Escrito Por: Enrique Kirchman
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El cine siempre ha sido una herramienta de referencia y expresión sociológica y antropológica, asociada, no solo a las ideologías de sus realizadores, sino también, al contexto social, cultural y político en el que se conciben estas producciones y que, inevitablemente, influyen en sus temáticas narrativas. Así siempre ha sido desde sus orígenes, como cuando los directores Robert Wiene y F. W. Murnau manifestaron la decadencia de Alemania, luego de la Primera Guerra Mundial, y previeron el ascenso de Hitler en sus aterradoras obras «El Gabinete del Doctor Caligari» (1920) y «Nosferatu» (1922), respectivamente, que consolidaron la vanguardia del expresionismo alemán en el cine de principios del siglo XX. Más tarde, en 1923, Man Ray cuestionó los ideales de belleza artística con su cortometraje dadaísta «El Retorno a la Razón». Y, una década después, Charles Chaplin denunció, entre gags y situaciones absurdas, el lado negativo del capitalismo y la explotación del proletariado en las fábricas industriales en «Modern Times» (1936). En otras palabras, lo que los espectadores comunes veían como simple entretenimiento o arte audiovisual, los intelectuales del séptimo arte lo veían como un arma poderosa de protesta, cargada de un discurso subliminal o, incluso, de propuestas directas que influían en el público, consciente o inconscientemente. Y así como algunos realizadores hacían denuncias con sus filmes, Hollywood solidificaba diversos estereotipos.
Un ejemplo, relacionado particularmente a este artículo, es el de la actriz Hattie McDaniel y su interpretación de la sirvienta Mammy en la ahora infame, pero múltiples veces galardonada, «Gone With The Wind» (‘Lo que el viento se llevó’, 1939). A pesar de que, con este rol, McDaniel se convirtió en la primera afrodescendiente en ser nominada y ganar el premio Oscar, la población afroestadonunidense la criticó fuertemente por lucrar de un personaje que promovía el estereotipo de la raza negra en Estados Unidos, en una época en la que todavía estaban vigentes las leyes Jim Crow, que propugnaba la segregación racial. De hecho, McDaniel asistió a la ceremonia de los Oscar de 1940 en el Hotel Ambassador con la ayuda del productor de la MGM, David O. Selznick, pero, irónicamente, aún así fue ubicada en una mesa en la parte trasera del salón, apartada del resto de sus colegas del filme, ya que el hotel seguía las normas de segregación… al menos les dio una bofetada, llevándose el galardón.
La actriz Hattie McDaniel recibe el Oscar por su rol de Mammy en «Gone With The Wind» (1939):
Con las recientes protestas relacionadas al hashtag #BlackLivesMatter —que resurgió con la muerte de George Floyd, como consecuencia de una confrontación con la policía—, se ha hecho la petición de que «Gone With The Wind» sea retirada de los servicios de streaming por su representación negativa de la raza negra —de lo cual ya hablaremos en detalle en otro artículo en el que analizaremos el filme— con el fin de erradicar de este medio lingüístico y masivo aquellas referencias peyorativas a la raza y, sobre todo, cortar de raíz su proliferación entre las nuevas generaciones, aunque esto signifique el olvido de Mammy. Pero cuando una puerta se cierra, otras dos o tres o cuatro se abren, ya que la industria cinematográfica ha empezado, aunque con algo de letargo, a autoanalizar las historias que emanan de sus estudios y cada vez son más las voces de directores afroamericanos y aliados que están cambiando la focalización de sus relatos y discursos a nivel global.

