Escrito Por: Enrique Kirchman
***Advertencia: Datos Importantes de la Película Son Revelados***
En la noche del sábado pasado, como usualmente hago, me compré unas papitas Natural de sal y pimienta, un chocolate Milka de Óreo y una Coca Cola para sentarme a disfrutar de una serie que recién empecé a ver —Orphan Black— y que me tiene enganchado. Sin embargo, para mi sorpresa (y enojo) me topé con que el límite de pantallas simultáneas que se pueden ver a través de mi cuenta de Netflix (que son dos) estaba copado: Mis padres viendo la serie española Vivir Sin Permiso y mi hermana viendo Better Call Saul. ¡Me amargué! Ya había abierto la lata de Coca Cola y me la tenía que tomar, así que debía buscar rápidamente algo que ver. Busqué por Amazon Prime pero no encontré nada digno en lo que invertir mis papitas y el Milka. Me metí a Disney+ con el objetivo de ver algún filme repetido —ya que casi todo lo que hay en esa plataforma me lo he visto o no me interesa— y así fue que me encontré con la película animada Luca, de la cual ya había escuchado algunos buenos comentarios. No soy de ver películas animadas en la noche, prefiero verlas durante el día si no tengo nada que hacer; la noche es más para un buen drama, suspenso o terror. Pero en mi desesperación por encontrar algo bueno que ver, le di la oportunidad a Luca, y es a esta película que le quiero dedicar esta sección de ‘Sociedad Diegética‘.
La trama cuenta la historia de una pequeña criatura del mar, a la que se refieren simplemente como un monstruo marino llamado Luca (interpretado por Jacob Tremblay), cuyos padres le prohibieron salir a la superficie, por temor a la maldad de los seres humanos. Sin embargo, Luca conoce a Alberto (interpretado por Jack Dylan Grazer), otra criatura marina de su edad que, a diferencia de él, vive en una pequeña isla en la superficie. Ambos desarrollan una estrecha amistad que lleva a Luca a desafiar las normas de sus padres y vivir sus propias experiencias en el mundo real.
Sin lugar a dudas, Luca es otra de esas producciones de Disney que va mucho más allá de ser una simple película infantil. Al igual que pasadas producciones —como Up, Inside Out o Soul— esta ópera prima del director Enrico Casarosa se dirige a un público mucho más amplio, con un hermoso y poderoso mensaje que educa a los más pequeños, se relaciona con los jóvenes y hace reflexionar al público adulto. Solo con ver la imagen promocional que encabeza este artículo, podemos interpretar la idea central: ese chico cuya mitad del cuerpo fuera de la superficie del mar muestra a un ser físicamente «aceptable» para el mundo, ocultando su verdadera naturaleza que yace debajo del mar. En la ficción, Luca, Alberto y el resto de sus familiares representan a esos grupos minoritarios que muchas veces se ven forzados a negar su identidad, sus orígenes o su naturaleza por temor al rechazo. Estas criaturas marinas encajan en la sociedad gracias a la figura humana que adoptan al no estar en contacto con el agua, siempre con temor a que, por cualquiera situación, su verdadera identidad se viera expuesta. Por ejemplo, en la secuencia final, durante la carrera, que empieza a llover y Luca debe decidir si se moja y expone su identidad o se refugia bajo techo a riesgo de perder la carrera y, por lo tanto, la posibilidad de comprar la añorada motocicleta Vespa, que es un claro simbolismo de la libertad que buscaba el protagonista y su amigo Alberto. De por sí el eslogan de la motocicleta es «Vespa es libertad«.
Luca y Alberto temían que al mostrar su naturaleza la gente reaccionara violentamente hacia ellos, como evidentemente sucedió con Massimo (el padre de Giulia) cuando vio unas algas con forma de criaturas marinas y las ensartó con su arpón pensando que era uno de los «monstruos» que supuestamente acechaban la costa. O como cuando el detestable bully Ercole Visconti descubrió la verdadera identidad de Alberto y le lanza varios arpones para cazarlo. Este temor se puede relacionar a varias minorías, pero creo que hay una directa y clara referencia a la población LGBTI+.
