{Crítica} «Toy Story 4»: Sigue Siendo Conmovedora Y Emocionante


Escrito Por: Enrique Kirchman

***Advertencia: Datos Importantes De La Película Son Revelados***

Pocas franquicias llegan a su cuarta película en la cúspide del éxito y, sin lugar a dudas, «Toy Story» es uno de esos casos particulares que pasarán a la posteridad como un clásico de animación memorable, no solo porque su primera entrega en 1995 se convirtió en el primer largometraje animado completamente por computadora, sino también por su excelente narrativa, sus personajes entrañables y la forma en que se ha reinventado con cada secuela.

«Toy Story 4» no es la excepción. Justo cuando pensamos: ¿Qué más pueden explorar estos juguetes obsoletos? Los guionistas se las ingenian —como si de escritores infantes se tratara— para abordar temas originales, cómicos y, a la vez, profundamente emotivos.

En esta última película hay varios personajes nuevos que nos cautivaron de tal forma que, prácticamente, desplazaron a los usuales protagonistas. Forky, interpretado por el comiquísimo e inigualable Tony Hale («Veep») fue uno de ellos, además de ser un personaje supremamente original e igualmente pertinente a la historia. ¿Quién no creó sus propios juguetes con lo que tuviera a mano? Y ese tipo de creatividad es la que me vuela la cabeza con «Toy Story». Por otro lado tenemos a los divertidísimos peluches de feria Ducky y Bunny, interpretados por Keegan-Michael Key («The Predator») y Jordan Peele (el director de «Get Out» y «Us») respectivamente, quienes se robaron el show por la química en pantalla y, por supuesto, por su incoherente plan de atacar a la anciana en la tienda de antigüedades. ¡Ja,ja,ja!

Pero, aparte de los personajes cómicos, también se añadieron algunos juguetes con un toque más dramático, como es el caso de Duke Caboom (interpretado por Keanu Reeves) y sus inseguridades, y de la inestable Gabby Gabby (interpretada por Christina Hendricks); además del regreso de Bo Peep (interpretada nuevamente por Annie Potts), cuya aparición reafirma el inevitable final del protagonista Woody (Tom Hanks).

Y es que, en parte, «Toy Story 4» nos habla de la madurez y de seguir adelante en una nueva etapa, pero desde el punto de vista de los juguetes. Woody siente que ya cumplió su ciclo como un «amigo fiel», como ese instrumento que le da seguridad a un niño o niña en los momentos de soledad, temor o ansiedad —como aquella escena en que la pequeña Bonnie llega a la escuela por primera vez y ningún niño se le acerca ni le presta materiales, por lo que ella se siente sola e intimidada, pero con ayuda de Woody, logra crear a Forky y eso le da seguridad—. Sin embargo, ahora Woody se embarcará en una aventura en el mundo exterior junto con su amada Bo, donde no hay reglas, todo es más espontáneo, riesgoso, incierto. Y eso, tal vez, es una analogía a la vida de un niño cuando pasa a su adolescencia y empieza conocer el mundo, a enamorarse, a perder amigos y ganar algunos nuevos, a afrontar cambios en general. Esos mensajes analógicos son los que más nos conmueven de «Toy Story», los que nos sacan las lágrimas, porque de alguna u otra forma nos sentimos identificados. Recordamos haber pasado por algo similar.

He ahí la magia de estas cuatro películas, que a pesar de tratarse de juguetes y objetos inanimados en la realidad, nos despiertan nostalgia, nos hacen añorar aquellos juguetes a los que nos aferramos cuando éramos niños y nos generan un sentimiento real por algo que en sí carece de sentimientos, pero que nos hace humanos porque nos despierta emociones.

«Toy Story 4» es una fabulosa historia de principio a fin. Una montaña rusa de emociones que nos permite atravesar por repetidas carcajadas, momentos de aventura y emoción, para luego asustarnos (como con esas escenas con las aterradoras marionetas nivel «Anabelle») e, ineludiblemente, terminar derramando una o dos lágrimas con momentos enternecedores. La verdad que esta es unas de esas sagas que debemos agradecer al cine por haberla creado. Gracias Pixar y gracias Disney.

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