Desde sus inicios en 1923, la compañía productora Disney monopolizó el concepto de fantasía y belleza entre las masas espectadoras. Hermosas princesas sumidas en cuentos de hadas, animales que hablan, príncipes azules, bosques encantados y brujas malvadas son los elementos característicos de sus historias; las cuales surgieron en la época en que el cine detectó un abanico de oportunidades económicas al prostituirse como un medio estrictamente de entretenimiento -nada más alejado de la realidad-, valiéndose de la oscuridad de las salas de cine para envolver a los espectadores, anular sus sentidos, y ofrecerles un mundo totalmente distinto a la realidad, en el cual puedan fantasear y soltar su imaginación libremente por al menos unas dos horas. El gran problema radica en que Disney no solo vendía historias que hacían suspirar al público, sino que también fueron creando arquetipos de belleza y de personajes bondadosos basados en el aspecto meramente físico: color de piel, facciones, vestimenta, etc. En otras palabras, una niña puede ser considerada «princesa» si es ridiculamente delgada, de cabello lacio, ojos claros, alta, empalagosamente femenina, ingenua, sonriente, sumisa, entre otras características que describen las típicas princesas de estos cuentos.

Este año, el escritor Randy Moore hace su debut como guionista y director con la película «Escape From Tomorrow» («Escape Del Mañana»), la cual cautivó a los críticos en el Festival de Sundance. Filmada en blanco y negro, utilizando el parque temático de Disney como una de las locaciones de filmación (sin permiso), la película centra su historia en una familia integrada por Jim (el padre), Emily (la madre), Sara (la hija) y Elliot (el hijo) que van a pasar vacaciones en Disney World. En su habitación de hotel, Jim se entera que ha quedado desempleado, pero decide no contarle nada a su esposa. Luego se disponen a hacer su recorrido por el parque y Jim empieza a experimentar sensaciones extrañas desde que ve a una pareja de chicas extranjeras, atractivas y sensuales, que llaman su atención. Jim empieza a ver cosas monstruosas y aterradoras en su recorrido por una de las atracciones, empieza a alucinar. Su obsesión por las chicas llega al punto que descuida a su hija hasta perderla, tiene problemas con su esposa, es secuestrado por un extraño doctor que tiene una laboratorio debajo de Epcot Center, y adquiere la fiebre felina que acaba con su vida.

Aunque la música de inicio de la película, que en general guarda cierta estética parecida a las películas de Disney (por ejemplo, con las fuentes utilizadas en los códigos gráficos de los créditos al inicio), sugiere que veremos una historia feliz, la música no hace más que distraernos del thriller psicológico que estamos por presenciar. Moore se las arregla para pasar de una música feliz a una música infantil desconcertante, como parte de la sonorización del parque, que logra generar mayor terror con respecto a las imágenes que vemos de personajes de Disney cobrando vida con miradas malévolas y siniestras.

Fantasía vs Realidad

Moore nos muestra la otra cara de la moneda, exponiendo la fantasía de Disney con aspectos mundanos. De ahí que la película llega a ser un tanto grotesca de momentos, bizarra e inquietante. En una de las primeras escenas, mientras esperan el tren para ir al parque, Jim y su familia hacen una fila en la que están rodeados de gente estornudando y ancianos tosiendo, haciendo énfasis en que la fragilidad humana no es ajena a Disney, a pesar de sus inmortales personajes. Esta referencia se repite en una de las escenas finales cuando Jim va a casa de la misteriosa mujer que conoció en el parque a buscar a su hija que fue secuestrada. En esa escena, la mujer disfrazada de bruja, le pregunta si alguna vez vio a alguien decapitado, refiriéndose a un hombre que murió decapitado en una de las atracciones del parque. La mujer agrega «la gente viene aquí porque quieren sentirse seguras. Tienen miedo. Pero no pueden escapar, sabes. Las cosas malas pasan en todas partes«. A través de estas referencias a la muerte, dentro del fantasioso mundo de Disney World, es que el director expresa que por más que tratemos de escapar de la realidad, distrayéndonos con la fantasía y belleza comercial que ofrecen los medios audiovisuales, al final se trata de una felicidad y alucinación momentánea; tarde o temprano tenemos que regresar a esa vida que aborrecemos, en la que todos los mortales al final mueren y no viven «felices para siempre».

