empatizar con los personajes y transmitirnos sus temores. Utiliza como tema universal de identificación el factor familiar. Esta familia de cinco que se tienen solo el uno al otro y que deben intentar sobrevivir. El espectador inmediatamente conecta con los personajes y su sentido de protección y supervivencia. La historia apela a las pasiones humanas, por lo que conquista rápidamente al espectador, dándole algo con lo cual se pudieran ver reflejados. Unos solo ven a una familia siendo atacada por alienígenas, pero otros pueden asociarlo con la lucha de una familia sobreviviendo a una guerra o incluso a una pandemia. Esa asociación la hace cada individuo desde su realidad y sus propias vivencias, y produce la conexión inmediata con la trama.
A Quiet Place es narrativamente perfecta. De aquí a unos años, será un clásico de la época. Tuvo un final adecuado. Se sugiere el descubrimiento de la forma de abatir a los extraterrestres, por lo que no es necesario mostrar cómo los derrotan con un típico happy ending. El director, simplemente, termina con una sugerencia de que la madre y sus hijos saben cómo vencerlos, lo demás lo deduce el espectador. No requeríamos de una secuela, pero debo admitir que al saber que se haría A Quiet Place Part II, me entusiasmé igualmente, aún cuando consideraba que podría ser una mala idea.
Afortunadamente, me equivoqué. Cosa que no me pasó con The Conjuring: The Devil Made Me Do It. Al contrario, A Quiet Place Part II fue otra lección de Krasinski para sus colegas realizadores del género, de que no solo puede traernos excelentes y originales historias de terror, sino que puede entregarnos sus secuelas con el mismo nivel de calidad que la primera, sin caer en lo ridículo, burdo ni aburrido (como sucedió con la tercera entrega de The Conjuring o con It Chapter Two).
Mi temor era que Krasinski cayera en la típica secuela/precuela explicativa que dañara el misterio de la primera película. ¡Nada más lejos de la realidad! A pesar de los flashbacks, que más que todo se utilizan como recurso para explicar la presentación de un nuevo personaje, el director logra empatar a la perfección la historia pasada (vale la pena verse la primera antes de esta para refrescar la memoria) con la actual y cede su rol protagónico a la intrépida Regan, interpretada por Millicent Simmonds.
En A Quiet Place Part II, Krasinski se las ingenia para no caer en una historia repetitiva y redundante, tipo The Ring Two, en la que no hubiese nada nuevo que explorar; sino que le da esa sensación de ser una extensión que le da cierre al final de la primera película. En otras palabras, A Quiet Place parece culminar en el segundo punto de giro, cerrando el segundo acto, mientras que A Quiet Place Part II da la sensación de ser ese tercer acto que básicamente abarca esa búsqueda por aniquilar a los extraterrestres con una forma de expandir el sonido que reproducen los aparatos auditivos de Regan. Lo positivo es que en esta secuela, el director le añade algunos giros inesperados justo cuando pensábamos que la historia se iba a mantener igual: como aquella escena en que Regan y Emmett (Cillian Murphy) están buscando un bote y se topan con un grupo de personas aparentemente caníbales, que se convierten en una barrera para que ellos puedan navegar hasta una isla de supervivientes.
Lo más extraordinario del guion de Krasinski es la forma en que nos dosifica la información para aumentar el suspenso, un recurso muy hitchcockiano. Como esos planos detalle que enfatizan en la cerradura de la fosa donde se metía Marcus (Noah Jupe) con su hermanita, siempre a riesgo de quedarse encerrados y sin oxígeno. También, el plano detalle del tanque de oxígeno de la bebé, que se estaba agotando, para luego usar esa información en la escena en que se quedan encerrados y aumentar el riesgo de una posible muerte por asfixia. Ni hablar de las complicaciones de los personajes: Marcus cae en una trampa de oso que lo deja cojeando, su madre debe salir y buscar medicinas para evitar que la condición de Marcus empeore, Regan emprende una búsqueda sola hasta una isla y Emmett debe ir a buscarla en contra de su voluntad. Todos estos momentos expanden las líneas de relación o subtramas, logrando no solo una mejor empatía del público con los personajes principales, sino también para reforzar los momentos de tensión con el uso de montajes paralelos que oscilaban entre las escenas de Regan y Emmet de un lado con las de Marcus, su hermana y su madre Evelyn (Emily Blunt) en otro.
A nivel actoral, esta película realmente pone a prueba el talento. Los personajes debe recurrir al lenguaje corporal reforzado con el lenguaje por señas y las expresiones de sus rostros, más que a los diálogos. Talentos conocidos como los de Emily Blunt pasan a un segundo plano, cuando cobra protagonismo Simmond, con una actuación conmovedora, reforzada por la química de su personaje con el de Murphy. Incluso Noah Jupe, con muy pocos diálogos, hace un estupendo trabajo al transmitirnos su dolor y sufrimiento al momento que da aquel desgarrador grito al caer en la trampa de oso, sin dejar de lado la facilidad con la que expresa el temor solo con la expresión de sus ojos.
A Quiet Place Part III ya se encuentra en preproducción para ser estrenada en 2023 bajo la dirección y guion de Jeff Nichols, a quien le tengo todavía un poco de fe por haber escrito y dirigido películas de tono similar como Take Shelter (2011) y Midnight Special (2016). Sin embargo, no sé si confío en una tercera entrega sin Krasinski a la cabeza (aunque seguirá como productor) y, además, falta ver si regresa todo el elenco original. Dudo que Blunt regrese sin Krasinski. Lo cierto es que esta segunda parte culminó con un final sugerido igual que la anterior vez, así que se presta para explorar la forma definitiva en que logren derrotar a los extraterrestres o, tal vez, en agregarle otras fuerzas antagónicas adicionales, como los caníbales, que le aporten más complicaciones a la trama. Ya veremos de qué va… Por el momento, no pueden dejar de ver esta secuela.
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