El hashtag #BlackLivesMatter surgió por primera vez en 2013, un año después de que George Zimmerman, capitán de vigilancia del vecindario de Sanford, Florida, fuera absuelto de la muerte de Trayvon Martin, un chico afroestadounidense de 17 años a quien Zimmerman le disparó, alegando defensa propia, cuando aquel iba caminando a la casa de la prometida de su padre que vivía en el área. Ese mismo año se estrenó el drama biográfico «12 Years A Slave», dirigido por Steve McQueen y protagonizado por Chiwetel Ejiofor en el papel de Solomon Northup, un afroamericano libre, músico, que fue drogado y secuestrado en 1841 y vendido como esclavo. La película revive los años más oscuros de la historia racial de Estados Unidos, con escenas desgarradoras, todas inspiradas en el libro homónimo escrito por Northup. Sin duda, sirvió como una declaración para el momento que se vivía en el país, mostrando la opresión y la injusticia que ha sufrido la raza negra durante gran parte de la historia estadounidense y que aún no termina. De ahí que es inadecuado hablar de un «black history month» (mes de la historia negra), cuando la memoria colectiva de la nación está íntimamente relacionada con episodios de discriminación racial, desde la época de sus padres fundadores —como George Washington, que era propietario de varios esclavos— hasta el actual presidente Trump, cuya política no ha hecho más que alimentar la supremacía blanca en el país. Tal vez, «12 Years A Slave» no fue lo mejor del cine de 2013, hablando desde un punto de vista estrictamente cinematográfico (aunque se llevó tres premios Oscar, incluyendo Mejor Película), pero su trama es tan impactante y socioculturalmente importante, que no se puede pasar por alto.
Una historia similar, aunque ficticia y ambientada en la década de 1960, se estrenó años antes, en 2011, dirigida por Tate Taylor y protagonizada por la extraordinaria Viola Davis, con las actuaciones de otra gran actriz, Octavia Spencer, quien de hecho se llevó el Oscar como Mejor Actriz de Reparto por su papel: me refiero a la película «The Help», en la cual un grupo de sirvientas afrodescendientes cuentan sus testimonios como víctimas de la segregación de la época, desde los maltratos laborales hasta la inseguridad social que atravesaban a diario. Llevada entre el drama que le aportaba el personaje de Davis hasta momentos más cómicos aportados por Spencer y la maravillosa participación de Jessica Chastain, «The Help» nos conmueve con una historia de superación y empatía, pero al igual que «12 Years A Slave», tiene una particularidad: ambas parecen tener mayor aceptación porque en sus historias se promueve el heroísmo de personajes blancos. Esta es una crítica que han realizados varios representantes de la población negra en Estados Unidos al ver que aquellas historias en las que los negros salen de la adversidad y consiguen la victoria por sus propios medios, no tienen la misma aceptación por parte de los críticos y la industria.

En 2015, debido a que no se nominó a ningún actor ni actriz de raza negra a los premios Oscar, la activista April Reign popularizó el hashtag #OscarsSoWhite, que volvió a tener resonancia en 2016 cuando se repitió la misma exclusión de artistas afrodescendientes en las nominaciones actorales. Fue en 2015 que se estrenó el drama biográfico «Straight Outta Compton», cuya trama se enfoca en el origen del grupo de rap N.W.A. (Niggaz With Attitude, en español, Negros con Actitud), integrado por Eazy-E, Dr. Dre, Ice Cube, MC Ren, Arabian Prince y DJ Yella. La historia es realmente fascinante al revelarse todo el behind the scenes del mundo del rap, viciado, inevitablemente, por el mundo del crimen, el narcotráfico y la violencia. «Straight Outta Compton» obtuvo solo una nominación al Oscar como Mejor Guion Original, cuando debió haber estado nominada a Mejor Película, Mejor Actor para Jason Mitchel (como Eazy-E), Mejor Actor de Reparto para Corey Hawkins (como Dr. Dre) e incluso para Paul Giamatti por su papel del manager Jerry Heller. ¿Qué sucedió? ¡Simple! La trama de la película se refería a personajes negros surgiendo por sus propios medios, donde el único blanco de la historia (Jerry Heller), quien parecía ser un buen samaritano, terminó siendo el motivo de la separación y desintegración del grupo, además de un ladrón. ¿Será que no la nominaron porque el rol del hombre blanco no estaba positivamente representado? ¿Si el personaje de Giamatti hubiese sido representado de manera positiva, le hubiesen dado más valor en las nominaciones?
Lo que me atrajo de esta película fue la representación tan honesta en ambos extremos y la exposición de la fuerza de la música como registro igualmente antropológico para la generación afroamericana de los años 80 y 90. La trama aludía a la vida criminal en la que se movían varios de los integrantes del grupo y sus allegados —el mismo Eazy-E solía vender drogas antes de convertirse en músico—, por lo que no intenta representar una vida 100% ilustre. Pero también se explica cómo esa realidad se plasma en su música y por qué. Lo que los medios y ciertos sectores de la población blanca catalogaron como un género musical que promovía la violencia y la delincuencia, con temas tan controversiales como Fuck Tha Police, era en realidad una declaración de la brutalidad policial que confrontaban diariamente en el barrio, la discriminación racial y la cruda cotidianidad de los jóvenes del barrio que no podían eludir ese ambiente tóxico de las drogas, la violencia y el pandillerismo, que muchas veces quedaba por arrastrarlos a una vida deshonesta. N.W.A., aún siendo reconocidos artistas musicales, fueron objeto de represalias policiales en más de una ocasión, y hasta amenazas del FBI recibieron, lo que evidentemente les inspiró para usar su música como una voz de protesta y denuncia, al igual que lo fue la película al dejar una declaración en las salas de cine.