El personaje de la mujer misteriosa/bruja es crucial en la película. Es una analogía de esa fantasía efímera. La mujer secuestra a la hija de Jim, y cuando éste le reclama «No puedes simplemente llevarte al hijo de alguien«, ella contesta: «Siempre se los regreso… Algunas personas ni siquiera se dan cuenta«. Este diálogo entre ellos se podría aplicar a la forma en que usualmente los padres dejan a sus hijos a merced de la televisión y el cine, consumiendo sus arquetipos, estereotipos e ideologías consumistas, que acaban por definir el pensamiento sin criterio de los infantes. «Siempre se los regreso… Algunas personas ni siquiera se dan cuenta«, hace alusión a que los padres no monitorean lo que ven sus hijos. No se dan cuenta. Sus hijos fantasean por dos horas viendo una película y los padres están tan ensimismados, que no les interesa el contenido, siempre que sus hijos estén «entretenidos» sin molestarlos. Les dan a ver una película animada, sin evaluar la interpretación que pueden llegar a hacer de estas imágenes aparentemente inocentes: El príncipe y la princesa siempre son de piel blanca, la maldad se centra en ancianas que carecen de belleza por el envejecimiento, si no eres delgada no eres bella, si envejeces eres fea, y otro sin fin de conclusiones que pueden llegar a atormentar a los niños desde temprana edad. Al igual que esa mujer misteriosa/bruja, Disney, y el cine en general, se lleva a las personas un par de horas, les lava al cerebro y luego los regresa a su realidad con una serie de conceptos ideológicos que han absorbido y adoptado consciente e inconscientemente.

El Falso Ideal De Belleza

Desde el inicio de la película, mientras que Sara está fascinada con las mujeres disfrazadas de princesa y Elliot está ansioso por conocer la atracción de Buzz Light Year, Jim se olvida de sus fantasías infantiles para distraerse con fantasías más adultas: el sexo. Esta fantasía de Jim viene plasmada por el ideal de belleza, cuando ve por primera vez a las dos adolescentes extranjeras que coquetean con su hijo Elliot. Desde ahí, Jim se obsesiona y las persigue por todo el parque, eludiendo a su propia esposa, cuya belleza compara con la de la poetisa Emily Dickinson y con la actriz Tina Fey; refiriéndose a un tipo de belleza más intelectual. Jim ha sido víctima de esa arquetipo de belleza propagado por las películas, por lo que encuentra gran excitación cuando ve a estas jóvenes y atractivas chicas. Trata de eludir su realidad -su esposa- distrayendo su vista con aquellas. Sin embargo, cuando Jim se encuentra con la misteriosa mujer/bruja, se da cuenta que ese ideal de belleza no es permanente.

Pronto nos damos cuenta que la misteriosa mujer solía ser una de las actrices que trabajaba en el parque como princesa, saludando, abrazando y sonriendo a todos los chicos que querían conocerla, pero se obsesionó tanto con los personajes de princesa, que cuando vio a una pequeña niña, cuya belleza natural le impactó, la abrazó tan fuerte que casi la mata, por lo que la despidieron. Ahora, esa mujer está obsesionada con seguir siendo bella y princesa, pero revela que esas mujeres que actúan de princesas en el parque, en realidad son prostitutas de alto costo que solo pueden pagar los asiáticos fetichistas que visitan el parque en busca de sexo. En otras palabras, la fantasía de Jim se ve destruida cuando la mujer cuenta la verdadera historias de estas mujeres superficiales, que parecen inocentes, sonrientes a todo el que pasa, pero con frustraciones y aspectos negativos que la sacan de ese contexto mágico de Disney.

Las dos chicas extranjeras, que en la última toma de la película aparecen volando como dos pequeñas Campanitas, representan ese aspecto manipulador de los medios audiovisuales de vender una imagen de belleza a los espectadores, seductoras, atractivas, jóvenes, blancas, que pueden llegar a cautivar a cualquiera. Sin embargo, en la mujer misteriosa vemos que al final, esa belleza se esfuma, y quien se aferre a ella, solo añadirá más frustraciones y amarguras a su vida.

La Batalla Contra Disney

No cabe duda que Moore le declara la guerra a las grandes producciones comerciales, en este caso elige a Disney. Desafiando sus millonarios presupuestos audiovisuales con una película independiente que rebate todos aquellos conceptos ideológicos que, disfrazados de entretenimiento, se proliferan por el mundo en las salas de cine, engañando a quien no tiene criterio ni cultura cinematográfica.

 

Cuando Jim es secuestrado por el doctor o científico que resultó ser un robot, éste le dice a Jim que ha estado monitoreando su imaginación. El doctor le hace saber que Jim se ha rehusado a utilizar un lado más fantasioso de su imaginación, uno en el que está casado con una mujer esbelta y bella, con una pequeña hija, y en la que él es un Don Juan, también atractivo y exitoso. El doctor le dice que no está tratando de «controlar su imaginación como lo hace [Disney]«; aquí podemos percibir el propósito de la película claramente. Disney (y el cine en general) establece las pautas de qué debemos imaginar, cómo lo debemos imaginar y dentro de qué contexto, dictaminando los estereotipos y arquetipos que sin darnos cuenta -muchas veces- terminamos aplicando en nuestro diario vivir.

El cine es ciencia, arte, lenguaje, medio de comunicación e industria, puede ser visto por algunos como entretenimiento, pero en todas sus consideraciones, es un medio de transmisión de ideologías. La tan llamada magia del cine y la fantasía con la que nos envuelve no es en todos sus casos negativa, pero en el caso que sea, es preciso tener cultura audiovisual, saber ver cine, porque como expresó el teórico Siegfried Kracauer: el cine es una droga que anula nuestros sentidos, con el cual nos aislamos de nuestra dura realidad, y como cualquier otra droga, siempre regresamos por más.

Escrito Por: Enrique Kirchman