Luca y Alberto deben guardar las apariencias en un pueblo sugestionado por un pensamiento tradicional y conservador que hace referencia continua y repetitiva a que aquello que es diferente es abominable. ¿Cuántas veces no hemos escuchado a alguien referirse a la población homosexual como aberración? A lo largo del pequeño pueblo ficticio italiano de Portorosso hay visualmente referencias que rechazan a esos supuestos «monstruos» que nadie se ha tomado la delicadeza de conocer. Hay monumentos, estatuas y afiches de películas de monstruos marinos siendo cazados, que refuerzan esa idea de rechazo a lo diferente, que es estigmatizado sin razón. ¡Igualmente sucede en nuestra realidad! Ese tipo de comentarios homofóbicos y discriminatorios se escuchan en nuestro seno familiar, en las escuelas, lugares de trabajo o entre amigos y enfatizan en la idea errónea de que la homosexualidad es una perversión. Por el ejemplo, aquel chico gay que no ha salido del closet y debe escuchar —muchas veces de sus propios padres y amigos— chistes ofensivos acerca de la población LGBTI+, sin poder reaccionar en defensa por temor a ser criticado o apartado.
Esa intolerancia y falta de inclusión en nuestras sociedades queda claramente evidenciada en Luca. Como en aquella escena del clímax, cuando Ercole persigue hasta la meta a Luca y Alberto, quienes han expuesto sus verdaderas identidades por la lluvia, y Luca enfrenta a Ercole diciéndole «No te tenemos miedo«, a lo que Ercole le responde precisamente lo que nuestras sociedades sienten respecto a lo que no conocen:
Pero nosotros sí les tenemos miedo a ustedes. Todos están horrorizados y asqueados, porque ustedes son monstruos».
Ese temor, esa ignorancia en la que una gran parte de la sociedad se encuentra sumida es lo que alimenta ese odio infundado, tal cual como se demuestra en los personajes de Ercole o Massimo. Pero si nos tomamos el tiempo de conocer al otro, de colocarnos en su lugar, de comprender sus búsquedas y sus realidades, tal cual como empatizó Massimo con Luca y Alberto, podemos convivir sin prejuicios.
«Algunas personas nunca lo aceptarán«, dice la abuela de Luca en la escena final, «pero otras sí. Y él parece saber cómo encontrar a las buenas«. Esta es, tal vez, otra gran realidad. Siempre habrá quien se cierre a la idea de aquello diferente, pero afortunadamente también hay quienes lo reciban como parte de su normalidad y a ellos es que hay que dirigirse. En ellos es que hay que depositar la esperanza de que se conviertan en esos agentes aliados del cambio para futuras generaciones y, así, poco a poco, ir dejando atrás ese pensamiento contaminado por el desconocimiento y la intolerancia.
Creo que una de las cosas más importantes que nos resalta esta película es cómo la sociedad llega a influir psicológicamente en estas minorías al intimidarlos, porque no solo quedan ellos mismos negando quiénes son y de dónde vienen, sino que terminan por rechazar a otros que son iguales a ellos, convirtiéndose en aquello que los llevó a ocultarse en primer lugar. Cuando se revela por primera vez que Alberto es una criatura marina frente a Giulia y Ercole, Luca reacciona acusándolo de monstruo para no dejar en evidencia que él también era una criatura marina. Es otro caso típico del homofóbico que resulta ser homosexual, pero por temor a ser acosado, se convierte en acosador. Lo mismo sucede con minorías raciales: el latino en Estados Unidos que se avergüenza de sus orígenes y se niega a hablar en su español natal o el afrodescendiente que se opone a los de su raza «para alcanzar la misma superioridad de la raza blanca», que esta le ha hecho creer que no tiene.
En fin, Luca llega a las pantallas en una época en la que mundialmente el ser humano parece haber involucionado social y culturalmente. La injusticia contra los negros en Estados Unidos que han despertado al movimiento Black Lives Matter, los actos más recientes de violencia en contra de los asiáticos y, solo en junio vimos cómo alrededor del mundo los grupos LGBTI+, fueron objeto de críticas y víctimas de violencia por pronunciarse en sus históricas marchas Pride. En Panamá, por ejemplo, un grupo de ciudadanos vandalizaron las banderas del orgullo gay en el Museo de la Democracia y los Derechos Humanos, el pasado 28 de junio, repudiando las familias diversas y el matrimonio gay. Estas son acciones que uno pensaría que no se verían a estas alturas, luego de que tantos países han aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Es por eso que aplaudo la responsabilidad que asume Disney de educar a través de sus películas con mensajes positivos, inclusivos y con personajes diversos, porque consciente e inconscientemente, el público comienza a adoptar la idea como natural hasta llegar, al menos, a la tolerancia. Ya con eso se puede trabajar. Esto logrará que, poco a poco, más personas salgan «de su isla» (del closet), como logró salir Alberto gracias a la ayuda de Luca. Mientras tanto, al resto de la población homofóbica, acosadora, racista, xenofóbica y sexista, digámosle: «¡Silenzio Bruno!».
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