Sin embargo, el poder del hashtag hizo que la Academia entrara en razón y, a su vez, ha representado un reto para realizadores e intérpretes de raza negra que buscan conquistar la taquilla, la crítica y la temporada de premios con obras que sean evidentemente superiores a la de sus colegas blancos. Un ejemplo fue que para 2017, los Oscar estuvieron bastante mejor repartidos. El drama familiar «Fences», el drama LGBTI «Moonlight» y el drama biográfico de superación «Hidden Figures» figuraron entre las nominadas a Mejor Película, entre otras categorías, y «Moonlight» resultó ser la ganadora de ese año, a pesar de un dudoso e irónico error en el que Warren Beatty anunció «La La Land» como la triunfadora a Mejor Película. De todas estas películas, «Fences» y «Moonlight» eran retratos de la vida cotidiana de personas afrodescendientes, mientras que «Hidden Figures» abordaba la discriminación histórica que se le hizo a mujeres negras matemáticas que tuvieron una participación activa e importante en el desarrollo del programa espacial de la Nasa en los años 60. Aún en una institución como la Nasa, se dejaba ver la separación que había en beneficios laborales; algo tan sencillo como servirse café de la misma cafetera que el resto de sus compañeros o tener que ir a un baño distinto al resto.
Otro drama de superación, esta vez inspirado en la vida del atleta Jesse Owens, fue «Race» (2016), que abordó uno de los momentos deportivos más interesantes de la historia mundial, cuando Owens clasificó para las Olimpiadas de Berlín en 1936, celebradas bajo el mandato de Adolfo Hitler, en la cual el velocista afroamericano ganó cuatro medallas de oro. El reto no era ganar las medallas en favor de Estados Unidos frente a la Alemania nazi, sino darle una bofetada a Hitler y su idea infundada de que los blancos eran una raza superior. ¡Ese fue el verdadero significado de obtener esas medallas y el gran atractivo de esta historia! La película deja claro también lo obtuso de la mentalidad estadounidense en esa época respecto a sus ideologías raciales. Algo muy curioso fue ver cómo Owens desarrolló una amistad con su entonces principal contrincante, Carl ‘Luz’ Long, y cómo recibió los halagos de la directora de cine alemana Leni Riefenstahl, sin embargo, a su regreso a Estados Unidos con las cuatro medallas, tuvo que ingresar a su propia cena de homenaje por la puerta de servicio, porque así lo dictaminaban las leyes de segregación. ¡Ridículo!

Sin embargo, «Hidden Figures» y «Race» tienen la misma característica en cuanto a la representación del personaje blanco: en ambas se resalta su figura heroica en relación con los personajes afrodescendientes. En «Hidden Figures» recae sobre el personaje Al Harrison (interpretado por Kevin Costner) y en «Race» recae sobre el personaje Larry Snyder (interpretado por Jason Sudeikis). Igualmente sucedió con «Green Book» (2018), otro extraordinario drama biográfico que aborda la vida del privilegiado pianista de raza negra Donald Shirley y su gira musical junto a su entonces chofer italoamericano, Tony ‘Lip’ Vallelonga, en quien recae el heroísmo blanco. Interpretado por el inigualable Mahershala Ali y Viggo Mortensen, respectivamente, «Green Book» sirve de referencia histórica sobre aquel librito de portada verde que sirvió como guía a personas afroamericanas, entre 1936 y 1966, para saber a qué sitios —entre hoteles, restaurantes, bares, etc.— podían ir sin ser discriminados; algo así como sitios «black friendly«. La trama, más allá de ahondar en la diferencia cultural entre un hombre culto de raza negra y un hombre brusco y bruto de descendencia italiana, establecía una situación bastante parecida a la de Hattie McDaniel y Jesse Owens, que a pesar de ser célebres, seguían siendo discriminados por su color de piel. Incluso se podía ver lo nervioso que se ponía Shirley cada vez que lo detenía un policía, aún cuando no lo detenían por motivos discriminatorios. La película es realmente hermosa, no solo por el fuerte mensaje que sigue teniendo vigencia, sino por el abordaje del bromance entre estos dos personajes cuya química era innegable, representando lo que uno desearía que fuera la relación entre todos los seres humanos, sin discriminar ningún aspecto de sus vidas. «Green Book» fue merecidamente elegida la mejor película de 2018 en los premios Oscar y, nuevamente, Ali se llevó el galardón como Mejor Actor de reparto (el primero se lo llevó el año anterior por «Moonlight»).

