{Crítica} «La Delgada Línea Amarilla»: Un Relato Sencillo Con Múltiples Mensajes De Vida


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El Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF) culminó el día de ayer con la entrega de premios elegidos por el público —«Desde Allá» como Mejor Película Iberoamericana de Ficción, «Salsipuedes» como Mejor Película de América Central y el Caribe, «Es Hora De Enamorarse: Una Historia Entre Bambalinas» como Mejor Documental y un reconocimiento adicional al documental panameño «A La Deriva»— y la exhibición de clausura de la película mexicana «La Delgada Línea Amarilla» del director Celso R. García, de la cual no tenía mayores expectativas, y que incluso no figuraba entre mis favoritas para ver durante el festival. Cuál fue mi sorpresa, que de todas las películas que vi, entre comedia, drama y suspenso, este road movie protagonizado por Damián Alcázar resultó ser mi favorito. En mi opinión, ¡una maravillosa joya del cine mexicano y latinoamericano!

A través de una historia sencilla y cotidiana, con una producción aparentemente descomplicada (sin desmeritar los posibles inconvenientes que pudiera haber encontrado su realizador durante el proceso de filmación), «La Delgada Línea Amarilla» es una lección de vida desde diversos puntos de vista que se pueden extraer fácilmente de la hermandad que nace y se consolida entre cinco desconocidos obreros de carretera encargados de pintar la línea amarilla que divide la vía.

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Segundas Oportunidades

Esta es tal vez la idea central, cuando a medida que conocemos a los personajes, nos damos cuenta que todos están buscando una segunda oportunidad: Toño (interpretado por Alcázar) fue despedido de su trabajo de 11 años como celador, considerado incompetente hasta el punto de que se le denigra al ser reemplazado por un perro, y justo cuando pensaba que no podía encontrar nada mejor, se topa con un ingeniero que le ofrece una gran responsabilidad acompañada de un buen salario. Por otro lado tenemos a Gabriel, un excamionero que añora sus épocas como conductor y se vio forzado a buscar otro trabajo para poder pagarse una operación de la vista y corregir su progresiva ceguera que le impide volver al volante. También tenemos el caso de Mario, un exdelincuente, que trata de reformar su vida para mantener una promesa a su difunta madre.

El Perdón

Uno de los mensajes principales de la obra es, primeramente, perdonarse uno mismo, y esto lo observamos a través del personaje de Toño, quien venía arrastrando una vida de amargura por no haber podido sanar las heridas de su pasado y haberse rendido en la búsqueda de su hijo que le abandonó hace más de 20 años. Su incapacidad de perdonarse no le permitía perdonar a los demás, que fue lo que sucedió cuando Mario, luego de haber robado la camioneta de Toño, vuelve arrepentido y pidiendo perdón, pero Toño se negó, hasta que por la insistencia y presión del joven Pablo, decide reintegrarlo a la obra.

Nunca es tarde para aprender, ni se es tan joven para enseñar

Toño es un hombre de mente cerrada, con ideas cuadradas y reacio a los cambios, pero poco a poco vamos notando su arco de transformación gracias a la relación más estrecha, casi que de padre e hijo, que desarrolla con el joven Pablo. Ambos eran dos piezas de un mismo rompecabezas que necesitaban completarse, y al final, aunque trágicamente, lo logran. Toño aprende a ser más flexible, a aceptar aquello que no puede cambiar, a perdonar, a divertirse, a vivir el momento y a no rendirse, todo gracias a que Pablo se lo enseña con acciones: al no hacerle caso cuando Toño dijo que no ayudaran al hombre que se la averió el auto, cuando lo amenaza con abandonar la obra si no aceptaba que Mario regresara o cuando simplemente lo ve viviendo cada momento como el último, en el lago bañándose, en el parque de diversiones o besando a aquella chica que conoció en el albergue «La Chingada».

La Felicidad

De la película puedo desprender un gran mensaje: la felicidad no se encuentra, se crea… Se puede crear, porque está en todos lados, en todo lo que hacemos, con quien sea que estemos y donde sea que vayamos. La felicidad es esa «delgada línea amarilla» entre la inconformidad a pesar de todo lo que tenemos y la conformidad con nuestras limitantes. Es ese «carpe diem» del que nos hablaba Robin Williams en «Dead Poets Society»… ¡Aprovechar el día! Toño quería entregar el trabajo al ingeniero en el tiempo convenido, era un buen líder, y al final entrega el trabajo; pero no estaba disfrutando lo que hacía. Pablo escuchaba música, jugaba con una perra que se topó en el camino, ayudó a gente del camino, se bañó en el lago, disfrutó del parque de diversiones, jugó al fútbol, besó a una chica y desafió a su jefe… En 15 días, Pablo creó la felicidad en las cosas más mundanas, algo que a Toño le costaba… Y el resto, Mario, Atayde y Gabriel logran lo mismo. Pablo tenía un futuro por delante y se esfuma con una muerte repentina, lo que le sirve de lección al resto, de ahí que Toño termina diciendo que seguirá buscando: tal vez a su hijo, otro trabajo o más oportunidades, menos dejarse morir como tenía esperado en aquel cementerio de autos donde era celador.

La Delgada Línea Amarilla

«La Delgada Línea Amarilla» es una de esas historias hermosas debido al alto grado de calidez humana que emana del relato, pero nos deja un sinsabor al final que también sirve como un despertar para el espectador. Todo venía en calma, relajado y divertido, y justo en ese segundo punto de giro, cuando el bus embiste a Pablo, damos un brinco, reaccionamos, porque no nos esperamos semejante escena repentina, luego de que nos habíamos compenetrado con aquel personaje… Sucede tal cual en la vida. Cuando pensamos que todo va bien, un evento repentino nos sacude y nos saca de nuestra zona de confort.

Damián Alcázar es natural y excelente en su interpretación. Su mirada fulminante y su carácter tosco pero paternal se complementan con la picardía y chispa de los excelentes talentos que lo rodean: Américo Hollander como Pablo, Joaquín Cosio como Gabriel, Silverio Palacios como Atayde y Gustavo Sánchez Parra como Mario. Una química perfecta en este road movie particular, que en nada se compara con los hollywoodenses en los que los personajes buscan una aventura y terminan con un final feliz; en este caso estamos frente a una película de carretera con un sello latinoamericano y mexicano muy único, en que los personajes se embarcan por necesidad, como símbolo de supervivencia y en el cual el final feliz no tiene cabida, sino un final reflexivo. ¡Sencillamente lo mejor que he visto en el IFF en cinco años!

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Trailer:

Escrito Por: Enrique Kirchman

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