Manifiesto ‘Hypnosista’: Una propuesta artística estudiantil que desafía al cine panameño
Fotografía tomada por Sara Martínez
Escrito por Enrique Kirchman
Antes de iniciar, debo aclarar, que mi autoría sobre este artículo recae en meras observaciones previas antes de exponer el texto original «hypnosista«, muy lejos de haber sido escrito por mi persona, ya que a pesar de ser un crítico —en el sentido más noble del término— del cine nacional e internacional, el manifiesto al que me remitiré a continuación deja en evidencia un pensamiento más fresco, rebelde y, hasta cierto punto, más cabreado que el mío. Y sí, porque las nuevas generaciones que mal llamamos de cristal, llegaron exigiendo, modificando conductas y alterando el conservador y embrutecedor orden social que ya venía viciado de hipocresías, doble moral y violencia simbólica.
Para que entren en contexto… En la Universidad del Arte Ganexa, donde imparto clases de historia del cine y vanguardias artísticas, usualmente termino el curso exigiendo la realización de un ensayo escrito acerca de un director con sello de autoría, elegido por el estudiante. Sin embargo, luego de analizar el contexto social en el que nos encontramos en el país (y en el mundo) actualmente, donde la corrupción política es el pan de cada día, la brecha económica es abismal y el pueblo parece estar idiotizado por el falso activismo de las redes sociales, decidí hacer un cambio en la consigna final y pedirle a los chicos que propusieran la creación de una vanguardia artística —así como surgieron las de post primera guerra mundial como el expresionismo, el surrealismo o el dadaísmo— con sus características estético-narrativas y su asociación con el contexto actual. Era evidente que surgirían propuestas aludiendo a la vergonzosa situación política: así se pronunciaron los INTEGRALISTAS, quienes demandaron el alto costo de la vida y la asquerosa diferencia de clases, mientras que los MACALLANISTAS utilizaron una estética mocumental para parodiar el circo legislativo que deja en evidencia el tipo de gobierno que se nos parece y que merecemos.
Fotografía tomada por Nayelis González.
Sin embargo, un grupo de cinco jóvenes estudiantes —integrado por Alejandro Villalobos, David Shoemaker, Miguel Batista, Nayelis González y Sara Martínez— se alejó de la escena sociopolítica para concentrarse en la industria audiovisual nacional que, hasta el momento, para ellos, ha tenido más desaciertos que aciertos, a pesar de los éxitos en taquilla y los premios adquiridos por diversas películas nacionales. Y así surge la idea del HYPNOSISMO, una vanguardia que rechaza la mediocridad cinematográfica narrativa, estética y técnica. Los hypnosistas proponen alejarse de las forzadas ‘fórmulas del éxito’ hollywoodenses para contar historias más originales, que no pretendan infructuosamente imitar comedias burdas de pacotilla ni aquel intento de terror de culto que fracasa tanto por la línea del entretenimiento como de la expresión artística. Los hypnosistas apelan a una narración clásica que explora lo onírico en la diégesis y, en algunos casos, lo surrealista en el modo de relatar. Prefieren el drama, incluso el melodrama, con finales trágicos que nos expulsen de la ensoñación.
Sin más preámbulo, aquí les comparto el manifiesto escrito por uno de los hypnosistas, Alejandro Villalobos, y, a lo largo del artículo les comparto algunas fotografías que dejan entrever la materialización de su estética visual y la ilustración de su psicología artística.
Fotografía tomada por Alejandro Villalobos.
HYPNOSISMO (por Alejandro Villalobos)
“La poesía es lo que pasa cuando nada más pasa” – Charles Bukowski
Los grandes puntos de quiebre de revoluciones artísticas y sociales han surgido en momentos de turbación y descontento social. Como una generación que ha estado germinando dos décadas, es momento de salir de la crisálida de inocencia y silencio que nos ha abrigado en una niebla voluptuosa, colmada de cuentos y fantasías fabricadas por nuestras decadentes figuras paternales. Los caminos al infierno fueron labrados en adoquines cargados de anhelos vacíos. Del hartazgo de una vida nimia, carente de acontecimientos y de ánimos desaturados, se yerguen pasiones que arden. La vena ha sido cercenada y nosotros brotamos impolutos.
