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¡Informal! ¡Emotivo! ¡Espontáneo! Estos calificativos no solo describen la narrativa del documental «Yo No Me Llamo Rubén Blades» —dirigido por el panameño Abner Benaim—, sino que también forman parte de las características de su personaje central, a quien resulta difícil, y hasta cierto punto injusto, clasificar meramente como artista, cuando en su trayectoria de vida hay mucho más que adjudicarle.
Panamá ha visto nacer a personalidades de gran admiración y, dentro de los que todavía viven, Rubén Blades es, tal vez, uno de los más destacados y queridos en el ámbito nacional e internacional. Un músico completo, escritor, actor, abogado, político, quien hasta el momento ha mantenido su intimidad celosamente alejada del público, por lo que poder seguirlo en este documental —que tal vez se queda corto en historias debido a la cantidad de anécdotas interesantes que pudiera llegar a compartir— es un honor y privilegio para todos sus seguidores y admiradores, en especial, para el público panameño que lo eleva como un segundo padre de la ‘Patria’ (quien quiera que sea el primero).
Rubén Blades canta ‘Pablo Pueblo’:
Este documental interactivo, por las ocasionales intervenciones off screen de Benaim, es atractivo e interesante, pero no por el material de archivo utilizado de algunos momentos de la vida artística de Blades (muchos de los cuales pudiésemos encontrar en Youtube), sino por lo que él mismo cuenta en el presente, sus anécdotas, esa espontaneidad y perspicacia que lo caracterizan, su capacidad de crear historias dentro de historias y, como típico panameño, de contarlas con humor y emoción. Da la sensación de que Benaim solo encendió la cámara y el resto lo hizo Blades. El mérito está en que el director se ganara suficientemente su confianza como para lograr que Blades le abriera las puertas de su casa en Chelsea, Nueva York, que como él mismo dijo en una escena, era la primera vez que alguien entraba, y sería la última; también que abordara temas más sensibles, como aquella vez que decidió someterse a una prueba de paternidad que terminó comprobando que efectivamente era el padre de un hombre de 39 años llamado Joseph Verne, quien públicamente lo había afirmado años antes con descrédito del artista. Incluso, verlo bailar emocionado, casi que payaseando en su casa; revisar junto con él su colección de pasquines, fotos y discos de oro; verlo hacer esforzados ejercicios y compartir con otros músicos backstage, son imágenes del artista a las que muy poco tienen acceso y Benaim logró hacerlas masiva con su documental.

«Yo No Me Llamo Rubén Blades» repasa sus inicios en la música, cuando trabajaba como el chico de los correos en las oficinas de Fania en Nueva York, los problemas legales que años después tuvo con ellos, los años dorados de la salsa cantando con grandes personalidades que él describe como mejores que él, entre los que incluye a Celia Cruz, Tito Puente, Ismael Miranda y muchos más. También, su paso por el cine, algo que le aburría y que le sorprende por la cantidad de producciones en las que aun así terminó participando, especialmente junto a leyendas como Christopher Walken (en «The Milagro Beanfield War»), Danny Glover (en «Dead Man Out» y «Predator II»), Robert De Niro (en «Hands Of Stone») y Denzel Washington (en «Safe House»), por mencionar solo algunos. Y aunque vemos mucho de su vida fuera de Panamá, en todo momento hace referencia a cómo el país siempre ha estado presente en todo lo que hace. En otras palabras, el documental presenta esa dualidad de un hombre que se define como «neoyorquino por adopción y panameño de corazón«, que indistintamente de haber hecho una exitosa carrera en Estados Unidos, sus canciones aludían a los problemas que acongojaban a la sociedad panameña y que a la vez se replicaban en toda Latinoamérica, por lo que su crítica social era fácilmente identificable en la región. Es así como inevitablemente uno se emociona cuando nos vuelven a mostrar aquellas escenas del 31 de diciembre de 1999 cuando cantó ‘Patria’ para celebrar que el Canal de Panamá era 100% nuestro… al escuchar ese y otros temas de su extensa discografía, al prestarle cuidadosamente atención a sus letras, nos percatamos de que su legado es casi que un símbolo patrio.
La narrativa es acompañada con inevitables cámaras en mano para seguir sus pasos por las cosmopolitas calles de Nueva York y Panamá, donde era usualmente verlo en sus inicios, pero Benaim también hace uso de algunos planos fijos, con encuadres hermosos de edificios antiguos y descuidados, cuyo color viene dado por los personajes que están dentro (como en la barbería) o por una mujer que atraviesa una esquina con un vistoso vestido de tonos primarios que contrasta con lo rústico del ambiente.
No faltarán las risas, y seguramente una que otra lágrima que emana del sentimiento más patriótico. «Yo No Me Llamo Rubén Blades» llena de nostalgia y trae recuerdos a los más viejos que han seguido la carrera de Blades desde sus inicios, pero para los más jóvenes que todavía hoy disfrutan de sus inmortales letras, es una breve clase de historia y cultura, una lección de la importancia de la expresión artística como crítica social y política, que hoy se hace tan necesaria como en los tiempos de la dictadura en que él creó sus temas más icónicos.
Desde el inicio entendemos que la intención del documental es que sirva como una especie de testamento del artista para aclarar cualquier duda de su vida profesional y personal, para no dar pie a que post mortem surjan rumores ni cuentos incomprobables. Y al final, en la última escena cuando canta una y otra vez la estrofa de ‘El Cantante’ de Héctor Lavoe —cuya letra escribió y le cedió al artista puertorriqueño por convencimiento de Willi Colón para reavivar la carrera de Lavoe— nos damos cuenta que Rubén Blades, fuera del escenario y de los set de filmación, es un ser humano como todos, con errores y virtudes, que saca la basura y lava los platos (según cuenta su esposa), y este documental nos acerca más a ese lado humilde.
Yo, soy el cantante
muy popular donde quiera
pero cuando el show se acaba
soy otro humano cualquiera.
Trailer:
Escrito Por: Enrique Kirchman
Genial
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Ruben , como todos saben un excelente artists. Un genio. El problema es que el lo sabe y es un poco gruñon y altanero. De humilde muy poco. Pero como decimos nadie le quita lo bailao.
By the way soy su fan.
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