Escrito por: Enrique Kirchman
***Advertencia: Datos Importantes de la Película son Revelados***
Natural, narrativamente fresca, emotiva y conmovedora hasta las lágrimas. ¡Real! Así puedo definir, en pocas palabras, la nueva película panameña, Plaza Catedral, del director Abner Benaim, que me dejó con el pecho apretado y un gran nudo en la garganta al experimentar fuertes emociones con un drama social que nos alerta acerca de una realidad que nos afecta, no solo en Panamá, sino en toda la región de América Latina.
A grandes rasgos, su trama cuenta la historia de Alicia —interpretada por la actriz mexicana Ilse Salas—, una arquitecta aún afectada por la muerte de su hijo, que se muda a un apartamento en la plaza Catedral del Casco Antiguo de Panamá, poco tiempo después de haberse divorciado de su marido (interpretado por el colombiano Manolo Cardona). En los alrededores conoce a Alexis —interpretado por el entonces emergente actor panameño Fernando Xavier de Casta—, un biencuidao de 13 años que encuentra en Alicia una relación maternal que lo protege y aleja momentáneamente de la delincuencia y del ambiente familiar violento en el que vive.
El filme nos narra una historia estructuralmente sencilla, pero con sus puntos de inflexión claramente marcados, manteniéndonos atentos en todo momento, mientras se desarrolla aquella hermosa relación entre Alicia y Alexis. Alicia tiene como objetivo proteger al carismático adolescente, quien recurre a ella luego de recibir un impacto de bala. Es a partir de ese detonante que inicia una envolvente línea de relación entre ambos, ocupando gran parte del tiempo de pantalla. La caracterización de estos dos personajes, la química que evidentemente tienen, los diálogos tan naturales y casi que espontáneos de sus conversaciones hacen que el espectador se involucre con la trama, hasta el punto de que no nos hace falta más personajes ni diversidad en las locaciones; podemos verlos interactuar en un mismo decorado y nos hipnotiza gracias a la fuerza dramática que le aporta Salas y a esa espontaneidad neorrealista del joven De Casta. Destaco aquella escena en la que Alicia le da un poco de ron a Alexis, mientras están sentados en el suelo, y ella empieza a contarle acerca de cómo fue que murió su hijo de seis años. La forma en la que Alicia narra el momento sin recurrir a flashbacks y poco a poco se va descompensando ante la atenta y tierna mirada de Alexis, nos hace derramar, inevitablemente, algunas lágrimas a la par del personaje. Esa es tal vez de las escenas con más carga dramática e intensas de toda la película. Benaim, quien además escribió el guion, juega con nuestra mente al mostrarnos momentos impactantes y violentos que surgen producto de la imaginación, recuerdo o sueños de la protagonista: como cuando Alicia se imagina tirándose desde lo alto de un edificio o sueña que Alexis la degüella mientras duerme. En principio, el director no hace evidente que se trata de un sueño o que es producto de la imaginación de ella, por lo que el espectador, al menos por un breve momento, aguanta la respiración hasta ver si en la siguiente escena se separa la fantasía del presente diegético. ¡Excelente!
Sin lugar a dudas, Plaza Catedral es la mejor película de ficción panameña que he visto hasta la fecha. Benaim nos demuestra que cuando se tiene una historia sólida, con un tema de tendencia social y una estructura narrativa bien planteada, no es necesario un desfile de personalidades ni un despliegue de efectos visuales ni mucho menos el humor burdo que nada le aporta al relato. Y si, además, la historia es interpretada por excelentes actores que logran en el espectador esa identificación y empatía transmitiéndoles sus emociones y tensiones; indudablemente logra engancharlos, envolverlos e, incluso, afectarlos.
Plaza Catedral no es solo un acierto cinematográfico para la producción nacional, sino que además toca un tema sensible y vigente en nuestra sociedad, alertando acerca de la indiferencia hacia la juventud que vive en áreas de bajos recursos y donde impera la delincuencia. Les hemos dado la espalda y digo “hemos” porque todos somos responsables. Alexis es ese chico que nos topamos en el semáforo limpiando los parabrisas de los autos. Es ese chico que vende mentas o chocolates de $0.25 centavos en las avenidas. Es, tal cual el personaje, ese biencuidao que nos espera en Casco Antiguo. Chicos que han sido forzados a vivir como adultos para sobrevivir, muchas veces como consecuencias de hogares quebrados, padres y madres inexistentes o víctimas de violencia intrafamiliar. Alexis tenía que trabajar como biencuidao para proteger a su hermana que iba a ser madre a sus 15 años. ¡Y esto no solo pasa en la ficción!
Esta película pone el dedo en la llaga al enfatizar en que aquellos que se suponen que deben proteger a la niñez y juventud, son muchas veces la raíz del problema. Esa afirmación queda representada en la trama con la madre de Alexis, quien le rompió una botella en la cabeza a su hermana de 15 años, embarazada; mientras que su padrastro, es un policía que no solo embarazó a su hijastra, sino que fue quien le disparó a Alexis. Por un lado tenemos a la familia, como institución fundamental de la sociedad y, por el otro, a las autoridades que deben velar por el bienestar de su ciudadanía… pero ambos le han fallado categóricamente a Alexis, lo cual sirve de espejo a nuestra realidad. Solo recordemos el caso de los albergues del año pasado, en el que varios niños reportaron abusos de todo tipo en distintos centros del país y aún las autoridades no han imputado propiamente a los implicados. Ese desamparo, desde el seno familiar hasta social y estatal, termina llevando a chicos de la edad de Alexis a la delincuencia, al pandillerismo, a las drogas. Según estadísticas del Ministerio Público de Panamá, en 2021, se reportaron 592 denuncias de homicidios presuntamente perpetrados por menores de edad. Y lo que es aún peor, 41 menores entre 0 y 17 años fueron asesinados el año pasado, la mayoría por impactos con armas de fuego; entre esos 41 se encuentra Fernando Xavier de Casta, nuestro Alexis, que lastimosamente no pudo separar la ficción de su realidad.
Plaza Catedral, en mi opinión, más allá de su éxito en taquilla o no, se ha coronado como un futuro clásico memorable del cine panameño. Un hito en nuestra historia cinematográfica. Su final fue un poco apresurado, sobre todo porque mantuvo un tono y ritmo tan poético y suave, pero, a pesar de que en el momento hubiese querido un final más elaborado, creo que lo abrupto del tercer acto nos da una idea de cómo ese entorno viciado de delincuencia termina acabando o alejando a los pocos que están dispuestos a hacer algo bien.
Es justo destacar que Abner Benaim ha hecho historia al conseguir que Plaza Catedral sea la primera película panameña en pasar al “shortlist” de los premios Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional. Actualmente, está compitiendo con otros 14 filmes —de Austria, Bélgica, Bután, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Islandia, Irán, Italia, Japón, Kosovo, México, Noruega y España— para finalmente entrar en la categoría definitiva de nominados, los cuales se anunciarán el próximo martes 8 de febrero de 2022. Y, sinceramente, es la primera vez que puedo decir que Panamá está bien representada y tiene grandes posibilidades de salir nominada. Vayan a ver Plaza Catedral, no porque sea una película panameña, sino para que vean que en Panamá sí se está haciendo buen cine.
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