La industria cinematográfica panameña es una niña pequeña y malformada, que se arrastra mísera por una tierra de almas explotadas por fantasmas con tronos de oro. La niña extiende sus manos y de su garganta se escapa un graznido al intentar tomar aire. Una industria de nicho, con obras absurdas y banales de una calidad precaria, conceptual y técnica. Esto es una crítica directa a las grotescas comedias de Arturo Montenegro o a desnutridos fetos de fútiles y poco originales intentos de obras de género por parte de Alberto Serra, derrochando una educación.
Nosotros, los jóvenes somnolientos con cerebros adheridos a las pantallas desde infantes, rugimos con vehemencia, en un alarido reverberado y lento. Como una enredadera buscamos crecer en las costas de un esqueleto obsoleto, engullendo una industria con piernas amputadas y empezar a caminar. Caminar con producciones inmersivas, que manipulen el tiempo, que capturen al autor y dejen los vestigios de su esencia desperdigados en las mentes consumistas influenciadas por una peluda mano anglosajona. Condenados o no, existimos.
El fruto de nuestras enfermas entrañas busca erigirse como una estela incandescente, que mitigue a las bestias invisibles de los frondosos bosques del trópico que entumecen el criterio colectivo. Nosotros retratamos la vida, nosotros filmamos, porque no podemos hacer nada más que regurgitar una miríada de descontento e imaginación, de fascinación por historias fantásticas que apaciguan el absurdo de la condición humana. William Blake dijo: “Si las puertas de la percepción estuvieran limpias, todo se mostraría ante el hombre como realmente es, infinito.”
Las miradas del pueblo están corroídas por parásitos presentes la intrínseca focalización de un pueblo derrotado. Nosotros queremos desgajar los pútridos ojos comunes y reemplazarlos por perlas que perciban una realidad auténtica. Todos deben sentir la vibración, nuestras manos deben palpitar al ritmo del tambor. Un océano en calma ahora anuncia una marea apoteósica. Marea que tuvo su génesis con la inspiración detrás de ciertas ideas, conceptos y productos de la mano de mentes como Abner Benaim e Isabella Gálvez Peñafiel. Personas que demostraron que el buen cine istmeño no es un idilio, sino una realidad.
El hombre es un animal social, vivimos, bebemos y crecemos de las conexiones que incoamos con otros seres. Que mejor conexión que una que te embriague de sensaciones, que te deje sediento, clamando una panacea que satisfaga esos espacios oscuros del inconsciente. Nuestra vanguardia planea acceder a esos lóbregos terrenos recostados en los vastos horizontes de la ficción.
“La verdad excita a la imaginación mucho menos que la ficción” – Marqués de Sade
Pretendemos inundar la mirada de espectador con una conexión psicosexual que mancille los muros paradigmáticos que fueron sentados por las estatuas desgastadas de generales corruptos e iletrados. Nosotros ilustraremos a las nuevas y viejas generaciones. Nosotros somos cambio.
Fotografía tomada por Miguel Batista.
Aunque con un tono aparentemente prepotente, este manifiesto demuestra que hay una generación joven que está prestando atención, que no está adormecida, que está ávida de cambios. Es tan imperfecta como los de la Gen X y los baby boomers, pero llegó cuestionando, reflexionando, proponiendo. Aunque el hypnosismo no trascienda más allá de un fin académico, el interés de sus autores sí parece estar determinado a un cine como arte, más que entretenimiento. Un cine que expresa el pensamiento y apela a la interpretación, la simbología, la metáfora y las analogías. Un cine que estremece, que nos sacude de la pasividad que caracteriza al espectador común y lo coloca en un nivel activo, culto y crítico. ¡Vale la pena seguirles la pista!
Wao, profe. Me encantó😭✨️
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