¿Qué tienen en común «Hidden Figures», «Race» y «Green Book»? Las tres fueron dirigidas por realizadores blancos: Theodore Melfi, Stephen Hopkins y Peter Farrelly, respectivamente, por lo que puede ser que, inconscientemente, los tres directores, por sus influencias sociales, culturales y educativas, hayan dotado a los personajes blancos de algún valor positivo dentro de la trama respecto a la situación racial. Lo cual es completamente entendible, porque como realizadores vamos siempre a dotar nuestras obras con aspectos que para nosotros forman parte de nuestra normalidad. De ahí que «Gone With The Wind» no sea necesariamente una película intencionalmente racista, sino que simplemente mostraba aquello que para sus productores y realizadores representaba una situación normalizada en la sociedad de la época.
Si nos remitimos a películas dirigidas por directores afroamericanos, nos percataremos de que el punto de vista varía radicalmente. Tal es el caso de la casi que increíble historia de «BlacKkKlansman» (2018), dirigida por Spike Lee, cuya trama, basada en la vida real, cuenta la forma en que un policía afroamericano se infiltra en el Ku Klux Klan (KKK). Contada con toques de humor —que lo amerita por lo absurdo de la situación— «BlacKkKlansman» trae a la palestra las ideologías de la supremacía blanca, resurgidas con más fuerza desde el ascenso de Trump al poder, y expone el fanatismo y la violencia de los seguidores del KKK. A pesar de haber personajes blancos con representaciones positivas, el heroísmo de la historia recae exclusivamente en la astucia e inteligencia del agente Ron Stallworth (interpretado por John David Washington), quien además se enfrentaba a comentarios y tratos racistas por parte de algunos de sus colegas policías.

Otro ejemplo digno de mencionar es el de «Get Out» (2017) del emergente director Jordan Peele. En este caso se trata de una historia ficticia con fuerte simbología y metáforas que aluden claramente a las ventajas de la raza caucásica sobre la raza negra. En esta historia de suspenso, un joven llamado Chris Washington (interpretado por Daniel Kaluuya) se percata de que la familia de su novia se encarga de hipnotizar a personas afrodescendientes para luego utilizarlas como sirvientes entre su círculo de amigos. Esta trama descabellada, ambientada en un Estados Unidos contemporáneo, retrata ese sentir discriminatorio aún arraigado en la sociedad blanca estadounidense y sus aires de superioridad racial. Peele utiliza un género distinto, lejos del dramático, para cautivar aún más a las masas y llevar, igualmente, su mensaje de manera efectiva, disfrazado de entretenimiento.
El mismo año de «Get Out» se estrenó también «Detroit», pero curiosamente, esta película que aborda de manera cruda y estresante la represión de la policía a un grupo de jóvenes afroamericanos en los años 60, basándose en casos reales de la época, fue dirigida por Kathryn Bigelow (la única mujer en haber ganado un Oscar como Mejor Directora), quien retrata de forma justa un episodio de confrontación policial sin heroísmo arquetípico y exponiendo el dilema de los oficiales de la policía que también son afrodescendientes y tienen que presenciar (y actuar) del mismo modo violento que sus pares en estas injustas redadas. La particularidad de la trama de «Detroit» es que te mantiene en todo momento en el borde del asiento con temor a lo que vaya a suceder. Los actores Anthony Mackie, John Boyega y Will Poulter entregaron unas poderosas interpretaciones y, aún así, la película fue completamente ignorada en los premios más importantes del cine.

A propósito de mujeres directoras, aquí abro un paréntesis para dar paso a un ejemplo específico de la televisión, en este caso de la mano de una directora afroamericana: Ava DuVernay, quien en 2019 nos entregó la impactante y conmovedora miniserie «When They See Us», que en lo personal me llevó por una montaña rusa de emociones y sentimientos, desde ira hasta el llanto. En este drama biográfico, DuVernay cuenta la historia de «Los 5 de Central Park», que se refiere a los cinco adolescentes que fueron injustamente acusados de atacar y violar a una mujer en el Parque Central de Nueva York, crimen por el cual también fueron condenados. DuVernay tuvo la adecuada sensibilidad para abordar el caso en cuatro episodios con los cuales es imposible no llegar a empatizar con los personajes principales y despreciar la justicia estadounidense por su trato inhumano e ilegal para con estos chicos.
Sorpresivamente, esta miniserie original de Netflix, a pesar de haber recibido 16 nominaciones al Emmy, de los cuales ganó solo dos (Mejor Casting y Mejor Actor para Jharrel Jerome) y debió haber ganado Mejor Miniserie, Mejor Dirección, Mejor Guion y Mejor Actor de Reparto para Asante Blackk, fue completamente ignorada en los Golden Globes que son elegidos por el Hollywood Foreign Press Association. Tal vez Duvernay no solo tenía que enfrentar el problema racial, sino también el sexismo, otra realidad que afecta al modo de producción hollywoodense.
Lo cierto es que el cine (y la televisión) no han perdido vigencia como instrumento de denuncia y protesta, como una voz adicional para una población, una generación, un pueblo. El cine es parte de nuestra identidad y, desde hace un tiempo ya, la población afrodescendiente la ha venido utilizando con evidentes resultados positivos tanto en lo comercial, con producciones taquilleras e inspiradoras como «Black Panther» hasta declaraciones artísticas y críticas sociales como las que acabamos de repasar. Sin embargo, todavía hay mucho trabajo por hacer, no solo en Hollywood, sino a nivel mundial.